El mismo día en el que el Margaret Keenan, una británica de 90 años, recibía oficialmente la primera vacuna contra el coronavirus de manos de una enfermera filipina, en las dos mayores urbes latinoamericanas, Ciudad de México y São Paulo, se presentaban las rutas con las que las autoridades de México y Brasil pretenden proteger la salud de sus ciudadanos en medio de la pandemia, un primer paso hacia un largo proceso de inmunización en la región. Mientras tanto, millones de latinoamericanos se preguntan entre la esperanza y la desconfianza cuándo les tocará a ellos. La respuesta es compleja.
Lorena Arroyo | Jorge Galindo | El País
En la región más desigual del planeta, los planes de vacunación se enfrentan a la falta de recursos para acceder a las dosis y las infraestructuras para su manutención y distribución, además de a una creciente politización, aderezada con buenas dosis de desinformación. Mientras algunos países han ido sellando acuerdos con diferentes laboratorios en la búsqueda por la inmunización de su población, otros tienen sus esperanzas puestas en el Fondo de Acceso Global para Vacunas covid-19 (Covax), un plan impulsado en parte por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyo objetivo es “acelerar el desarrollo y la fabricación de vacunas contra la covid-19 y garantizar un acceso justo y equitativo a ellas para todos los países del mundo”. Además de esta agrupación de recursos, en COVAX las naciones más pobres disponen de una suerte de acceso o compromiso de compra anticipado (AMC por sus siglas en inglés) financiado mediante fondos para el desarrollo. Pero cada una es libre para adquirir paquetes de dosis por su cuenta.
En América Latina, cada vez más países se están embarcando en estas compras bilaterales. Los más grandes y con mayores ingresos en la región entienden, además, que COVAX beneficiará sobre todo a los de menor nivel de recursos. Por eso, y porque la presión política actúa por comparación (cada gobierno siente quizás que su gestión durante la pandemia se medirá ahora en dosis disponibles por cabeza), el mercado se está acelerando.
Según los datos analizados por EL PAÍS, Chile es el país con el mayor stock preadquirido de vacunas, pero tres cuartas partes de ellas son de la china Sinovac, sin pruebas de efectividad a día de hoy. Por su parte, Ecuador y México, el país con un portafolio de compras más diverso, incluyen acuerdos con dos de las firmas más prometedoras actualmente (Oxford con AstraZeneca y Pfizer). En Argentina, Brasil y Venezuela apuestan principalmente por la rusa de Gamaleya y su proyecto Sputnik V, que ha anunciado una efectividad muy elevada, pero al mismo tiempo despierta dudas en la comunidad científica por la falta de transparencia del proceso. Mientras, en países como Bolivia, El Salvador, Haití, Honduras, Nicaragua y varias islas del Caribe recibirán dosis de Covax dado que, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), “bajo criterios económicos son los países más pobres o porque, por su pequeña población, tienen más dificultad de acceso”.
México
México tiene acuerdos de intención de compra para 198 millones de vacunas, aunque este mes solo recibirá 250.000 dosis de Pfizer. El objetivo inicial era inmunizar a 2,6 millones de personas en una primera ola de vacunación, entre diciembre y enero, pero el flujo tomará más tiempo, con envíos de 1 millón de dosis al mes durante el primer trimestre de 2021. Según anunció este martes el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, el medicamento se aplicará inicialmente en dos zonas, la Ciudad de México y el Estado de Coahuila, en el norte del país, y su distribución estará a cargo de las Fuerzas Armadas. Por su parte, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha prometido que la vacuna será gratuita y universal para los 127 millones de habitantes.
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