Guerrilla en Colombia y grupo paramilitar en Venezuela. Esa definición paradójica aplica, según los expertos, al ELN, el grupo de alias Antonio García que esta semana puso a temblar la estrategia de la ‘paz total’ con el atentado terrorista que mató a tres militares y dejó 25 heridos en Arauca.
Por Alicia Liliana Méndez | EL TIEMPO
En Colombia, las autoridades lo incluyen en la categoría de los llamados ‘GAO’: grandes organizaciones armadas ilegales cuya capacidad de daño y afectación a la población es susceptible de responderse incluso con la mayor arma en manos del Estado: los bombardeos, los mismos que cambiaron hace década y media el curso del conflicto con las FARC.
Es un ‘club’ criminal que no les gusta a los jefes del ELN –en él están también las disidencias de las FARC y el ‘clan del Golfo’– y por eso una de sus exigencias en la mesa de la paz, que además estaban a punto de conseguir, era que el gobierno los sacara de esa categorización, con todas las implicaciones políticas y militares que ello podría conllevar.
En Venezuela, según el régimen de Nicolás Maduro, no hay ELN. Pero lo que todo el mundo sabe es que sus principales jefes, empezando por ‘García’, entran y salen de Caracas. Y que, sobre todo hacia la zona de frontera, hay campamentos ‘elenos’ desde los que se mueven grupos que atacan a la población y la Fuerza Pública en departamentos colombianos como Norte de Santander y Arauca. Son esos mismos actores armados que al lado de allá de la frontera el régimen utiliza para intimidar y mantener controladas potenciales amenazas al poder de la dictadura.
Esa presencia del ELN que Miraflores niega ahora y antes aparece documentada en documentos de inteligencia del gobierno del presidente Gustavo Petro. De hecho, en el documento Apreciación de las Capacidades Críticas de la Amenaza, que realizan las agencias de inteligencia, al que tuvo acceso El Tiempo, se advierte que, a enero pasado, el ELN hacía presencia “en 19 departamentos y en territorio de Venezuela”.
El documento, rotulado como “secreto” y de seguridad nacional, hace lo que se llama un “conteo del enemigo”. Y revela que de los 6.158 integrantes de esa guerrilla, 4.882 se encuentran en territorio nacional y 1.276 en Venezuela. Allá también se mueve hace años ‘Iván Márquez’, el jefe de las disidencias de la llamada ‘Segunda Marquetalia’. De allí que la posición de Maduro en Venezuela sea considerada por muchos como un factor clave para el éxito o fracaso de la ‘paz total’ en Colombia.
Con el ala más guerrerista, la de ‘Antonio García’, ratificada en el mando en su reciente congreso, el ELN ha aprovechado la ‘paz total’ para afianzar su amenaza en los que considera sus territorios ‘históricos’ (Arauca, Norte de Santander) y para fortalecer su trabajo de milicias en las grandes ciudades. El atentado contra el Centro Comercial Andino (2017), el ataque contra una estación en Barranquilla (2018), las labores de inteligencia para el atentado contra la Escuela de Policía en Bogotá (2019) y la infiltración de la protesta social en el 2021 dan cuenta de la magnitud de esa amenaza. Simultáneamente, pero con resultados más bien adversos, ha iniciado avances para disputar el control en zonas de las disidencias y el ‘clan del Golfo’.
Las extorsiones, el secuestro y el narcotráfico –que niegan en público– son las principales fuentes de financiación de los ‘elenos’ en el país. En Venezuela, los señalan de estar al frente de explotaciones de oro y coltán en la zona amazónica, con la bendición de las autoridades venezolanas.
“El ELN ya entró bastante fuerte a la negociación, pero el cese le permitió controlar algunos territorios, sobre todo frente a otros actores que querían estar ahí. Eso finalmente es lo que redunda en un gran golpe a las comunidades que siguen pidiendo alivios humanitarios y no los consiguen”, dice Angelika Rettberg, analista en temas de paz y conflicto.
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