La parada militar para celebrar la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi tuvo lugar el 24 de junio de 1945. El nonagenario Alexandr Kolotushkin es uno de los pocos supervivientes de aquel desfile presidido por Iósif Stalin
«Como premio, Stalin nos dejó beber 100 gramos de vodka», explica a Efe Kolotushkin. En Rusia, la bebida nacional se mide en gramos, y no en litros, desde que en la II Guerra Mundial les daban esa misma cantidad a los soldados que se iban a la batalla.
A sus 93 años, Kolotushkin, que reside en Volgogrado, antigua Stalingrado, aún recuerda el diluvio que cayó ese día sobre la plaza Roja.
«Nos mojamos hasta los huesos y estábamos ateridos de frío, pero la euforia era tan grande que a nadie le importaba», asegura.
De hecho, la plaza estaba abarrotada de gente con ramos de flores para los soldados, una tradición que se mantiene hasta hoy en día con los veteranos de la guerra.
AL FRENTE CON 16 AÑOS
Kolotushkin fue movilizado en diciembre de 1943, sin haber siquiera cumplido los 17 años. Durante los primeros doce meses, defendió Moscú de la aviación alemana como comandante de una unidad de artillería.
Después fue enviado al frente bielorruso, donde participó en la toma del enclave báltico de Konigsberg, actual Kaliningrado y patria del filósofo alemán Immanuel Kant.
A su vuelta a Moscú, le comunicaron que participaría en el desfile. Para un sargento de 18 años era un gran honor, ya que los elegidos eran héroes de guerra y soldados menores de 30 años y de más de 1,76 metros de estatura.
«Entrenamos desde mayo en las afueras de Moscú y en los días previos a la parada ensayamos durante las noches», rememora.
Aunque ya había sido galardonado en varias ocasiones, el día anterior recibió su medalla más preciada, la que conmemoraba la victoria sobre Alemania, además de nuevo equipamiento: botas, cinturón y gorra.
STALIN, EN LA PLAZA ROJA
«Fueron más de dos horas de parada, cuando ahora es sólo una. Además, tuvimos que esperar mucho tiempo. Pero eso no es nada comparado con la guerra. Sólo en Konigsberg murieron muchos soldados soviéticos», asegura.
En la plaza les esperaba Stalin, aunque fue el mariscal Gueorgui Zhúkov quien recibió a las tropas al lomo de un caballo, ya que el mandatario soviético no era muy ducho cabalgando, según cuentan los historiadores.
«La Gran Guerra Patriótica ha terminado», proclamó Zhúkov, quien aseguró que la victoria soviética se debió principalmente a que las topas estaban bajo el mando de Stalin.
Kolotushkin desfiló por el empedrado de la plaza a bordo de un camión studebaker, equipado con un cañón de 37 milímetros, con el que el joven había combatido en el frente, junto a casi 35.000 soldados y oficiales.
«Me dio tiempo a ver a Stalin y a toda la plana mayor del Estado y el Ejército soviético sobre el mausoleo de mármol. Ellos también estaban bajo la lluvia», destaca.
Aunque lo que mejor recuerda es cómo, frente al mausoleo de Lenin, los soldados soviéticos lanzaron al suelo los estandartes del Ejército alemán que habían tomado como trofeos en su avance hasta Berlín.
«¡Hurra!¡Hurra!¡Hurra!», gritaron los soldados, que fueron agasajados con un gran banquete en sus guarniciones al término del desfile.
PUTIN NUNCA OLVIDA A LOS MILITARES
Kolotushkin ahora vive solo en un apartamento en Volgogrado. Debido al coronavirus, se ha pasado tres meses sin pisar la calle, aunque él insiste que «a su edad» ya no tiene miedo «a nada».
«Estoy como en la cárcel. Tengo prohibido salir. Es una pena, ya que la cabeza trabaja y las manos y las piernas aún me funcionan. Sólo oigo mal», admite.
Por eso, se alegró tanto cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, decretó celebrar el desfile el 24 de junio después de verse obligado a cancelar la parada del 9 de mayo por la COVID-19.
«Putin sabe lo que necesitamos los militares, nunca se olvida de nosotros», asegura.
Según el Kremlin, los veteranos invitados a las paradas debían someterse antes a cuarentena para no poner en riesgo sus vidas.
SIN RENCOR A LOS ALEMANES
Kolotushin ya no puede asistir a los desfiles en su ciudad, que celebra anualmente uno de los mayores de Rusia, pero tiene muy presente que «sin la URSS, no hubiera sido posible derrotar a los fascistas».
Sea como sea, y pese a las penurias de la guerra, no guarda rencor a los alemanes, a los que considera «gente honesta».
«Hitler fue un fascista, pero a los alemanes les tengo un gran respeto como pueblo», dice.
Cuando grupos de alemanes llegan a Volgogrado en viajes organizados, a Kolotushkin le gusta hablar con ellos en alemán e incluso les recita algún poema.
«Son pensionistas como yo. Stalingrado tiene un gran significado para ellos. En esa batalla murieron también muchísimos soldados alemanes», recuerda.
EFE
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