El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se presentará como la última línea de defensa del sueño americano amenazado por el “caos” y la “izquierda radical” cuando acepte este jueves la candidatura presidencial del Partido Republicano para buscar su reelección en las elecciones del 3 de noviembre.
Por Alina Dieste (AFP)
“Tenemos que ganar. Esta es la elección más importante en la historia de nuestro país”, dijo el lunes al iniciar el evento, cuya sección formal -es decir, la nominación por parte de los delegados del partido- tuvo lugar en Carolina del Norte.
Trump ha asegurado en reiteradas ocasiones que el “sueño americano estará muerto” si su contrincante, el demócrata Joe Biden, se impone en los comicios.
Esta noche, la aparición del mandatario, en vivo a las 22:30 (02:30 GMT) desde los jardines de la Casa Blanca, cerrará un cónclave partidario celebrado en gran parte en formato virtual por la pandemia, pero que no obstante tuvo a Trump en un rol preponderante en cada uno de los días.
Los fuegos artificiales pondrán fin a la velada desde el corazón de Washington después de cuatro días en que funcionarios y familiares elogiaron el carácter del mandatario y su gestión.
La segunda nominación del magnate republicano, de 74 años, tiene lugar en medio de una crisis sanitaria, económica y social sin precedentes en Estados Unidos, causada por la pandemia de Covid-19. El país cuenta más de 180.000 muertos -la cifra más alta a nivel global- el desempleo alcanza el 10,2%, y masivas manifestaciones piden desde hace tres meses el fin del racismo y la brutalidad policial.
Las últimas protestas ocurren desde el domingo en la ciudad de Kenosha, en Wisconsin, donde un policía blanco le disparó siete veces por la espalda a un hombre afroamericano, Jacob Blake. “No toleraremos saqueos, incendios provocados, violencia y anarquía en las calles estadounidenses”, tuiteó el miércoles el presidente, prometiendo “restaurar la LEY y el ORDEN”. Además, indicó que enviaría agentes federales y miembros de la guardia nacional.
Se espera que Trump, que días atrás se presentó como “el único que se interpone entre el sueño americano y la anarquía, la locura y el caos totales”, insista en esta retórica, amplificando el mensaje que permeó el discurso del vicepresidente Mike Pence al aceptar la noche del miércoles su nueva postulación.
“No se trata de saber (…) si Estados Unidos será republicano o demócrata. La elección es si Estados Unidos va a seguir siendo Estados Unidos”, afirmó Pence desde el Fuerte McHenry, en Baltimore, un lugar emblemático por haber inspirado el himno nacional.
La retórica contrasta con la posición que han tomado los jugadores y equipos de las ligas deportivas profesionales del país, quienes han decidido suspender sus encuentros a lo largo de las últimas horas para mostrar su solidaridad con las protestas.
El primer paso lo dieron los Milwaukee Bucks, equipo de la NBA basado en Wisconsin -donde ocurrió el tiroteo a Jacob Blake y el asesinato de los dos hombres afroamericanos a manos de un adolescente blanco en medio de las protestas- y luego fue seguido por el resto de la liga. Poco después y a lo largo del viernes equipos de fútbol, béisbol, hockey y fútbol americano tomaron decisiones de similar naturaleza.
El mensaje de Trump en relación al COVID-19 genera expectativa, dado que el tema estuvo casi totalmente ausente de la convención excepto por las palabras de de su esposa, Melania, quien reconoció el martes el impacto del “enemigo invisible” y el dolor y angustia que ha generado. El tema es considerado clave para asegurar el triunfo electoral de uno u otro.
Según el sitio web FiveThirtyEight.com, el 58,2% de los estadounidenses desaprueba la respuesta de Trump a la crisis del conronavirus, mientras que el 38,7% la aprueba.
El gran final de la convención republicana no llega exento de polémica.
Elegir la Casa Blanca como telón de fondo del discurso de Trump desdibuja las líneas tradicionalmente respetadas entre las funciones del presidente y los actos del candidato.
Los demócratas han dicho incluso que viola la Ley Hatch, que prohíbe a los funcionarios federales participar en actividades políticas en propiedades gubernamentales. La misma acusación fue vertida contra el secretario de Estado, Mike Pompeo, dada la tradición de los diplomáticos estadounidenses de no participar en actos partidarios.
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