Tras los salvajes ataques terroristas de Hamas el 7 de octubre, una de las tareas más difíciles en Israel es la identificación de los cadáveres. La brutalidad con la que los miembros de la organización yihadista palestina masacraron en los kibutzim y en la fiesta electrónica redujo a apenas huesos y cenizas los cuerpos de miles de civiles inocentes. Por eso, a más de cuatro meses de la masacre, las tareas de reconocimiento aún continúan.
Además de policías, investigadores y personal de inteligencia, el trabajo requiere en gran medida de la colaboración de médicos y odontólogos forenses. Todos están acostumbrados a realizar este tipo de tareas que, lógicamente, no son nada agradables. Sin embargo, muchos de ellos reconocen no haber visto nunca nada igual como lo que dejó la masacre de Hamas.
Milka Chesler es una odontóloga uruguaya radicada en Israel desde 1989. Tiene su consultorio privado, pero en determinadas situaciones trabaja como voluntaria en la Unidad de Identificación Criminal de la Policía de Israel. Su tarea consiste en identificar cuerpos cuando no pueden ser reconocidas de otra manera, ya sea por huellas digitales o por ADN. El salvajismo con el que los terroristas asesinaron y violaron el 7 de octubre precisó su colaboración.
“Nos traían bolsitas con restos con cenizas, más de un cuerpo en una bolsita chiquitita de incinerados. Y nosotros ahí, buscando entre los restos pedacitos de maxilares…”, contó la odontóloga en diálogo con Infobae.
Milka entra en acción cuando no hay otra manera de identificar a la víctima. Su trabajo generalmente es requerido luego de desastres naturales, incendios o accidentes de tránsito. También en algunos ataques terroristas menores, pero sostiene que “nunca hubo algo así contra civiles”.
Para la odontóloga, la boca de una persona es como “la caja negra de un avión”. “Hay mucha información ahí. Y eso es porque la dentición y las estructuras anatómicas son muy específicas. Pero además, todo el trabajo del odontólogo es muy específico. Cada coronita, cada implante, cada obturación, todas las reconstrucciones son como pequeñas obritas de arte muy diferentes. Eso ayuda a la identificación, al igual que la anatomía de los maxilares y la relación de una raíz con una estructura anatómica, con un seno maxilar, con un nervio…. Hay mucha información muy específica que es diferente y única en cada persona”, precisa la uruguaya.
Además de las dificultades para reconocer los cadáveres por la brutalidad de los terroristas, también influye la falta de huellas digitales en Israel. En el país no es obligatorio registrarlas. De todas maneras, en casos como incendios o incineraciones, como los que hubo el 7 de octubre, Milka explica que no hay huellas que tomar aunque hubiera un banco de datos.
“Si había huellas digitales, que la mayoría de las veces no, se tomaban muestras de ADN y luego nosotros hacíamos nuestro trabajo, que es recopilar cuanta más información posible, clínica y radiográfica. Hicimos una serie muy grande de radiografías de cada víctima porque no sabemos, en el momento que estamos con el cuerpo, qué información vamos a tener luego para comparar. Porque la identificación se hace comparando con los datos que podamos conseguir antes de la muerte de la víctima. Entonces, cuando estamos frente al cadáver, tenemos que recopilar la mayor cantidad de información posible”, detalla.
“Nosotros hacemos un examen clínico, anotamos toda la información que podemos, dónde hay una corona y qué obturación tiene, en qué diente, en qué cara del diente… Hacemos radiografías de toda la boca para después poder comparar con los datos que recopilamos del dentista que los trató y del instituto radiográfico donde le hicieron radiografías”, agrega.
Milka asegura haber visto “cosas horribles”, pero siempre como consecuencia de accidentes o desastres naturales. Lo que más le duele, dice, es que “esto no es un terremoto, es el resultado de la maldad”.
“Aquí entró gente en nombre del mal, contra civiles, con una brutalidad innombrable. A diferencia de otras veces, ver los cuerpos esta vez sí nos afectó. Estaban irreconocibles”.
“Aparte de cuerpos quemados, vimos incineraciones de un grado que nunca nadie había visto. Hombres y mujeres violados, niños decapitados, sin ropa, algunos sin la parte de abajo de la ropa. No alcanzó que los mataran, porque los chicos de la fiesta murieron por un balazo en el pecho, pero aparte les reventaron la cabeza. En las bolsas en las que nos llegaban los cuerpos, te encontrabas con que estaba el maxilar superior arriba, el maxilar inferior abajo, destrozados. Arriba de la bolsa, lejos una parte de la otra, la cabeza allá, los pies allá, un brazo roto en un lugar… Las piernas de las chicas las abrieron y se las rompieron. Personas atadas y quemadas… Los maxilares había que buscarlos dentro de la bolsa porque estaban lejos de donde tienen que estar. Vimos todo”, detalla Milka.
Otras de las cosas que complicó su tarea fue tener que identificar cadáveres de gente que conocía. “Podemos separar y trabajar automáticamente siempre, pero esta vez fue mucho más difícil porque no hubo nadie que no conozca a nadie. Son 1.200 civiles muertos en un país con una población tan chiquita y en un territorio tan chiquito como el de Israel”.
Milka sostiene que la guerra que se desencadenó tras los ataques terroristas “es una lucha entre el bien y el mal”. “Es más allá de un problema de antisemitismo. El 7 de octubre, indudablemente, tiene mucho atrás, mucho más que Israel y el pueblo palestino. Es evidente que es Irán y no el pueblo palestino. Israel no tiene ningún interés de aniquilar al pueblo palestino como Hamas tiene de aniquilar a Israel. Miles de veces nos dijeron que no nos quieren, que nos quieren aniquilar, que nos quieren destruir, y después hacen una cosa así. Parece que el mundo tiene que tomarlos un poco más en serio”, concluye.
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