Un turbulento desamor está detrás de la maquiavélica trama del cruel asesinato del médico Edwin Arrieta en Tailandia. Poco a poco, los detalles que se han revelado han ido llenando los vacíos de una historia truculenta llena de venganza, dinero y sexo que llevó a Daniel Sancho, un joven español que parecía tenerlo todo en la vida, a cometer el pasado dos de agosto, el más abominable de los crímenes. Arrieta, un exitoso y querido cirujano plástico oriundo de Lorica (Córdoba), había llenado por meses las ambiciones y deseos del chef español.
Juntos habían viajado por paradisiacos lugares, llenos de rumba y euforia, como la idílica isla de Ibiza, en medio de ciertos lujos. Esta semana se conoció, además, que el médico depositaba 25.000 euros mensuales en una cuenta que él podía usar a sus anchas desde España.
A pesar de haberlo tenido muy joven (su mamá tenía 18 años y su papá 19), los dos se volcaron a cuidarlo. “Gracias por enseñarme a vivir, Papá”, escribió Daniel hace unos años. “Querido Rodolfo, en la vida hay que asumir las responsabilidades. La criatura no tiene culpa de nada, así que a trabajar y a cuidar al niño”, le habría dicho su padre, el gran Sancho Gracia, al saber que un nieto venía en camino, según reporta el diario El Mundo.
En una profesión muy apreciada, el cirujano plástico había logrado escalar a lo más alto. Le iba tan bien que pensaba comprar un apartamento en Madrid y abrir una clínica en la madre patria. Mientras tanto, el joven trabajaba en algunos restaurantes en esa ciudad, especialmente en la empresa de catering La Boheme y en su hamburguesería en el madrileño barrio de Malasaña llamado Boggie.
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