Decenas de miles de manifestantes salieron hoy a la calle en Francia para protestar por sexto sábado consecutivo contra la necesidad de tener el certificado sanitario para buena parte de las actividades de la vida social, percibida en la práctica como una obligación de vacunarse.
Cerca de dos centenares de marchas se organizaron por todo el país con un público muy heteróclito social y políticamente, y con dos elementos básicos que los unían: su oposición al certificado sanitario y su rechazo del presidente francés, Emmanuel Macron.
En Montpellier, donde la Prefectura cifró la participación en 9.500 personas, se produjeron incidentes entre manifestantes de extrema derecha y de extrema izquierda que en ese caso habían coincidido en un único cortejo.
En otras grandes ciudades, las convocatorias se hicieron por separado y así se pudieron ver las diferencias y los matices.
CUATRO MANIFESTACIONES EN PARÍS, CON SUS MATICES
En París hubo cuatro y la más numerosa, como en las semanas precedentes, fue la organizada por Florian Philippot, antiguo brazo derecho de la líder de la ultraderecha francesa, Marine Le Pen, que después de salirse de su partido ha creado un movimiento nacionalista disidente, Los Patriotas.
Philippot arengó a los miles de personas que se concentraron en la plaza Denfert Rochereau, se felicitó de la gran profusión de banderas francesas, se mostró convencido de que la de hoy era «una demostración de fuerza» y no se privó de cargar contra «los mandatos conminatorios del poder macronista».
De hecho, las proclamas de los asistentes contra el jefe del Estado, con una evidente intención política a ocho meses de las elecciones presidenciales, fueron casi tan frecuentes como los gritos para reclamar «libertad» y para quejarse por la necesidad del certificado sanitario para ir a un bar o a un restaurante.
Philippot también quiso dedicar esta nueva jornada de desfiles al controvertido microbiólogo Didier Raoult, que en 2020 defendió el uso de la hidroxicloroquina como tratamiento contra la covid pese a las conclusiones de diferentes investigaciones que no demostraron la utilidad de ese medicamento.
La razón es que el responsable de los hospitales públicos de Marsella ha anunciado que tiene intención de apartar a Raoult de la dirección del Instituto Universitario Hospitalario de la ciudad (IHU) con el argumento oficial de que en poco tiempo el profesor cumplirá 70 años y llegará a la edad de jubilación.
En cabeza del cortejo de Philippot había también un pequeño grupo de sanitarios que quisieron denunciar así la obligación que se ha impuesto a ese colectivo de estar vacunados para poder seguir trabajando después del 15 de septiembre.
LAS TESIS CONSPIRACIONISTAS BIEN PRESENTES
Una de las asistentes, que trabaja en funciones administrativas en un hospital y que dijo no estar vacunada porque considera que las que se han desarrollado contra la covid no están suficientemente probadas, justificó la protesta porque a su parecer «el certificado sanitario es un atentado contra la libertad».
La mujer denunció que «se nos está haciendo terrorismo sanitario» y que se han magnificado las consecuencias de la pandemia. Contó que duda «mucho de todas las estadísticas que nos enseñan en la televisión sobre los ensayos».
De hecho, aun siendo minoritarias en los cortejos, las tesis conspiracionistas volvieron a estar bien presentes este sábado, con pancartas como una en la que se culpaba a la campaña de vacunación de 982 muertes en Francia.
Otra de las manifestaciones de la capital, que salió de la plaza de la Bolsa, tenía un ambiente totalmente diferente, con la marcada presencia de «chalecos amarillos».
El Gobierno francés, que decidió generalizar el uso del certificado sanitario ante un ritmo de vacunación que perdía fuelle al comienzo del verano, se enfrenta ahora a un fenómeno similar que en esta ocasión se explica probablemente por las vacaciones.
Con 41 millones de personas totalmente vacunadas, el 61 % de la población ha recibido la pauta completa de inmunización, pero la cadencia en las inoculaciones se ha ralentizado de forma muy acusada. En tres semanas se ha pasado de 4,8 a 3,2 millones de inyecciones semanales.
Pese a todo, el Ministerio de Sanidad sigue confiando en cumplir el objetivo que marcó Macron de llegar a 50 millones de personas que hayan recibido al menos una dosis a finales de agosto.
La mayor urgencia en este momento, porque se ha desbocado la epidemia, está en departamentos y territorios de ultramar como la Martinica, Guadalupe o la Polinesia francesa, donde este sábado se anunció un endurecimiento de medidas de confinamiento.
En todos esos territorios, la tasa de vacunados es muchísimo más baja que en el conjunto de Francia: apenas una cuarta parte de la población. EFE
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