Samuel Paty (1973-2020), héroe y mártir de la escuela francesa, decapitado por un islamista checheno, era un gran admirador de Rafael Nadal y la música arábigo andaluza medieval, y sufría calladamente la separación de la madre de su hijo.
Nació en Moulins (Allier), capital medieval del Ducado de Borgoña, que tanta importancia tuvo en la «exportación» de cepas a La Rioja. Esa capitalidad legendaria dio al pequeño pueblo de 19.667 habitantes (2017) un lustre muy particular, de un conservadurismo tradicional muy Francia profunda, agraria.
Nacido en el seno de una familia de la pequeña burguesía provinciana, cursó estudios de bachillerato y comenzó su carrera en un instituto conservador de Lyon. Titulado como profesor de historia, geografía y formación cívica, abandonó pronto su tierra natal para instalarse en los alrededores de París, donde los antiguos alcaldes del «cinturón rojo» comunista eran sustituidos por regidores de centro y derecha. A los 24 años, Paty comenzó a ejercer en institutos de la periferia parisina.
Antes de ser padre, hace cinco años, tuvo una vida sentimental a geometría variable. «Era un sentimental, optimista y deportivo. Soñaba con vivir en paz, con su familia. Lo suyo no era el vagabundeo amoroso. Pero, finalmente, su pareja terminó rompiéndose», comenta una antigua compañera.
Era un deportista consumado. Hace apenas un año, llevó a su clase a un nadador legendario, Sami El Gueddari, medalla de broce en los Paralímpicos europeos de 2009. «Aquella lección práctica es algo que no olvidaremos nunca –comenta un antiguo alumno–. Paty nos presentó a un hombre joven, discapacitado, víctima de agenesia congénita, que había triunfado en la vida».
Una excompañera: «Era un sentimental, optimista y deportivo, soñaba con vivir en paz con su familia»
Al final de sus estudios en Lyon y durante sus primeros años en la periferia de París, Paty comenzó a practicar bádminton, pero terminó inclinándose por el tenis, convirtiéndose en un jugador de cierto nivel, inscrito en el Tenis Club Eragny. Jugaba dos o tres veces por semana, con frecuencia antes de comenzar sus clases. Cuatro días antes de ser decapitado, estuvo jugando y comentando la gran final de Roland Garros un día antes. «Era un gran admirador de Rafa Nadal. Le hubiese gustado poder invitarlo a visitar su colegio», comenta un directivo del club.
Sus pasiones deportivas eran compatibles con las culturales. Hace apenas un año llevó a sus alumnos al parisino Instituto del Mundo Árabe (IMA) para un taller de música andaluza antigua. «Se mostró entusiasta e intentó transmitir a sus alumnos ese entusiasmo», comenta Catherine Lawless, una de las animadoras del IMA.
La vida entusiasta y en apariencia feliz de Samuel Paty tenía un punto negro, dramático, en la separación de la madre de su hijo de cinco años, Gabriel, a quien el gobierno de Emmanuel Macron ha consagrado ahora «pupilo de la Nación».
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