A las miles de imágenes de ciudades vacías y hospitales colapsados impresas alrededor del mundo por la pandemia de coronavirus, en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil se multiplicaron en la última semana videos y testimonios sobre personas muriendo en las calles y cuerpos esperando días para ser recogidos en los hogares.
Por BBC
La provincia del Guayas, donde se encuentra Guayaquil, tiene según los últimos datos oficiales más víctimas del covid-19 que naciones latinoamericanas enteras: 1.615 infectados y 52 muertos.
El colapso del sistema funerario producto de esta crisis es de tal magnitud que el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, debió conformar una fuerza de tarea conjunta para poder enterrar a todas las personas fallecidas.
BBC Mundo se comunicó con algunos de los familiares y vecinos de las víctimas y los testimonios coinciden con aquellas dos palabras que Joseph Conrad destacó en su obra «El corazón de las tinieblas»: el horror, el horror.
«Mi tío murió el 28 de marzo y nadie viene a ayudarnos. Vivimos al noroeste de la ciudad. Los hospitales le decían que no tenían camillas y falleció en casa. Nosotros llamamos al 911 y nos pidieron paciencia. El cuerpo sigue ahí en la cama donde falleció, porque nadie lo puede tocar ni nada de esas cosas», cuenta Jésica Castañeda, sobrina de Segundo Castañeda.
Otra joven guayaquileña que vive en el sureste de Guayaquil y quien pidió que no se difunda su nombre, relató que su padre murió en sus brazos y estuvo 24 horas en la casa.
«Nunca le hicieron la prueba del coronavirus, solo nos decían que nos podían agendar una cita y que tome paracetamol. Tuvimos que retirar el cuerpo por medio de particulares porque no tuvimos respuesta del Estado. Uno siente impotencia al ver a su padre así y tener que salir a pedir ayuda».
Pero esta situación no afecta solamente a los muertos por el virus. Wendy Noboa, quien vive en el norte de Guayaquil, cerca de la terminal de autobuses, cuenta la historia de su vecino Gorky Pazmiño, quien murió el domingo 29 de marzo:
«Él se cayó y del golpe en la cabeza murió. Yo llamé al 911 y nunca vinieron. Él vivía con su papá, que tiene más de 96 años, por eso mi angustia. Permaneció en el piso todo un día, hasta que vinieron familiares con la caja para sepultarlo. Pero no lo pudieron sepultar porque no había médico que firmara el certificado de defunción».
Los casos son tantos que la periodista Blanca Moncada, del diario Expreso, ha comenzado una cadena en Twitter solicitando información de familiares y vecinos de personas que se encuentren en esta situación.
«Tomé esta decisión por el grito desesperado de muchos ciudadanos que tienen que esperar hasta 72 horas e incluso más para que las autoridades recojan los cadáveres que permanecen en las casas; busco cuantificar la magnitud de esta tragedia porque, en cuestión de cifras, Guayaquil es en este momento una gran nube gris».
Enfrentamiento político
El comandante de la Armada Nacional, Darwin Jarrín, quien asumió el 30 de marzo la coordinación militar y policial para la provincia del Guayas, indicó a BBC News Mundo que hasta el jueves 2 de abril, a más tardar, estarán enterrados todos los fallecidos en Guayaquil.
«El Ministerio de Salud entrega en los hospitales el acta de defunción, Policía y CTE (Comisión de Tránsito del Ecuador) trasladan los cadáveres a los dos cementerios -Parques de La Paz en la Aurora y el Panteón Metropolitano en la vía a la costa- y las fuerzas armadas los entierran», señaló Jarrín.
Pero lo ocurrido en la última semana de marzo en la ciudad -donde más de 300 cadáveres fueron recogidos en distintos domicilios por la policía ecuatoriana, según informa el diario El Comercio- puede tener serias consecuencias.
Para comenzar, la crisis ha enfrentado a la alcaldesa de Guayaquil con el gobierno nacional. Cyntia Viteri, quien se encuentra en cuarentena por haberse infectado con el coronavirus, reclamó el 27 de marzo a las autoridades nacionales por las falencias del sistema público:
«No retiran a los muertos de sus casas. Los dejan en las veredas, caen frente a hospitales. Nadie los quiere ir a recoger. ¿Qué pasa con nuestros enfermos? Las familias deambulan por toda la ciudad tocando puertas para que los reciba un hospital público, donde ya no hay camas».
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Además de los muertos en los hogares, la ciudad ha tenido que enfrentarse a la pesadilla de muertos en sus calles. Jésica Zambrano, periodista del diario El Telégrafo, le contó a BBC News Mundo su experiencia desde el centro de Guayaquil.
«Mi pareja salió a hacer las compras y se encontró una persona muerta, en las calles Pedro Carbo y Urdaneta. Más temprano nos dijeron que había otro muerto unos cuantos metros más allá. Aquí estamos acostumbrados a ver a mendigos durmiendo en las calles, pero como resultado de esta crisis personas desahuciadas mueren en el centro de la ciudad».
El peor escenario
«Siempre había personas que fallecían en su casa. Lo normal era que un médico determinaba la causa de muerte y luego venía la funeraria. Pero ahora hay un pánico generalizado y se piensa que toda persona que fallece en Guayaquil tiene coronavirus. Entonces las funerarias no se quieren hacer cargo», explica a BBC Mundo Grace Navarrete, médica salubrista que pertenece a la Sociedad Ecuatoriana de Salud Pública.
El comportamiento de las funerarias durante la crisis fue investigado por la periodista Susana Morán, del sitio digital de noticias Plan V, en el artículo «Morir dos veces en Guayaquil».
Morán entrevistó a la dueña de una funeraria que cerró su negocio por temor a un contagio. «Yo ya tengo mis añitos, por ganarme unos centavitos yo no voy a poner en peligro a mi familia», le dijo esta señora a la periodista.
Este miedo se replica también entre los familiares, dice la doctora Navarrete.
«En las casas pasa lo mismo, se muere alguien y nadie toca el cuerpo, en una ciudad en donde el calor hace que el nivel de descomposición de los cadáveres sea más acelerado que en otras partes del país. Yo escuché de un caso de una persona fallecida en su dormitorio cuyos familiares sacaron el cuerpo sobre el colchón a la vereda».
Para el ingeniero Wated, se trata de un conjunto de factores que se combinan en el peor escenario.
«Las funerarias están colapsadas, incluso no tienen personal; los camposantos no tienen capacidad de recibir tanta gente a tanta velocidad; la gente no puede salir de sus casas a hacer los trámites para enterrar a sus fallecidos; el número de muertos crece entre los diagnosticados con covid y la gente sospechosa de haber muerto de covid a la que no se le hizo una prueba: esto genera un cuello de botella».
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