Con su apariencia tradicional de judío religioso, larga barba hirsuta y la kipá sobre la cabeza en señal de humildad, era comprensible que Joseph Kohan acaparara miradas curiosas e indiscretas mientras caminaba por un concurrido paseo comercial en Dubái una noche reciente.
Por: El Nuevo Herald
Hacía escasos meses se había alcanzado un histórico acuerdo de paz entre Israel y Emiratos Árabes Unidos. La presencia de un hebreo observante en las calles de un país islámico no solo era un hecho novedoso, sino ciertamente maravilloso.
Dos transeúntes desconocidos, vestidos con sayas blancas típicas, lo detuvieron para fotografiarse con él, un pedido incesante al que se acostumbró durante su viaje. Al expresarle shalom, los dubatíes le confesaron la alegría que su visita les surtía. Le estrecharon la mano con fuerza, reiterando su amistad.
“Este es el nuevo Medio Oriente”, escribió Kohan al compartir esa poderosa imagen en Facebook que capta a un judío y un árabe agarrados de manos y risueños, dejando atrás enemistades de antaño entre ancestros que es preciso reconciliar.
Su experiencia demuestra cómo la simple presencia humana –mostrar la cara, como dicen– anida fuerza suficiente para derribar y superar los muros ideológicos o sectarios de los prejuicios, de la intolerancia y de la ignorancia.
Amigo de mi juventud, Kohan es un venezolano israelí quien vive a media hora de Jerusalén junto a su esposa y seis hijos. Siendo ortodoxo, jamás pensó visitar un Estado regido por la Shariah. Pero la vida trae sorpresas y, sin mucho pensamiento, terminó representando a una empresa israelí en una de las mayores ferias de tecnología en el Medio Oriente, GITEX 2020.
No era el único judío participando, mas sí el más identificable porque viste prendas litúrgicas reveladoras de sus creencias. Con el tratado de paz de telón de fondo, se convirtió en una sensación dentro y fuera del encuentro empresarial, acaparando la atención de los medios de comunicación y de la gente.
“Mi sensación es que pasé a ser parte del protagonismo del proceso paz y estar ahí entre los primeros en representar a Israel, además del hecho de verme ortodoxo, me dio un protagonismo más grande”, reflexionó Kohan a sus 46 años.
“La paz verdadera se hace con la gente –me comentó–. Después de la firma política, lo importante es que las poblaciones se puedan respetar”.
Avanzar hacia la paz en el medio oriente
Bajo el auspicio de Estados Unidos, se propicia una era de mayor entendimiento en uno de los conflictos religiosos más antiguos de la civilización.
El presidente Donald Trump presidió acuerdos que normalizan las relaciones entre Israel y cuatro países árabes: Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y, más recientemente, Marruecos, donde la presencia judía data de hace más de dos milenios, y siglos de increíble compenetración entre los hijos de Abraham perpetúan sus huellas en las juderías.
Kramer Electronics, la fábrica de productos para instalaciones de video y audio en la que trabaja Kohan, recibió, tras la firma de paz, solicitudes de distribuidores en Dubái con deseos de representarla en los prósperos Emiratos. La distribuidora con la que estableció el trato tenía un puesto de exhibición reservado en GITEX y cedió el espacio entero a su nuevo socio israelí.
Pronto comenzarían las correrías de Yossy, como llamamos a Kohan, quien, a título de gerente de mercadeo técnico, fue elegido para esta misión comercial pionera. Quedaba poco tiempo, menos de tres semanas, cuando participar en una feria de esta envergadura normalmente requiere tres meses de planificación.
Súmese otro obstáculo: su pasaporte venezolano, como el de miles de otros compatriotas en el mundo, está vencido; el régimen de Caracas rompió lazos diplomáticos con el Estado de Israel hace una década. No estaba claro si podría entrar con pasaporte israelí, ya que el acuerdo para viajes se materializa a fines de este mes. Aun así, en el Aeropuerto Internacional de Dubái le abrieron las puertas, sin sellarle el pasaporte, dijo.
“Después de la firma del acuerdo de paz, subieron a las redes sociales cantidades de muestras mutuas de aprecio entre las poblaciones de ambos países. Fue algo increíble, pero nunca imaginé que yo estaría involucrado”, recordó Kohan, al afirmar que en ningún momento del viaje se sintió inseguro, algo inusual en un mundo donde galopan las bestias del antisemitismo y la xenofobia.
Las muestras de aceptación y acogimiento afloraron desde un principio –y no solo porque los anfitriones ofrecieron comida kosher con supervisión rabínica–. Antes de la puesta del sol, los judíos observantes acostumbran a rezar Minjá, la plegaria vespertina. De este modo, ponen en pausa el frenesí diario para comunicarse con su Poder Superior.
Kohan suele representar a su compañía en ferias alrededor del mundo y siempre encuentra algún rinconcito apartado para orar. Esta vez, fue llevado a la oficina administrativa del Dubái World Trade Center, propiedad de la Casa Real, donde dos jóvenes vestidas con abayas, las túnicas negras tradicionales, apartaron un cuarto especial para los judíos visitantes.
“Nos quedamos atónitos del entendimiento del semejante que se mostró allí”, observó.
Durante la feria, constantemente se le acercaron tanto funcionarios gubernamentales y comerciantes, como gente de a pie. No solo para hablar de negocios, sino para conocerlo como ser humano.
Al agradecer su presencia, las personas se colocaban la mano derecha sobre el corazón, gesto de la sinceridad que conllevaban sus palabras.
Yossy fue criado en el seno de una familia judía secular en Caracas; su madre de origen ruso, y su padre, argentino. Sin recibir una instrucción religiosa, en la adolescencia, incursionó en el estudio y la práctica del judaísmo tradicional, una hermosa época de fe que vivimos juntos, pues yo había estudiado en una yeshivá, un seminario talmúdico frente al Muro de las Lamentaciones en Jerusalén. Buscando profundizar en la riqueza de las Escrituras hebraicas, él emigró a Tierra Santa, en 1995. Dos años después, me sumé a la diáspora venezolana cuando vine a Estados Unidos a cursar el postgrado.
Al manifestar abiertamente, y en armonía, sus creencias en Dubái, este venezolano nos regala una moraleja: “Aprendí que John Lennon se equivocó –concluyó–. No se hace paz eliminando las creencias ni los orgullos nacionales de las personas; se hace paz entre distintos y no hace falta borrar nuestros orígenes para lograr la paz”.
Kohan partió de Dubái antes de terminar la feria para celebrar con sus hijos la festividad de Janucá –que culmina este viernes–, cuando recordamos la heroica rebelión de los Macabeos ante los intentos de helenizar al pueblo hebreo y extinguir su cultura hace más de dos milenios. De ahí aprendemos que no debemos dejar a otros disponer de nuestro libre albedrío, ni dictar qué tenemos que hacer o quiénes debemos ser.
Siempre que reine el respeto mutuo, la autenticidad plena es el mejor componente para pavimentar puentes de tolerancia y aceptación.
Daniel Shoer Roth es coordinador de AccesoMiami.com y editor de crecimiento del Nuevo Herald. Es autor de la biografía autorizada del primer obispo cubano en la Iglesia Católica de Estados Unidos. Síguelo en Twitter o en Instagram.
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