El expresidente brasileño y candidato presidencial Luiz Inácio Lula da Silva y sus principales aliados comenzaron este lunes a hilvanar la estrategia con la que pretenden derrotar el «autoritarismo», las «fake news» y la «violencia» del presidente Jair Bolsonaro de los comicios de octubre.
Alba Santandreu / EFE
Lula y el liberal Geraldo Alckmin se sentaron por primera vez en la mesa con los representantes de los siete partidos que integran la coalición progresista que concurrirá a las elecciones, apretando el acelerador de una campaña que comienza a tomar forma cuando faltan menos de cinco meses para las elecciones.
«Lula destacó que es la primera vez que se sienta con el conjunto de partidos que representan ese campo progresista, democrático, de izquierda y de la centro-izquierda», resaltó la presidenta del Partido de los Trabajadores (PT), Gleisi Hoffmann, durante una rueda de prensa tras la primera gran reunión de campaña de Lula, quien lidera las encuestas de intención de voto.
Hoffman resaltó así el simbolismo de un encuentro que tiene lugar tras las críticas vertidas en bastidores por algunos aliados contra Lula debido a su afán de centralizar las decisiones de campaña, sin tener en cuenta al resto de partidos que integran la coalición.
La presidenta del PT recalcó que los representantes de los siete partidos proseguirán con reuniones a lo largo del día para definir algunas las líneas maestras de la campaña, como el futuro plan de Gobierno.
También serán abordados otros temas como la estrategia de comunicación, la construcción de agendas, la movilización y la financiación de campaña.
«El PT tiene una responsabilidad mayor, pero vamos a pensar juntos el método y la planificación», subrayó Hoffman.
Uno de los principales objetivos de la coalición será el de arrastrar a Lula hacia el centro con el fin de atraer a un electorado más moderado y ocupar así el espacio de la «tercera vía», el cual se presenta como una alternativa a Bolsonaro y el líder del PT.
Dicho bloque político ahondó hoy su crisis después de la decisión del exgobernador de Sao Paulo Joao Doria de desistir de su candidatura tras la resistencia sufrida en el seno del Partido de la Social Democracia Brasileña.
Lula, quien gobernó Brasil entre 2003-2010, ya dio el primer paso para quitarse el sello de candidato de izquierdas al escoger como compañero de fórmula a Alckmin, un antiguo rival y ferviente católico que cuenta con el beneplácito del mercado y del mundo empresarial.
No obstante, el exsindicalista ha cometido deslices al pronunciar algunas declaraciones polémicas dirigidas a su electorado más fiel y que podrían comprometer el apoyo de sectores más conservadores a los que necesita conquistar para vencer los comicios.
UNA CAMPAÑA «DURA» CON «FAKE NEWS» Y «VIOLENCIA»
Tras analizar encuestas con el resto de partidos, Hoffman destacó el desempeño de Lula en los sondeos, donde obtiene alrededor de un 40 % de intención de votos, frente al 30 % de Bolsonaro, y afirmó que los números «son positivos» y muestran «estabilidad».
No obstante, advirtió que la campaña electoral será «dura» y «disputada» y alertó de la difusión de «noticias falsas» y «violencia» por parte del bolsonarismo.
Por ello, apeló a la «unidad» y la necesidad de «ampliar» la coalición con otros partidos para derrotar a Bolsonaro, quien ya ha adelantado que pretende contratar una auditoría para acompañar el proceso electoral al considerar que el actual sistema puede ser objeto de fraude.
«Es una lucha de la democracia contra el autoritarismo, de la civilidad contra la incivilidad», resaltó.
Y agregó: «Tenemos que estar preparados y alertar a la población que todo lo que viene de Bolsonaro es mentira».
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