Con trajes negros y mascarillas, acongojadas familias peruanas dan el adiós a sus seres queridos fallecidos por el coronavirus, en solitarios funerales en el Cementerio El Ángel de Lima.
Al cementerio situado en el populoso distrito del Agustino llegaron el jueves seis ataúdes de color marrón desde hospitales de la capital peruana, que están al borde del colapso por la pandemia, según la oficina del Ombudsman peruano.
«Nosotros trasladamos los cuerpos y los llevamos al cementerio, es un trabajo difícil. Somos el último eslabón de la cadena de esta pandemia», dice a la AFP Oscar Gómez, quien dirige una empresa fúnebre que traslada los ataúdes a los cementerios.
Los seis ataúdes fueron retirados desde una cámara de frío y llevados en camioneta hasta los nichos de cemento adquiridos por el ministerio de Salud para las víctimas de covid-19.
Perú es el segundo país con más contagios de COVID-19 de América Latina después de Brasil, y su balance de muertes lo ubica en tercer lugar en la región, solo superado por Brasil y México.
El número oficial de casos de coronavirus en Perú llegó este jueves a 108.769 y el de fallecidos a 3.148, al cabo de nueve semanas de confinamiento nacional, con la economía prácticamente paralizada.
La buena noticia del día es que por primera vez disminuyó el número de pacientes hospitalizados con coronavirus, al pasar de 7.533 el miércoles a 7.455 este jueves.
Los principales focos de contagios han sido, aparentemente, los mercados de alimentos y las oficinas de los bancos donde familias vulnerables cobraban bonos repartidos por el gobierno, que continuaron operando bajo el confinamiento.
– «Embolsado, desinfectado y sellado» –
En el Cementerio El Ángel también existe un crematorio que por las noches incinera cuerpos de víctimas de la pandemia.
«Las cremaciones demoran entre una y dos horas de acuerdo al biotipo del cuerpo», indica a la AFP Wilmer Aguilar, uno de los empleados del crematorio.
Los cuerpos no cremados llegan casi sin compañía hasta el nicho.
«Nosotros coordinamos con a la familia donde máximo puede venir cinco personas», indica Gómez.
«Ellos (familiares) tienen que mantener la distancia no se les permite acercarse por normas de seguridad» del Ministerio de Salud.
Con trajes especiales y mascarillas, una cuadrilla de sepultureros, algunos de ellos venezolanos, fueron introduciendo con un cargador frontal los ataúdes dentro de los fríos nichos de un pabellón del cementerio.
«Nosotros trabajamos con todos los protocolos de seguridad», señala Gómez.
«El cuerpo ya está embolsado, desinfectado y sellado. Ya la transmisión no se da porque el cuerpo murió», explica.
En el cementerio los familiares tienen que mantener una distancia de cinco metros de otras personas, mientras un sacerdote con túnica blanca y mascarilla celeste hace solo una breve oración.
«Nadie hace un oficio religioso. De alguna manera, por todo lo está pasando tenemos que tener respeto a la persona muerta», manifiesta Gómez.
Antes de la pandemia, era usual que muchas familias peruanas velaran a sus fallecidos en casa y luego acudieran en masa a los cementerios, acompañados hasta con orquestas tradicionales andinas. Nada de esto se puede hacer ahora.
Una directiva sanitaria publicada por el Ministerio de Salud el 22 de marzo dispuso que los fallecidos por COVID-19 deben ser cremados, salvo en las ciudades o pueblos donde no hay crematorios. En ese caso son enterrados.
AFP
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