Con más de 16 mil casos confirmados en el mundo y la OMS declarándola este sábado una emergencia sanitaria internacional, la viruela del mono se ha diseminado de forma silenciosa pero creciente generando inquietud sobre los factores determinantes de su propagación, con varios expertos ya alzando sus voces apara advertir sobre la inacción de los gobiernos latinoamericanos para frenar su avance.
La también llamada viruela símica, detectada hoy en más de 70 países y normalmente localizada en lugares de África occidental y central, ha sido asociada desde sus inicios a las prácticas sexuales y al contacto estrecho entre personas, específicamente entre hombres que tienen sexo con otros hombres. Un estudio científico reciente del New England Journal of Medicine indica que el 98% de pacientes analizados con viruela del mono son personas homosexuales o bisexuales, de las que se cree el motivo de la transmisión se produjo sexualmente. El estudio, publicado el 21 de julio, se basa en 528 casos de personas diagnosticadas con el virus entre abril y junio de 2022 en 16 países. De ninguno de los pacientes encuestados se reportó muerte, pero 70 fueron hospitalizados y se administró un tratamiento antiviral tan solo al 5% total. De los infectados, el 41% presentaba infección por el virus del VIH.
Desde que surgieron a principios de mayo los primeros casos del virus del mono, la enfermedad ha sido ligada en los estudios y encuestas a prácticas sexuales del colectivo LGTB+. Para evitar el estigma hacia un sector poblacional, como ocurrió con el VIH en los ochenta, la comunidad médica ha manifestado la necesidad a referirse a “hombres que tienen sexo con otros hombres” para señalar este tipo de prevalencia, evitando señalamientos discriminatorios hacia un grupo. Al tiempo han recomendado poner atención a las prácticas sexuales de riesgo como determinantes en los contagios, aunque no sean las únicas, pues también se dan por contacto físico cercano. Cabe aclarar que la viruela del mono no es una enfermedad de transmisión sexual y su propagación a través del acto sexual obedece al contacto con sarpullido, fluidos corporales y/o gotas respiratorias grandes.
Los gobiernos en América Latina han establecidos grupos de vigilancia epidemiológica para detectar casos, pero no se han anunciado todavía campañas de vacunación para contrarrestar los contagios, mientras que Estados Unidos y la Unión Europea adquirieron millones de dosis y ya comenzaron a aplicarlas, aunque numerosas organizaciones LGBT+ han criticado la lentitud y la falta de un mensaje claro sobre cómo obtenerla.
En Latinoamérica los reportes de las entidades contrastan fuertemente: Brasil documenta oficialmente 449 casos, Perú 113, México 55, Argentina 13 y Colombia 10 en los últimos informes. Según Wilson Castañeda, director de la ONG colombiana Caribe Afirmativo, es en parte a raíz de los pocos casos reportados en el continente que “no existen aún campañas ni generales y ni mucho menos con enfoques diferenciados”, pero “se debe empezar ya a movilizar desde los gobiernos la agenda de esta infección involucrando a la sociedad civil con trabajo en población LGBTI+ y con VIH”, recalca en entrevista con Infobae.
Es por esto que desde su organización proponen la puesta en marcha de campañas de información con enfoque de derechos para evitar el estigma hacia personas homosexuales, además de capacitaciones con enfoque diferenciado a profesionales de la salud y “una movilización social de organizaciones LGBT+ con énfasis en HSH” (hombres que tienen sexo con hombres).
Para Castañeda, “el silencio no es la mejor de las respuestas, el efecto avestruz (esconder la cabeza) por la intención de no estigmatizar no dará buenos resultados. Se debe brindar la información clara y precisa sin avivar miedos, pues el miedo en los grupos vulnerables los aleja de los sistemas de salud, disminuyendo considerablemente las posibilidades de diagnosticar a tiempo los nuevos casos. Y se debe aclarar que esta infección la puede tener cualquier persona”, añade.
El infectólogo Carlos Álvarez, profesor de la Universidad Nacional, señala que la estigmatización conlleva un doble riesgo: “Uno, el que vive la población sobre la que se empieza a haber un rechazo social, precisamente al ser estigmatizada. Y dos, en las medidas epidemiológicas, porque cuando se estigmatiza por una enfermedad, el temor y desconocimiento hacen que las medidas de intervención sean más limitadas”.
Álvarez recuerda que la estigmatización se ha presentado con consecuencias nefastas en epidemias como la del VIH, la sífilis, la tuberculosis e incluso el covid-19 en sus inicios. Cree que debería “hacerse una estrategia de educación preventiva para evitar que siga creciendo”, particularmente en hombres gays. “Es importante que la población, que en este momento tiene más riesgo, sea más consciente de eso y tome las medidas de prevención adecuadas, sin olvidar que todos estamos propensos. Lo importante es hacer una contención, evitar la diseminación de casos, porque sabemos qué puede pasarse a otros grupos poblacionales y aumentar el riesgo de complicaciones, como se ha visto en África”.
El infectólogo insiste en que se debe “trabajar sobre los datos reales, que muestran que este brote se generó inicialmente a partir de contactos sexuales. Sigue siendo principalmente, pero no exclusivamente, de ningún modo, entre hombres que tienen sexo con otros hombres. No quiere decir que el virus del mono se concentre en hombres de este grupo poblacional, sino que es la naturaleza del virus transmitirse por contacto estrecho, no solo sexual”.
Según Wilson Castañeda, “tal vez el principal reto sea vencer la resistencia de informar con claridad a los grupos vulnerables por temor a estigmatizarlos, pero el no hacerlo podría sumar en gran medida a perder el control de la infección, tal y como sucedió con el VIH. Necesitamos comunidades vulnerables informadas para que tomen decisiones basadas en la evidencia. La sociedad civil organizada ya tiene la experiencia de cómo enfrentar de manera propositiva esta situación”.
Sin vacunación masiva
El brote epidémico del virus del mono concentra el 85% de sus casos en Europa, donde la Agencia Europea de Medicamentos ha recomendado extender el uso de la vacuna para detener la enfermedad. Las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud apuntan a que las vacunas disponibles sean destinadas a las población de mayor riesgo, personas comprometidas en su sistema inmunológico. “No hay una vacunación masiva, tampoco una recomendación para aplicar dosis a la población general”, dice Álvarez.
En principio, los síntomas del virus del mono son sistémicos, inespecíficos, como los que en Latinoamérica se asocian a las llamadas “virosis”: malestar general, dolor muscular, letargo, fiebre en algunos casos e incluso inflamación de los ganglios linfáticos en una primera etapa. Posteriormente, se manifiestan brotes en la piel que van desde brotes pequeños, lesiones vesiculares o la presencia de ampollas diseminadas en el cuerpo del paciente. El sarpullido puede localizarse en partes de la cara, la boca, las manos, los pies, los genitales o el ano. Regularmente, se cura a las dos o tres semanas.
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