El equipo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) encargado de investigar sobre el origen de la pandemia del COVID-19 en China viaja sin todas las autorizaciones necesarias, anunció este martes el director general de la agencia de la ONU, quien se mostró “muy decepcionado”.
“Hoy nos han informado que los responsables chinos no han terminado las autorizaciones necesarias para la llegada del equipo a China”, declaró Tedros Adhanom Ghebreyesus en diálogo con los medios.
“Estoy muy decepcionado por esta noticia, pues dos miembros ya iniciaron el viaje y otros no pudieron salir en el último momento”, añadió, en unos comentarios críticos con Beijing, poco frecuentes de su parte.
“Estuve en contacto con altos funcionarios chinos y dije claramente una vez más que la misión era una prioridad para la OMS y el equipo internacional”, agregó, afirmando que está “impaciente por lanzar la misión lo más rápido posible”.
A su lado, el responsable de las situaciones de emergencia sanitaria de la OMS, Michael Ryan, explicó que se trataba de una cuestión de visados.
“Esperemos que se trate simplemente de un problema logístico y burocrático que podremos resolver rápidamente”, dijo. Uno de los expertos tuvo que dar marcha atrás, y otro está a la espera en un tercer país, precisó.
Después de más de un año de la detección de los primeros casos en la región china de Wuhan (centro), estos 10 eminentes científicos escogidos por la OMS, tras un largo proceso de selección, tienen que viajar a China para intentar analizar los orígenes del virus y saber cómo se transmitió al hombre.
La misión está compuesta por diez científicos de Dinamarca, Reino Unido, Países Bajos, Australia, Rusia, Vietnam, Alemania, Estados Unidos, Catar y Japón, reconocidos en sus diferentes campos de especialización.
“El objetivo no es designar un país o una autoridad culpable”, dijo a la AFP uno de los miembros del equipo, Fabian Leendertz del Instituto Robert Koch de Alemania. “Es entender lo que pasó para evitar que vuelva a suceder”, añadió.
Sin embargo, la misión se ha vuelto muy delicada para el régimen chino, que no quiere que se le endose ninguna responsabilidad sobre la epidemia, que ha causado más de 1,8 millones de muertos en el mundo.
De hecho, numerosos medios han reportado en los últimos días como Beijing ha intensificado sus esfuerzos para cambiar la narrativa sobre cuándo y dónde comenzó la pandemia. Si bien la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Hua Chunying, dijo el lunes que el país daría la bienvenida al equipo de la OMS, expertos han señalado que es poco probable que se permita a los investigadores examinar algunos de los aspectos más sensibles del brote.
“Incluso antes de esta investigación, los altos cargos de ambos lados han estado muy polarizados en sus opiniones sobre los orígenes del brote”, dijo Yanzhong Huang, miembro principal del Consejo de Relaciones Exteriores, un grupo de expertos estadounidense.
“Tendrán que ser políticamente astutos y sacar conclusiones que sean aceptables para todas las partes representadas”, añadió.
Mientras otros países siguen luchando contra nuevas olas del brote, China parece haberlas aplacado de forma activa. Tras un nuevo foco de casos la semana pasada, la ciudad de Shenyang cerró comunidades enteras y exigió a todos los trabajadores no esenciales que se quedaran en casa.
Consciente de las críticas a las que se ha enfrentado China en todo el mundo, Wang Yi, convertido en el diplomático de algo rango más visible que cuestionó el consenso sobre los orígenes de la enfermedad COVID-19, dijo que “cada vez más estudios” muestran que surgió en múltiples regiones.
China es también el único país que afirma que el COVID-19 puede transmitirse a través de las importaciones de la cadena de frío, y el país culpa a envíos contaminados de los causantes de los nuevos brotes surgidos en Pekín y Dalian, aunque la OMS ha minimizado esos riesgos.
Transparencia
El asunto sigue siendo delicado, y sólo hay un puñado de estudios sobre los orígenes del COVID-19 a disposición del público.
China sigue recibiendo críticas de encubrimiento, lo que retrasó su respuesta inicial y permitió que el virus se propagara con mayor intensidad.
No obstante, también ha habido señales de que China está dispuesta a compartir información que contradice la versión oficial.
La semana pasada, un estudio del Centro de Control de Enfermedades de China mostró que las muestras de sangre del 4,43% de la población de Wuhan contenían anticuerpos contra el COVID-19, lo que indica que las tasas de infección de la ciudad eran mucho más altas de lo que se reconoció originalmente.
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