Chile elige este domingo a los responsables de redactar una nueva Constitución que elimine definitivamente todo vestigio del régimen de Augusto Pinochet (1973-1990), presente aún en la actual Carta Magna de la nación, promulgada en 1980.
Rubén Figueroa / EFE
Se trata de unos comicios inéditos, pues nunca antes en el país se puso en manos de ciudadanos electos para la ocasión la redacción de una Constitución, y lo son también por su envergadura, al celebrarse junto a las elecciones municipales y regionales.
En juego está el molde del país para las próximas décadas, por encima de los Gobiernos de turno, y la paz social tras las revueltas de octubre de 2019 de las que emanó este proceso y en las que se reclamó avanzar hacia un Estado que rompa la horma neoliberal que consagró la Constitución del dictador.
«Es una oportunidad de consolidar un sistema democrático con mayor legitimidad, pero también es un riesgo de perder muchas de las cosas que le dieron estabilidad y progreso al país», dijo a Efe el consultor político Gonzalo Cordero.
Serán 155 los integrantes de la convención que se encargará de redactar la nueva Constitución, con igualdad en la cantidad de hombres y de mujeres y con 17 escaños reservados para representantes de los pueblos indígenas.
La proporción entre las posturas progresistas y conservadoras de quienes sean electos será clave en la definición del Texto Fundamental, cuyas disposiciones tendrán que aprobarse por dos tercios de los constituyentes.
Los elegidos tendrán nueve meses para trabajar, con una posible prórroga de tres meses más, pero la última palabra la tendrán los ciudadanos, que aprobarán o rechazarán el texto resultante en un referéndum con voto obligatorio a mediados de 2022.
UNA CONSTITUCIÓN DE CONSENSO
Los cálculos preelectorales otorgan a los candidatos de la oposición de izquierdas dos tercios de los 155 escaños, mientras que a la derecha oficialista le conceden un tercio, suficiente para poder vetar.
Con la incógnita de cuántos asientos logren los postulantes independientes que no militan en partidos políticos, el escenario de trabajo que se le abre a la convención ante estos pronósticos obliga a alcanzar amplios consensos.
«Los dos tercios generan una dinámica de grandes acuerdos y negociaciones, lo que hará que muchos temas o no van a poder ser abordados o no se van a abordar de la forma que esperarían muchos sectores», dijo a Efe el académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile Octavio Avendaño.
Esta necesidad de buscar puntos en común «es un muy buen escenario de partida» y «una gran ventaja» porque «va a obligar a buscar acuerdos», comentó Cordero, quien no obstante también ve riesgos por el hecho de que «al hacer concesiones recíprocas» entre las partes la Constitución no quede bien afinada.
En opinión de la socióloga y profesora de la Universidad de Santiago Lucía Dammert, el debate de algunos asuntos como mujer o economía de cuidados «no van a ser solo temas de izquierda sino que van a ser más transversales» pero en general «la capacidad de negociación va a ser importante».
EXPECTATIVAS CIUDADANAS
Esta dinámica puede llevar a que la redacción final del texto no dé cabida a aspiraciones más progresistas y que la nueva Constitución no sea tan rompedora respecto a la actual.
«Como es muy probable que la derecha tenga más de un tercio y poder de veto no va a haber un gran cambio revolucionario. Va a ser una Constitución mucho más neutra en términos de protección social. Yo creo que será más bien una Constitución minimalista», dijo a Efe la politóloga de la Universidad de Chile Claudia Heiss.
El riesgo de esto es que la ciudadanía que impulsó este proceso en las protestas y que aspira a una Constitución que consagre un sistema de pensiones de reparto, una sanidad y una educación pública o la desprivatización del agua, entre otras cosas, se vea defraudada.
«En la medida en la que se haga una Constitución razonable eso es inevitable porque muchas de las demandas de la gente en la revuelta no las puede responder la Constitución, no esta en su naturaleza darle respuesta», dijo Cordero al respecto.
Ante esta situación, los expertos vislumbran dos claves: hacer pedagogía sobre los verdaderos alcances de un proceso constituyente y habilitar mecanismos para que los ciudadanos participen de los debates de la convención, pues en última instancia serán quienes tengan que aprobar o rechazar el nuevo Texto Fundamental.
«Es muy importante que la convención haga una expansión de racionalidad del proceso y ayude a que la gente conozca mejor lo que es una Constitución y lo que pude esperar de ella», señaló Cordero.
Por su parte, Dammert indicó que es fundamental que haya transparencia y se dé espacio a los ciudadanos para que se expresen y participen activamente, porque de lo contrario «va a ser difícil darle legitimidad al proceso».
Más de tres millones de chilenos, el 20,5 % del electorado, sufragaron el sábado en la primera jornada de estos macrocomicios, que continúan este domingo hasta que a las 18.00 horas (22.00 GMT) se cierren las urnas.
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