Milad fue el jueves al aeropuerto de Kabul con su esposa, sus tres hijos y todos los documentos necesarios para montarse en un avión e iniciar una nueva vida en Estados Unidos. Pero todos los sueños se hicieron pedazos tras la primera explosión.
Un “pánico total” se apoderó de este afgano y de otros miles reunidos en la zona del aeropuerto para intentar alejarse del nuevo régimen de los talibanes a bordo de uno de los vuelos organizados por países occidentales.
Dos kamikazes del grupo yihadista Estado Islámico (EI) acababan de inmolarse en este lugar abarrotado de gente, un ataque que tenía por blanco a los soldados estadounidenses que controlan aún el lugar. Fue una masacre: al menos 85 muertos, 13 de ellos estadounidenses, y más de 160 heridos, según los últimos balances.
Milad perdió todos los documentos que le hubieran permitido abordar un vuelo con su mujer y tres hijos.
“No quiero volver al aeropuerto nunca más. Malditos sean Estados Unidos, su evacuación y sus visados”, exclama.
– Buscando a sus seres queridos –
Las explosiones ocurrieron en medio de la multitud y su impacto arrojó a decenas de personas a las aguas fétidas de un desagüe que rodea el aeropuerto.
En ese canal de aguas turbias, teñidas de repente de rojo por la sangre, se acumularon los cuerpos. Varios casi sumergidos, algunos muertos, otros solo inconscientes, como la imagen de un hombre desmayado y malherido, que era mantenido en la superficie por otro, para que no se ahogara.
En medio de ese caos y ese baño de sangre se escuchaban gritos pidiendo ayuda o llamando a sus seres queridos, a los que se había perdido de vista con la explosión.
Este viernes, había afganos que seguían sin noticias de sus seres queridos y acudían a los hospitales donde fueron trasladadas la mayoría de las víctimas.
Abdul Mayid busca a su hermano, que estaba en el aeropuerto. “Quería irse al extranjero. No sé si pudo entrar finalmente al aeropuerto o no porque los estadounidenses bloquean el acceso”, dice.
“Era un estudiante, tenía talento, pero debido a la situación del país quería irse, como todo el mundo“, explica.
“Acompañó a una familia al aeropuerto, se fue sin nada, sin papeles. Y la explosión ocurrió cuando avanzaban hacia la entrada”, agrega, angustiado, contando que no lo ha encontrado, entre las decenas de heridos y fallecidos que ha visto desfilar en las últimas horas.
Otros llegan al centro médico a pie, exhaustos después de una noche sin dormir, y se sientan a sus puertas a la espera de noticias.
Un hombre sale del hospital con el teléfono en la mano, enseñando una fotografía del familiar que estaban buscando y que acaban de encontrar con vida, pero muy malherido.
En un tuit enviado el viernes, el hospital de Kabul gestionado por la ONG italiana Emergency, que ha recibido a decenas de víctimas, afirma que la situación sigue siendo “todavía bastante crítica”.
“Nuestros tres quirófanos han estado trabajando toda la noche”, decía el mensaje. “Tenemos personas en cuidados intensivos”.
– Final de la cuenta atrás para salir –
Otros afganos abandonan el hospital cargando un ataúd en la parte trasera de una camioneta e intentando retener las lágrimas. Es el caso de un adolescente, que esconde la cara enrojecida entre las piernas, tras subir al vehículo y colocarse al lado del féretro que su familia acaba de recuperar.
A pocos días de que concluya la retirada de las tropas extranjeras de Afganistán, el 31 de agosto, y por tanto los vuelos de evacuación masivos, muchos afganos siguen intentando salir del país.
Desde mediados de agosto, cuando los talibanes entraron en Kabul y retomaron el poder, han sido evacuadas más de 100.000 personas.
El jueves, los ciudadanos, desesperados, desoyeron las advertencias de varios países occidentales sobre el riesgo inminente de un atentado en la zona del aeropuerto de Kabul y siguieron acudiendo con la esperanza de entrar en un avión.
AFP
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