Reflotada por una barcaza, una de las barreras de 10 toneladas diseñadas para aliviar las perennes inundaciones en Venecia parecía un juguete de grandes dimensiones.
En el centro del plan para proteger la ciudad, algunas o todas las 78 barreras se levantarán cuando el nivel del mar suba por encima de 110 centímetros (43 pulgadas) para evitar los daños de la marea alta en la ciudad de la laguna, un lugar patrimonio de la humanidad construido de forma pintoresca, aunque algo precaria, sobre más de 120 islas.
La preocupación de que el fenómeno conocido como “aqua alta” se repita con más frecuencia por el cambio climático ha aumentado la urgencia.
Aunque el concepto es simple, su ejecución ha sido todo lo contrario.
El sistema de barreras submarinas móviles, llamado Moisés, se ha visto salpicado por la corrupción, el sobrecosto y las demoras. Con un presupuesto inicial de 1.800 millones de euros (2.000 millones de dólares), el proyecto debía completarse en 2011, pero por el momento se han invertido 5.500 millones y va con una década de retraso.
Tras las crecidas que anegaron Venecia el mes pasado, las peores en 53 años, el consorcio que supervisa la construcción de Moisés está ansioso por demostrar que el proyecto, tras años de malas noticias, va a buen ritmo y estará totalmente operativo para finales de 2021.
Los venecianos dicen que no pueden permitirse el lujo de estar equivocados. Pero los escépticos y los críticos dicen que pueden estarlo.
Una prueba reciente de la parte más profunda de las barreras, en la entrada Malamocco a la laguna, fue declarada un éxito por el Consorcio Nueva Venecia.
Fue la última de las cuatro secciones que se levantaron por completo, aunque por el momento con el mar en calma. La prueba real será cuando las cuatro se eleven a la vez y con condiciones de inundación. Pero no está previsto que eso ocurra hasta finales del próximo año.
Se tardaron seis años en probar cada uno de los muros móviles que cubren los tres accesos a la laguna, en parte porque las obras se ralentizaron por un escándalo de corrupción de 2014 que implicó a los tres principales contratistas del proyecto y envió a 35 personas a la cárcel.
Las obras continuaron principalmente con los subcontratistas originales, que ahora tratan directamente con el consorcio que, a su vez, está bajo el control del gobierno desde el escándalo.
El hecho de que las barreras aún no se hayan probado con el mar revuelto preocupa a los escépticos.
Paolo Vielmo, un ingeniero marino crítico con el proyecto dijo que los ensayos realizados en un laboratorio en Holanda en la década de 1990 indicaron que bajo, ciertas circunstancias, el sistema podría quedar fuera de control e incluso partirse.
Vielmo y otros dos ingenieros elaboraron un reporte para Codacons, un grupo de protección de los consumidores y el medio ambiente, que pide a las autoridades que realicen cálculos adicionales para ver si Moisés es realmente viable.
Y si no lo fuese, Codacons sostiene que debe paralizarse.
“No queremos demorar ni un minuto la posibilidad de hacer que Moisés esté operativo. Pero decimos que no podemos hacerlo operativo hasta que estamos seguros de que funcionará”, apuntó Franco Conte, presidente de Codacons en Venecia. “Naturalmente, la comunidad veneciana está exasperada y dicen ‘Si lo hicimos al 95%, hagámoslo al 100% y veamos si funciona’. Pero eso es inconsciente. Si no sabemos si funciona, no podemos experimentar”.
AP
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