Mientras la pandemia por el coronavirus parece no tener fin y científicos trabajan contrarreloj en busca de una vacuna para prevenirlo y un tratamiento efectivo que bloquee sus efectos en el organismo, el desafío está puesto en evitar su propagación.
En ese sentido, los países que mejor controlaron la situación son los “modelos a seguir” en cuanto a las estrategias que pusieron en marcha. Y en este punto, la brecha entre “mascarilla sí” y “mascarilla no” divide aguas.
Mientras que desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) insisten en recomendar su uso sólo en personas enfermas -o en personas sanas que asisten a alguien infectado- por estos días comenzaron a circular algunos trabajos científicos en línea opuesta.
Tal es el caso del publicado esta semana en el New England Journal of Medicine, llamado Diez semanas para aplastar la curva y en el que su autor (Harvey Fineberg) enumeró “seis pasos para vencer al COVID-19 a principios de junio”. Y el ítem número cinco es “repartir máscaras en toda la población”.
“Después de que todos los trabajadores de la salud tengan las máscaras que necesitan, el Servicio Postal de los EEUU y las empresas privadas dispuestas pueden unirse para entregar máscaras quirúrgicas y desinfectantes para las manos a cada hogar estadounidense. Si todos usan una máscara quirúrgica fuera del hogar, aquellos que son pre sintomáticos e infectados tendrán menos probabilidades de transmitir la infección a otros”, aseguró Fineberg en su publicación.
En la misma línea, George Gao, director general del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), consultado en una entrevista con la revista Science acerca de qué errores estaban cometiendo otros países, fue contundente: “El gran error en los Estados Unidos y Europa, en mi opinión, es que las personas no usan máscaras. Este virus se transmite por gotitas y contacto cercano. Las gotas juegan un papel muy importante: tienes que usar una máscara, porque cuando hablas, siempre salen gotas de tu boca. Muchas personas tienen infecciones asintomáticas o pre sintomáticas. Si usan máscaras faciales, puede evitar que las gotas que transportan el virus escapen e infecten a otros”.
Consultado por Infobae, el prestigioso médico neurólogo Conrado Estol destacó que “estudios en Corea del Sur e Islandia muestran que hay un porcentaje alto de infectados asintomáticos o con mínimos síntomas, que aunque no tosen, cuando hablan expelen microgotas que viajan en el aire y contagian”.
Para él, “para limitar a esa gente, las máscaras pueden ser de gran utilidad”. “No son para no contagiarse, sino para que los infectados sin síntomas no liberen el virus al hablar”, insistió.
“El Centro para Control de las Enfermedades de los EEUU (CDC por sus siglas en inglés) todavía no tomó una decisión sobre sugerir el uso de máscaras a la población general pero lo está considerando -sostuvo Estol-. El objetivo de las máscaras no es evitar ser infectado por el virus que otra persona pueda tener, sino no contagiar a otros, ya que una persona puede estar infectada y no tener síntomas”.
En ese sentido, el especialista recomendó “fabricar máscaras caseras usando tela de algodón (cortando una sábana o remera vieja) y envolviendo con ella una toalla de papel (de cocina)”, que según él “puede usarse como una máscara que tape la boca y nariz”.
“Si este tema se definiera, la indicación sería usar estas máscaras en lugares públicos o muy concurridos”, señaló Estol, para quien “se debe tener cuidado al sacarse la máscara para evitar contaminación en caso de que la persona tuviera el virus. La tela de algodón se debe lavar con jabón y se reemplaza la toalla de papel (la usada se tira con cuidado a la basura.
Y tras aclarar que “con esta propuesta no hace falta proteger los ojos, que son vía de entrada de la infección, porque el uso de barbijo o máscara es para que quienes están infectados no propaguen la enfermedad”, Estol reconoció que “el temor a hacer esta recomendación es que la gente tenga la falsa impresión de que, si todo el mundo usa máscaras, el contagio estará controlado”.
“El efecto de tomar esta medida aún no está probado científicamente pero es un esfuerzo mínimo hacerlo mientras se obtengan los datos finales”, consideró.
Otro trabajo difundido por estos días en este sentido fue realizado por el profesor de Epidemiología de la Universidad de Hong Kong Benjamin Cowling y fue titulado Evaluación del impacto de las intervenciones no farmacológicas contra el COVID-19 en Hong Kong.
Para Cowling, “se necesitan investigaciones adicionales para guiar la política sobre qué tipos de máscaras son útiles y cómo deberían utilizarse, pero incremetar el uso de mascarillas podría revelarse útil”.
“Creo que los países están analizando todas las medidas posibles para frenar la transmisión. Si las máscaras faciales pueden reducir la transmisión, aunque sea en una baja proporción, puede valer la pena”, alegó.
El argumento del que se valió es que una de las dos razones fundamentales por las que controlaron la enfermedad en ese país es porque 98% de la población usa máscaras, sumado al aislamiento social.
Lo mismo observó Cowling en Japón. “Los japoneses son bastante conscientes de la higiene, mucho más que en otros lugares. Además, muchas personas usan mascarillas en las calles por un tema cultural, por lo que hay menos posibilidades de transmisión”, aseguró.
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