Venezuela actualmente atraviesa por una crisis política y social, y una de las cosas que se ven más afectadas son los servicio públicos, como el transporte en el Metro de Caracas, el servicio de salud entre otras cosas.
El metro funciona cuando no hay apagones, y cuenta con muy pocos empleados, los hospitales y clínicas están abarrotadas por la falta de personal y medicamentos, el sistema educativo lucha por sobrevivir a la crisis y la administración está casi por colapsar, según un artículo de El País.
Lee también: Foro de São Paulo: Las dos décadas perdidas de la izquierda americana
Iraida Ramírez, comenzó a trabajar en el hospital Doctor José Ignacio Baldó de Caracas, El Algodonal, ya han pasado 34 años y dice “lo teníamos todo, ahora no tenemos casi nada”.
Alegó que su salario ha ido disminuyendo, hasta postrarse en los 80 mil bolívares mensuales. “Esto no tiene ningún futuro, pero no me quiero ir. Estuve en Perú, me ofrecieron trabajo y no quise, después de todo lo que luché”, indicó.
“Hacemos milagros”
Ramírez relata su día a día en el hospital, y como se vive tras no tener los insumos suficientes para abastecer a los pacientes ingresados, “a las personas las operan hoy, duran dos días y se dan de alta porque no hay solución ni medicamentos”.
“Hay tres, cuatro enfermeros por turno, nada más. Debería haber 15. Hacemos milagros”, manifestó.
Resalta que ella misma corre con los gastos de uniformes y que todo su sueldo lo consume en pasaje. “A veces le pido a una persona que me lleve, si no, me tengo que parar [levantar] a las cuatro de la mañana, caminar cinco kilómetros hasta la avenida para ver si hay algún carro. Te cobran 2.000 bolívares para venir”.
Lee también: “Papá, ¿cuándo vuelves?”: Crece el drama de las familias rotas en Venezuela
Por su parte, el sistema educativo en Venezuela ha ido decayendo y una de las universidades donde se ve reflejada esta realidad es la Simón Bolívar (USB), de las cuales 200 hectáreas de terreno que tiene, actualmente se ven vacías por la deserción tanto de estudiantes como de alumnos.
El rector, el matemático Enrique Planchart, rescata los esfuerzos que se hacen para salir del deterioro. “Esto se ha visto reflejado en la USB”.
“Aquí habíamos vivido en una burbuja. Pero se reventó. De 105 autobuses que teníamos para transporte de profesores y estudiantes, ya no hay ninguno. Es paradójico. Ahora estamos viviendo una universidad elitista”, comenta a propósito de la falta de recursos de los jóvenes para permitirse estudiar. Sobre la misión de los docentes que resisten, opina que “hay un componente de mística”, así lo expresó Alberto Armengol, director de la sede del centro en el litoral.
Para leer el artículo completo ingrese a El País.