Cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, advirtió el último lunes en Estrasburgo que un proceso de adhesión de Ucrania, u otros países, a la Unión Europea (UE) podría llevar décadas, debe haber pensado seguramente en Turquía, que es candidata desde 1999.
Desde entonces, se han abierto varios capítulos de las negociaciones de ingreso, pero luego se enfriaron las relaciones con el cada vez más autocrático presidente Recep Tayyip Erdogan. A medida que las violaciones de los derechos humanos en Ankara se hacían más flagrantes y la evolución política se volvía más antidemocrática, la UE acabó por suspender las negociaciones.
Los Criterios de Copenhague
El primer paso en el proceso de adhesión es el estatus de país candidato. Para ello deben cumplirse los Criterios de Copenhague, decididos en la cumbre de 1993 en la capital danesa. Según ellos, un país debe tener un gobierno democrático estable y reconocer el Estado de Derecho y sus libertades e instituciones. Sin embargo, en última instancia, también es una decisión política si los demás estados miembros de la UE creen que un nuevo país encaja en el bloque y puede serle útil, ya sea por razones geoestratégicas o económicas.
Es evidente que Turquía no podría convertirse en un país candidato en su situación política actual. Pero también está claro que nunca se pueden descartar los reveses democráticos en el camino hacia la adhesión a la UE. Incluso son más probables cuanto más tiempo se tarda en ingresar. Por otra parte, ni siquiera la pertenencia a la Unión Europea protege contra una evolución antidemocrática, como demuestra el ejemplo de Hungría.
La apertura de las negociaciones de adhesión
Las negociaciones formales pueden comenzar tan pronto como un país esté preparado y sea capaz de reconocer, aplicar y poner en práctica la legislación de la UE. En el camino, debe llevar a cabo reformas en el Poder Judicial, la administración, la economía y otras estructuras políticas, con el objetivo de cumplir en definitiva con los criterios de adhesión, es decir, las normas de la UE. El inicio de esas negociaciones debe decidirse por unanimidad en el Consejo Europeo.
En un primer paso, la Comisión de la UE revisa la situación actual de las instituciones del país candidato y propone un marco de negociación dividido en capítulos individuales. Si los Estados miembros de la UE aceptan esta parte del procedimiento, podrán comenzar las negociaciones sobre los distintos capítulos.
Las áreas de negociación se dividen en seis grupos temáticos: fundamentos, mercado interno, competitividad y crecimiento justo, asuntos medioambientales, recursos, agricultura y cohesión, así como también relaciones exteriores. Estos grupos se dividen, a su vez, en otras 35 subáreas. De ese modo, se examinan todos los ámbitos de un Estado para ver en qué medida cumplen los requisitos europeos.
En los casos en que la revisión encuentra deficiencias, los negociadores de la UE proponen reformas con «puntos de referencia» para su aplicación gradual. Por ejemplo, si no todos los niños tienen acceso a la educación, el país candidato debe reformar el sistema escolar. Si la política interfiere demasiado en el nombramiento de los jueces, se imponen reformas en el sistema judicial para garantizar su independencia. El país candidato, a su vez, está obligado a aplicar las recomendaciones de Bruselas, lo que puede llevar algunos años, según el caso.
Si el candidato considera que ha hecho las reformas suficientes, la UE volverá a revisar el área correspondiente. Sin embargo, si un país candidato se niega a aplicar las reformas acordadas, el proceso de adhesión se paraliza. Si hay claros retrocesos democráticos, como en Turquía, se puede congelar y suspender por completo.
La adhesión es la culminación
Una vez que todos los capítulos de adhesión completados hayan sido aceptados como tales por los gobiernos europeos en el Consejo, se elabora un tratado de adhesión, que debe ser aprobado por la Comisión, el Parlamento Europeo y, finalmente, por unanimidad, por el Consejo Europeo. La admisión será completada cuando se hayan superado todos los obstáculos para su ratificación en el país candidato.
Entre 2004 y 2007, en el marco de la adhesión masiva de países de Europa del este, doce países se convirtieron en miembros de la UE al mismo tiempo. Esta fue claramente una decisión política que pasó generosamente por alto numerosas deficiencias de los nuevos miembros. El cambio de las estructuras comunistas en la economía y la administración pública, por ejemplo, tardó mucho más de lo esperado. Otros ejemplos son Bulgaria, que sigue muy marcada por la corrupción, y Rumania, que tiene que lidiar con instituciones disfuncionales. En cambio, los países bálticos son ejemplo a seguir entre los nuevos miembros. En 2013, Croacia fue el último país en incorporarse a la UE.
Países de la UE, ¿saturados por los procesos?
Desde entonces, muchos de los antiguos miembros de la UE, como Francia, los Países Bajos o algunos escandinavos, han demostrado un claro agotamiento por los procesos de ingreso. Las adhesiones le cuestan mucho dinero a la UE -se han destinado 9.000 millones de euros en el presupuesto a la ayuda de preadhesión- y crea interminables problemas políticos.
Varios países de los Balcanes occidentales siguen esperando en la actualidad poder formar parte de la UE. Se les promete avanzar una y otra vez porque su adhesión sería estratégicamente importante, pero, en realidad, nada parece moverse. Kosovo y Bosnia-Herzegovina, por ejemplo, aún no están preparados para obtener el estatus de candidatos porque sus gobiernos amenazan a sus vecinos o violan gravemente las normas de la UE. Las negociaciones de adhesión con Serbia y Montenegro llevan varios años sin éxito debido a la preocupación, sobre todo, por el Estado de Derecho en el país. Recientemente, se han abierto negociaciones con Macedonia del Norte y Albania, pero los Países Bajos dudan de la voluntad del Gobierno albanés de luchar contra las bandas criminales en la frontera y, por lo tanto, bloquean los avances.
En vista de la complicada situación de estos pequeños países candidatos, no es de extrañar que muchos miembros de la UE miren con extrañeza a Ucrania y su deseo de adhesión. Antes de la guerra, Kiev ni siquiera había podido cumplir con los requisitos de reforma de la relación de asociación. Así, seguirían existiendo importantes deficiencias en materia de corrupción y Estado de Derecho. La invasión rusa ha cambiado la situación política, pero no el estado interno del país, que necesitará primero un enorme programa de reconstrucción.
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