El exbanquero Guillermo Lasso derrotó por primera vez a la izquierda socialista en Ecuador en 14 años. Su ascenso es un castigo al expresidente Rafael Correa más que una «carta en blanco» para que la derecha gobierne un país en crisis por la pandemia, según analistas.
Por EL TIEMPO
Lasso, de 65 años, se proclamó presidente electo tras el balotaje del domingo con Andrés Arauz, el delfín del correísmo, 29 años menor que él, y quien reconoció su derrota antes de que concluyera el escrutinio.
Este es el panorama que se espera luego de este inesperado triunfo luego de una primera vuelta dominada por Arauz.
Lasso venía de perder en la primera vuelta de 2021 con una diferencia de casi 13 puntos porcentuales frente a Arauz, hasta entonces un exconsejero económico desconocido para la mayoría.
Casi que se metió al balotaje por la ventana gracias a su mínima ventaja sobre el líder indígena y ambientalista Yaku Pérez, quien alegó el supuesto robo de sus votos. Pese al desgaste que le dejó esa pugna, logró aglutinar al anticorreísmo bajo las banderas de una derecha que estaba de capa caída incluso antes de la aparición del llamado socialismo del siglo XXI liderado por Correa.
«Ganó la candidatura que logró conectar con ese votante desencantado del correísmo y desencantado en general de la política», señala Wendy Reyes, consultora política y catedrática de la Universidad de Washington.
El futuro presidente no contó con el apoyo unánime de los indígenas, que se dividieron entre el voto nulo y el respaldo al exmandatario izquierdista. «Me parece que el voto más allá de Lasso es de hartazgo, es un voto de rechazo a lo que ha significado Correa (…) y esa dinámica de exacerbación de odio», afirma Pablo Romero, analista de la Universidad Salesiana de Quito.
Durante los diez años que ejerció el poder (2007-2017), Correa modernizó Ecuador con los recursos de la bonanza petrolera pero a costa, según sus críticos, de un estilo autoritario que no dio tregua ni a los partidos tradicionales, ni a los ambientalistas, que tildaba de infantiles, como tampoco a la prensa.
Solía referirse a sus adversarios como corruptos. «El discurso de confrontación y de venganza creo que motivó a votar por alguien que llamaba al diálogo y al consenso», como Lasso, opina Romero.
Se fortalece la derecha
No hay duda que el triunfo de Lasso no es solo una victoria para la centroderecha en Ecuador, que lleva tres lustros fuera del poder, sino para este movimiento en la región.
Las recientes victorias de la izquierda en otros países como Bolivia y Argentina tenían a la derecha contra las cuerdas y se hablaba de un retorno del socialismo en la región.
Pero el inesperado triunfo de Lasso puso freno a esa tendencia, al menos de momento, y equilibra las cargas a la hora de afrontar los temas regionales que más importan como la crisis del coronavirus, medioambiente y seguridad.
Por supuesto, también tendrá impacto frente a las soluciones regionales que se diseñen para la crisis democrática que vive Venezuela.
Por el lado de Washington, el perfil de banquero y su posición pro apertura de mercados convierte a Lasso en un socio ideal para el presidente Joe Biden, que no cuenta con fuertes aliados en este momento en la región salvo con Colombia, con quien mantiene algunas diferencias. Así mismo, el triunfo de Lasso indica que la «marea roja» que muchos anticiparon no sería tan grande.
Al menos no como la que se vivió a comienzos del siglo XXl cuando alcanzaron a formar un sólido bloque que cambió la trayectoria política para la región.
Dicho eso, ya en el terreno interno no hay duda de que Correa fue el gran perdedor. No solo porque por el momento se nublan sus sueños de volver al poder sino que demuestra que el correísmo no existe o carece de fuerza si su líder no está presente.
Su partido, además, fracasó a la hora de aglutinar a los movimientos de izquierda del país, que sobre el papel son más numerosos.
Particularmente, les salió muy costosa la posición del movimiento indígena, que pidió votar en blanco. Pero en general ninguno de los otros partidos de izquierda del país llamaron a votar por el correísmo.
Así mismo, sostienen los analistas, los casi 15 años en el poder generan un desgaste que se agudizó con la crisis económica que desató el covid, un desempleo cada vez más agudo con seis millones viviendo en la pobreza absoluta y una popularidad del presidente Lenín Moreno que no sobrepasaba el 10 por ciento, a pesar de que intentó tomar distancia de Correa.
Es decir, en el fondo en Ecuador no primó el voto ideológico sino uno basado en la dura realidad del momento que atraviesa este país.
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