El primer ministro británico Boris Johnson vio el miércoles desplomarse su popularidad, muestra de que su defensa de un imprescindible y controvertido asesor acusado de infringir el confinamiento indigna no solo en su partido sino también entre la opinión pública.
Pese a que el Reino Unido es el segundo país del mundo más golpeado por el coronavirus, con 37.000 muertos confirmados -46.0000 sumando los casos sospechosos-, desde hace cinco días los medios británicos solo hablan del polémico Dominic Cummings.
Cerebro de la campaña por el Brexit en el referéndum de 2016 y nombrado «asesor especial» del primer ministro en cuanto este llegó a Downing Street, Cummings realizó en pleno confinamiento unos desplazamientos en coche que han puesto en jaque al gobierno.
A finales de marzo condujo más de 400 km, desde Londres a Durham, en el noreste de Inglaterra, con su esposa y su hijo de cuatro años. Después, en abril, se lo vio el día del cumpleaños de su mujer en los turísticos alrededores de un castillo medieval situado a 50 km de Durham.
Todo esto no se supo hasta el pasado viernes y entonces saltó el escándalo.
Cummings acabó explicando el lunes que, temiendo estar infectado del covid-19, se instaló con su familia en la casa de sus padres porque buscaba a alguien para cuidar del pequeño.
Los desplazamientos estaban prohibidos en aquel momento y los británicos siguen sin estar autorizados a visitar a la familia.
– Nueve puntos menos –
Johnson lleva varios días defendiendo a su asesor y el miércoles se preparaba para dar explicaciones ante los comités especiales del parlamento sobre cuestiones relativas al coronavirus.
Para ir abriendo boca, una encuesta del instituto YouGov para el periódico The Times mostró que la ventaja de los conservadores sobre el laborismo se redujo nueve puntos en una semana.
El sondeo sitúa a la formación de Johnson en un 44% de aceptación, cuatro puntos menos en los últimos siete días, y al Partido Laborista en 38%, cinco puntos más.
El último líder conservador que vio desplomarse así su ventaja fue David Cameron durante la campaña para las legislativas de 2010.
Otra encuesta del periódico Daily Mail mostró además que el índice de aprobación de Johnson cayó en picado del 19% a -1% en sólo unos días.
Esta desaprobación de la opinión pública se suma a una sensación creciente de rebelión interna por la gestión del escándalo: casi 40 diputados conservadores exigieron que Cummings deje el cargo y un secretario de Estado dimitió el martes en señal de protesta.
– «Pasando factura rápidamente» –
El ejecutivo no cesa de afirmar que el asesor del primer ministro actuó correctamente y el miércoles le tocó el turno en los programas matutinos al ministro de Gobierno Local, Robert Jenrick.
«Es el momento de que sigamos avanzando», dijo a la BBC, insistiendo en que Cummings no infringió, como se lo acusa, las reglas del confinamiento impuestas por el gobierno el 23 de marzo.
Pero la opinión pública parece tener el tema atragantado, como demostró el martes la pregunta de un sacerdote de Brighton que en la rueda de prensa diaria pidió al gobierno si iba a cancelar las multas a todos los británicos que se desplazaron por el bienestar de sus hijos.
«El caso Cummings parece haber calado hondo en la opinión pública y está pasando factura rápidamente al apoyo al gobierno en general y al primer ministro en particular», dice a la AFP Tim Bale, politólogo de la Queen Mary University de Londres.
En su opinión, «el peligro es que esto refuerce una preocupación de larga data entre los votantes británicos de que el Partido Conservador se preocupa más por sus amigos ricos que por la gente común».
Pero no cree que Cummings acabe expulsado del gobierno, dada su influencia en la toma de decisiones por Johnson.
«Su papel cubre gran cantidad de cuestiones, pero las más evidentes son la estrategia y la comunicación», afirma, puntos claves para el ejecutivo británico.
AFP
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