Desde hace años China tiene su mirada y sus pies puestos en América Latina y Caribe bajo pretexto de ayuda a todos estos países ávidos por recibirla. Las iniciativas y los préstamos otorgados a la región son parte de un impulso silencioso pero estratégico de Beijing para expandir su presencia e influencia a través de subvenciones y préstamos gubernamentales, inversiones de empresas chinas y esfuerzos diplomáticos, culturales y de seguridad, de acuerdo a un extenso artículo del diario norteamericano The New York Times.
El régimen de Beijing ha estado llevando a cabo discretamente un plan de gran alcance en toda la región pero sobre todo en las islas caribeñas, en las cuales expandió enormemente el comercio, haciendo “rescates” de gobiernos, construyendo enormes -y deficientes- proyectos de infraestructura, fortaleciendo los lazos militares y adquirido enormes cantidades de recursos naturales.
La pandemia le ha servido para presentarse como el gran salvador y lavar su imagen negativa producto de haber sido el país donde se originó el coronavirus y cuyo manejo del brote en Wuhan fue deficitario y permitió que se extendiera a todo el planeta. Surgió así la llamada “diplomacia de las mascarillas”. Envíos de equipo médico de dudosa calidad para combatir el COVID-19 han llegado esta primavera tanto a Port-au-Prince, Haití, como a toda América Latina.
Pero nada es gratis.
Esta campaña mundial le permitió a Xi Jinping -el jefe de estado omnipoderoso chino- fortalecer los lazos con el extranjero a través de tales donaciones. El 45% de las máscaras o barbijos distribuidas en el mundo han sido fabricadas en China. Beijing fue aún más allá y en julio se comprometió a otorgar 1.000 millones de dólares en préstamos para llevar sus vacunas a países de la región quedando como el gran benefactor. Curiosa curva del destino. Otra vez: nada es gratis.
Si bien los mercados del Caribe carecen de importancia económica por ser pequeños y no tener recursos primarios vitales, la zona tiene una importancia estratégica como centro de logística, banca y comercio, y lo que es más importante, podría tener un gran valor en un conflicto militar debido a su proximidad con Estados Unidos.
Pero otra motivación crucial para la estrategia caribeña de China es ganar a las naciones y ponerlas de su lado en lo que respecta a Taiwán, isla independiente que el régimen pretende anexar y cuya tensión está al máximo. El Partido Comunista Chino (PCC) considera que Taiwán es parte de su territorio y durante mucho tiempo ha tratado de reducir el número de países que lo reconocen como nación independiente. Lo hace a fuerza de dinero. Sin embargo, recientemente, el prestigio internacional del gobierno de Taipei ha crecido dado que ha combatido la pandemia del coronavirus con gran éxito, incluso antes de que se declarara como tal. Décadas de conocer cómo manejaba sus errores el régimen fueron suficientes para la democracia isleña para prevenirse de la enfermedad.
China, a través de sus préstamos a bajo interés, brinda una ayuda en apariencia muy necesaria para todas estas naciones que tienen serias necesidades de infraestructura, pero cuya condición de países de ingresos medios complica su acceso al financiamiento para el desarrollo.
Según Diálogo Interamericano, una organización de investigación internacional, el régimen chino durante los últimos 15 años ha financiado proyectos de infraestructura en naciones caribeñas por un monto de más de 6 mil millones de dólares. En Latinoamérica, Venezuela ha sido el país más beneficiado por haber recibido de manos del gobierno chino la cuantiosa suma de 58 mil millones de dólares a cambio del suministro de petróleo a largo plazo, hipotecando su futuro y el de próximos gobiernos.
Las empresas chinas han gastado millones en puertos y logística marítima, empresas mineras y petroleras, industrias azucarera y maderera, centros turísticos y proyectos tecnológicos. Entre el año 2002 y el 2019, el comercio entre China y el Caribe se multiplicó por ocho de acuerdo al The New York Times.
Uno de los países más beneficiados entre las naciones caribeñas es Jamaica. Beijing ha donado equipos de seguridad a las fuerzas militares y policiales y ha construido una red de centros culturales en todo el Caribe para difundir su propaganda. También ha hecho grandes envíos de kits de prueba, máscaras y ventiladores para ayudar a los gobiernos a responder a la pandemia. Otra vez: su calidad no era la mejor.
Tanto la Unión Europea como Estados Unidos ven con desconfianza este avance del gigante asiático en naciones con crisis económicas constantes: temen que se termine quedando con zonas estratégicas en caso que algún país no poder pagar su deuda. Este escenario ya sucedió en Sri Lanka en el año 2018 cuando al no poder honrar su deuda, tuvo que ceder a Beijing el control de uno de sus principales puertos.
El Diálogo Interamericano, que sigue de cerca el financiamiento del gobierno chino en la región , informó que en los últimos 15 años, Beijing le ha prestado a Jamaica unos $ 2.100 millones de dólares para la construcción de carreteras, puentes, un centro de convenciones y viviendas. El misterio rodea la pregunta: ¿cómo hará la isla para devolverlo?
Pero no sólo se detiene allí su presencia. Empresas que responden al PCC se han quedado con industrias y sectores claves del pequeño país como la minería y la producción de azúcar, donde ya hicieron pie con jugosos proyectos de inversión.
Si bien el gobierno de Jamaica anunció hace un año que dejaría de negociar nuevos préstamos como parte de un esfuerzo por reducir su deuda, afirmó que continuaría cooperando con el gobierno chino en importantes proyectos de infraestructura a través de empresas conjuntas y asociaciones público-privadas, entre otros acuerdos.
China también ha ampliado su influencia en el Caribe a través de la cooperación en materia de seguridad, incluida la donación de equipos a las fuerzas militares y policiales, y programas de divulgación cultural, como la expansión de su red de Institutos Confucio que han comenzado a cerrarse en diversas partes del mundo por considerarlos posibles centros de espionaje y de difusión de propaganda del PCC.
Ahora, Jamaica está en la disyuntiva al que todo ese caudal de dinero la empujó: unirse a la red de 5G de Huawei o ZTE, a pesar del historial de denuncias por espionaje y robo de tecnología que pesa sobre esas compañías paraestatales.
La presencia china, a pesar de las promesas de flujo de capitales, no genera tampoco beneficios directos sobre la población. Siquiera generan empleo en sus grandes proyectos de infraestructura: es que el régimen se preocupa porque sea mano de obra china la que dirija los proyectos.
Xi Jinping, a través de sus canales diplomáticos, rechaza esta acusación considerándola falsa y afirma que el país sólo busca ayudar.
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