La controversia sobre los controles aduaneros en Irlanda del Norte, que envenenó durante años las negociaciones del Brexit, continúa enturbiando las relaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea.
Guillermo Ximenis / EFE
Estas son las claves de un conflicto enquistado que amenaza ahora con abrir una guerra comercial entre ambos lados del canal de la Mancha.
¿QUÉ ES EL PROTOCOLO PARA IRLANDA DEL NORTE?
Cuando el Reino Unido abandonó la UE, el paso entre la República de Irlanda y la región de Irlanda del Norte se convirtió la única frontera terrestre entre el espacio europeo y el suelo británico.
Ese cambio ha supuesto un reto político y logístico para ambos lados, dado que el acuerdo de paz de 1998 exige que no se establezca en ninguna circunstancia una frontera en el interior de la isla.
Para cumplir esa obligación y evitar al mismo tiempo que entren en el mercado único europeo productos no autorizados, Londres y Bruselas acordaron que los controles aduaneros se llevarían a cabo en el paso marítimo entre la isla de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
La provincia británica, en la práctica, continúa integrada en el espacio europeo, mientras el resto del Reino Unido lo ha abandonado.
¿QUÉ PIDE AHORA EL REINO UNIDO?
A pesar de que ese pacto entró en vigor hace apenas seis meses, el Gobierno británico argumenta que la aplicación del mecanismo acordado genera demasiadas fricciones en su mercado interno.
Londres ha pospuesto de manera unilateral los controles que deberían haber entrado ya en vigor y amenaza con hacer lo mismo con aquellos que se ha comprometido a aplicar a partir del 30 de junio.
El Reino Unido considera ahora invocar el artículo 16 del protocolo, que permite a una de las partes dejar de aplicar aspectos del acuerdo si considera que provocan alteraciones «serias». El texto está sin embargo abierto a interpretaciones, ya que no describe en detalle qué se consideran problemas graves.
Los unionistas norirlandeses, molestos por las barreras impuestas entre la región y el resto del Reino Unido, han reclamado al Gobierno central que aplique ese artículo desde que entró en vigor el protocolo, al considerar que los controles afectan de forma negativa a la economía.
El Gobierno británico ha llamado repetidamente a la UE a aplicar «pragmatismo» y «flexibilidad» en el despliegue del protocolo.
¿QUÉ RESPONDE LA UE?
Bruselas considera que la decisión unilateral de retrasar los controles es una ruptura de las obligaciones internacionales del Reino Unido, establecidas en un tratado ratificado por ambas partes, por lo que ha iniciado acciones legales que pueden llegar hasta el Tribunal de Justicia Europeo.
Al mismo tiempo, ha advertido de que si Londres vuelve a retrasar las inspecciones aduaneras no le temblará el pulso en tomar medidas más drásticas e imponer «represalias», lo que ha avivado el temor a que se abra un conflicto comercial entre el Reino Unido y la UE.
¿QUÉ PAPEL JUEGA EL G7?
La cumbre de líderes del G7 ha llegado en el punto álgido de las tensiones, cuando se agota el tiempo para pactar una solución antes de la fecha límite para iniciar la siguiente remesa de controles, que deberían comenzar a aplicarse sobre los productos cárnicos refrigerados.
Francia, Alemania, Italia y los jefes de la Comisión y el Consejo Europeo aprovechan la reunión internacional en Cornualles (suroeste de Inglaterra) para presionar en persona al primer ministro británico, Boris Johnson.
Puede resultar crucial, además, la presencia del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que durante su carrera política ha esgrimido con orgullo sus raíces irlandesas y que está especialmente preocupado por mantener en pie los acuerdos de paz en la región, que Estados Unidos contribuyó precisamente a consolidar.
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