El reemplazo de la moneda local por el dólar como método de pago o instrumento de fijación de precios ha sido una práctica a la que han recurrido varios países de América Latina, con resultados dispares, según el perfil económico financiero y la naturaleza de la crisis que propició la medida, según las experiencias recabadas por Efe para una panorámica regional con motivo del 20º aniversario del fin de la paridad cambiaria en Argentina.
Allí lo conocían como el “uno a uno”: si tenías un peso, tenías un dólar. La hiperinflación asustaba en las calles y Domingo Cavallo, ministro de Economía de entonces —1991— encontró el antídoto contra la crisis.
Se llamó Plan de Convertibilidad y su éxito dependía de que el Estado respaldara en reservas esos dólares que circulaban de mano en mano.
Si bien durante el primer año la inflación bajó del 1.344 % al 25 %, el tiempo demostró, once años más tarde, que establecer un vínculo cambiario con la divisa estadounidense para estabilizar la volátil economía del país fue un placebo.
Este viernes se cumplen dos décadas desde que Argentina puso fin a ese experimento fallido, una efeméride que reabre el debate sobre si la dolarización es una alternativa adecuada para economías emergentes como las latinoamericanas, con monedas permanentemente susceptibles a la depreciación.
DÓLARES INFORMALES
Y llegamos a Argentina, donde según los expertos existe una economía «bimonetaria» en la que la vida cotidiana se resuelve en pesos, pero se ahorra en dólares, se hacen las grandes transacciones en dólares -como la compra venta inmobiliaria- y hasta se fija el valor de bienes y servicios recurriendo a la divisa estadounidense.
Entre finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, los argentinos comenzaron a comprar dólares para proteger sus ahorros ante la elevada inflación, un problema endémico de este país.
Tras la década del «uno a uno», desde 2002 la demanda de dólares ha ido en aumento, con episodios de fuerte tensión financiera y bruscas devaluaciones del peso.
Así, mientras la moneda oficial costaba un dólar hace veinte años, hoy se cotiza en el mercado informal a poco menos de medio centavo, puesto que las compras en el mercado oficial están restringidas.
Por su parte, Venezuela, con una hiperinflación crónica que en 2018 alcanzó un pico de 130.060 %, gestó un proceso de dolarización no oficial que comenzó con grandes transacciones y hoy llega incluso a las zonas populares.
La dolarización se aceleró con los prolongados apagones de 2019, que afectaron a los pagos en bolívares con tarjeta o por transferencia bancaria, y profundizaron la desigualdad. Sin embargo, actualmente, el 42 % de la población sigue careciendo de acceso al dólar, según Datanálisis.
En 2012, un año antes de que Nicolás Maduro llegara al poder, las transacciones en dólares ni siquiera llegaban al 5 %. Hoy, representan el 64,8 %, detalla firma Ecoanalítica, una firma de consultoría venezolana.
Los ciudadanos aprendieron entonces a administrar la pobreza. Con devaluaciones diarias, perdieron la confianza en el bolívar, un problema que el Gobierno intentó revertir en 2021 con una reconversión monetaria -la tercera en lo que va de siglo- que despojó de seis ceros a la moneda local.
Tras años de satanizar a la divisa estadounidense, Nicolás Maduro cambió de estrategia y acabó fijando en dólares incluso el precio de la gasolina de la petrolera estatal PDVSA.
El proceso es beneficioso si los ciudadanos acceden al dólar de manera permanente, pero en Venezuela la cantidad de dólares que circula una y otra vez es la misma.
En Cuba, en tanto, se puede decir que desde 2021 hay una “dolarización parcial”, resultado de la Tarea Ordenamiento, el paquete de reformas económicas que acabó con la doble moneda nacional y dio paso a la Moneda Libremente Convertible (MLC).
La MLC es una divisa virtual vinculada al dólar, empleada para algunos pagos y de uso común en las tiendas mejor surtidas, a las que, sin embargo, no puede acceder la mayoría de la población: millones de personas cobran en pesos y carecen de dólares para adquirir esos bienes, pues las remesas están restringidas por las sanciones impuestas por Estados Unidos.
Para el economista Pavel Vidal Alejandro, esta medida es «una señal contraproducente» y evidencia que “el Gobierno no confía en el peso ni en su propia reforma monetaria».
Así pues, mientras la moneda local se devalúa con fuerza, en el mercado informal el dólar avanza como moneda de uso y como reserva de valor de forma imparable: el tipo de cambio oficial es fijo, 24 pesos por un dólar, pero según el medio independiente El Toque, actualmente se cambia hasta por 100 pesos.
Mientras tanto Brasil ha dado algunos tímidos pasos. En 2021 transformó el mercado de cambio y ahora el Banco Central autoriza a los particulares a tener cuentas en moneda extranjera.
Los depósitos en la divisa estadounidense estaban regulados desde 1957, pero solo para agencias de turismo, embajadas, organismos internacionales, extranjeros transitorios, brasileños residentes en el exterior y corredoras de cambio.
Para algunos economistas, la medida está permitiendo una eventual y progresiva dolarización, en un momento en que el real brasileño pierde fuerza frente al dólar, que se apreció casi un 30 % en 2020 y otro 7,5 % en 2021, con lo que encadenó cinco años consecutivos al alza en la mayor economía de Latinoamericana. EFE
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.