El aumento prácticamente incontrolado de casos de COVID-19 en Brasil aviva el miedo a que trabajadores de la construcción, conductores de camión y turistas del mayor país de Latinoamérica propaguen la enfermedad en países vecinos que se esfuerzan por contener la pandemia.
AP
Brasil, una enorme nación que comparte frontera con casi todas las demás de Sudamérica, ha confirmado más de 70.000 contagios y más de 5.000 decesos, según los datos del gobierno y el conteo de la Universidad Johns Hopkins, muchos más que cualquiera de sus vecinos. Se cree que el dato real de infectados y muertos es mucho mayor por el número limitado de pruebas de detección.
Las fronteras del país siguen abiertas, no hay casi cuarentenas ni limitaciones y su presidente, Jair Bolsonaro, sigue negando la gravedad de la pandemia.
El país de 211 millones de habitantes superó esta semana a China — el lugar donde comenzó el brote en diciembre del año pasado — en el número oficial de muertos por COVID-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus, lo que llevó a Bolsonaro a decir: “¿Y qué?”.
“Lo siento”, dijo el presidente de ultraderecha a reporteros. “¿Qué quieren que haga?”.
En Paraguay, las fuerzas militares que velan por el cumplimiento de las normas contra el virus cavaron una zanja poco profunda junto a la principal carretera de entrada a la ciudad de Pedro Juan Caballero desde la vecina ciudad brasileña de Punta Porá, para restringir la circulación.
Paraguay tiene menos de 250 casos confirmados de coronavirus y sus fronteras están cerradas desde el 24 de marzo, con un refuerzo centrado especialmente en la de Brasil.
Funcionarios argentinos dicen estar especialmente preocupados por el tránsito de camiones desde Brasil, su principal socio comercial. En las provincias que limitan con el país vecino, Argentina está trabajando para establecer corredores seguros donde los conductores brasileños puedan acceder a cuartos de baño y descargar sus productos sin entrar en contacto con argentinos.
“Me preocupa mucho Brasil”, dijo el presidente de Argentina, Alberto Fernández, a medios locales el sábado. “Las provincias de Misiones y Corrientes son camino de entrada de muchos transportes que vienen del mercado de San Pablo y allí el foco infeccioso es altísimo y gobierno no está tomando las cosas con la seriedad que el caso requiere. Quiero mucho al pueblo de Brasil pero me preocupa porque eso puede trasladase a la Argentina”.
Una de las ocho infecciones registradas en Misiones es la de un conductor de camión de 61 años que aparentemente se enfermó en Sao Paulo y luego regresó a esa provincia, donde murió luego de infectar a su esposa. En Argentina hay alrededor de 4.000 casos confirmados y más de 200 fallecidos, según el conteo de Johns Hopkins.
Incluso autoridades en Estados Unidos, donde hay ya más de 1 millón de casos registrados y los decesos son más de 60.000, han expresado su preocupación por Brasil.
Florida, que tiene una gran población con ascendencia brasileña, podría enfrentarse a la amenaza de que los pasajeros de vuelos procedentes de Brasil lleven el coronavirus al estado, dijo el martes el gobernador republicano, Ron DeSantis, al presidente, Donald Trump.
“Podríamos estar lejos, haciéndolo bien en Florida, y entonces tener a este tipo de gente que llega”, señaló DeSantis.
El gobernador explicó que la decisión de Trump de vetar los vuelos desde China ayudó a controlar el virus en el oeste de Estados Unidos, a lo que el presidente preguntó si esto suponía suspenderlos con Brasil. DeSantis respondió que una de las posibilidades era “no necesariamente suspenderlos” pero sí pedir que las aerolíneas realicen pruebas a los pasajeros antes de embarcar en vuelos con destino a Florida.
Las autoridades en Colombia también están preocupadas, dijo Julián Fernández Niño, epidemiólogo de la Universidad Nacional en Bogotá.
“En un mundo globalizado, la respuesta con el problema de la pandemia no pueden ser fronteras cerradas”, afirmó Fernández Niño. El experto indicó que “Brasil es un país de un gran desarrollo científico y capacidad económica”, pero su gobierno mantiene una “postura anticientífica” respecto a cómo debe ser el combate al coronavirus.
En Uruguay, el presidente, Luis Lacalle Pou, apuntó que la propagación del virus en Brasil encendió luces de advertencia en su gobierno.
Recientemente, varias decenas de trabajadores brasileños cruzaron por la ciudad fronteriza uruguaya de Río Branco para trabajar en la construcción de una cementera. Cuatro de ellos dieron positivo al virus, lo que llevó a Uruguay a poner a toda la plantilla en cuarentena.
Funcionarios en algunas ciudades fronterizas uruguayas han discutido la creación de “corredores humanitarios” a través de los cuales los brasileños puedan abandonar el país con seguridad.
Incluso Venezuela, donde el sistema de salud lleva años colapsado, dice estar preocupada por la situación en territorio brasileño.
“Mandé a reforzar toda la protección de la frontera con Brasil, donde se garantice el cerco epidemiológico, sanitario y militar”, dijo Nicolás Maduro, a la cadena de televisión estatal la semana pasada.
El gobierno de Bolivia, aliado del de Bolsonaro, declinó comentar las medidas de su vecino contra el virus, pero el ministro de Defensa, Fernando López, prometió este mes aplicar con firmeza el cierre de la frontera.
“Si seguimos siendo flexibles en la frontera, de nada va servir la cuarentena nacional”, manifestó.
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