En el barrio obrero de Corona, lejos de cualquier circuito turístico de Nueva York, abrió este jueves sus puertas al público un museo dedicado a la leyenda del jazz Louis Armstrong, que hace un recorrido por su vida y obra a través de una selecta colección de piezas escogidas entre los 60.000 objetos que componen el archivo de este gigante de la música.
Jorge Fuentelsaz / EFE
«Armstrong era muy consciente de que algún día escribirían sobre él en los libros de historia, así que hizo álbumes de recortes, hizo collages, escribió la historia de su vida y grabó entrevistas. Sin embargo, cuando murió en 1971, no creo que se imaginara que un día habría un edificio consagrado a él, pero su mujer sí que lo pensaba», cuenta a EFE Ricky Riccardi, encargado del archivo de la Casa-Museo de Armstrong.
Entre las piezas que el nuevo centro guarda ahora con mimo, después de haber estado 30 años custodiadas por la Universidad de Queens, Riccardi muestra con orgullo y una más que evidente emoción cuatro de las trompetas de «Satchmo», como era conocido Armstrong.
LAS TROMPETAS QUE CAMBIARON LA MÚSICA POPULAR ESTADOUNIDENSE
«Cada vez que sostengo una de estas trompetas o simplemente las miro, siento que es un sueño hecho realidad. Porque estos son los instrumentos que realmente cambiaron el mundo, que cambiaron el sonido de la música popular estadounidense, y viven aquí mismo, en Corona, Queens», dice, después de abrir el estuche que las guarda, con el suspense de alguien que sabe que esconde un valioso tesoro.
Están fabricadas en París, algunas con su nombre grabado, todas de color oro plateado, como a él le gustaban, cuenta Riccardi, que explica que Armstrong llegó a tener siete trompetas. Pero su preferida, subraya, era una fabricada en París en 1952, que es la misma con la que se le ve en varias fotografías tocando en la calle rodeado de niños.
En la exposición también se puede contemplar una de esas herramientas mágicas del autor, en esta ocasión una Semler regalo de Jorge V de Inglaterra, con el nombre «Satchmo» grabado en el lomo.
UN RECORRIDO POR SU VIDA Y OBRA
En la sala, el visitante puede acercarse a distintos aspectos de la vida y carrera profesional del artista.
Desde sus orígenes humildes en Nueva Orleans, donde nació el 4 de agosto de 1901, en una familia de pasado esclavo, con un padre ausente y una madre que se veía obligada a prostituirse para luchar por su familia, hasta sus actuaciones en películas de Hollywood o sus viajes a más de 60 países y que le valieron el apelativo de embajador del jazz.
«En este espacio, el visitante puede esperar música. Somos un tributo a un icono increíble, un trompetista, un vocalista, un humanista. Tenemos que empezar con la música, es un genio trompetista: así que el visitante puede coger los auriculares y oírle hablar. Puedes oír historias sobre su música, pero también historias sobre su vida. Aprenderás sobre su familia y acerca de esta comunidad del barrio de Corona, en Queens, donde vivió y que lo protegió», cuenta a EFE la directora ejecutiva de la casa museo, Regina Bain.
Y cómo no, una de las paredes está reservada a una de sus canciones más conocidas y universales y convertida casi en un himno a la esperanza y al optimismo: «What a wonderful world».
Canción que grabó en 1967, pero que no se hizo famosa en Estados Unidos hasta 1987, cuando fue incluida en la película «Good Morning, Vietman».
El nuevo museo, que abrirá sus puertas solo de jueves a sábado, incluye también una sala de jazz para celebrar conciertos y reuniones y una pequeña tienda para los más fetichistas, donde se pueden comprar camisetas, tazas, cds, discos de vinilo o libros sobre «Satchmo».
LA ÚLTIMA VIVIENDA DE LOUIS ARMSTRONG
El museo que hoy se inaugura se ha levantado al otro lado de la estrecha calle donde se levanta la casa en la que el artista vivió 28 años con su esposa Lucille, desde 1943 hasta su muerte en 1971.
«Él siempre hablaba de sus orígenes, se sentía muy orgulloso de haber crecido en una comunidad trabajadora en Nueva Orleans, una comunidad muy pobre. Pero él decía que nunca le faltó nada por eso, por haber compartido (todo) con una comunidad que se apoyaba entre sí y eso es lo que encuentra aquí», dice por su parte Adriana Carrillo Silva, directora de Experiencias para el Visitante.
La casa, que se puede visitar, sigue conservando el mismo mobiliario que tenía el trompetista y está llena de objetos comprados por Armstrong en sus viajes, desde cuadros chinos a figuras africanas, pasando por una reproducción de una góndola veneciana o la de un Cristo pintado por Salvador Dalí.
«En ese entonces se ganó el título de embajador de América (EE.UU.) para el mundo, por la acogida que tenía. Donde fuera que visitaba, siempre había alguien que había escuchado su música. Lo conocían, no importaba el idioma. Más allá de las barreras del idioma, la música de Louis era conocida en cada rincón del mundo», concluye Carrillo.
Para Carrillo, el hecho de desplazarse hasta aquí desde Manhattan -que está a unos 45 minutos en metro- y perderse por el barrio, es también parte de la experiencia porque, según explica, Louis Armstrong también se perdió la primera vez que vino a su casa.
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