Conforme avanza la pandemia de covid-19 la población se va anegando en una terminología médica que hace menos de un año desconocía. Los términos anticuerpo, antígeno y PCR son ya habituales en las conversaciones, aunque muchas veces no se tenga clara la utilidad y la repercusión de cada uno de ellos en la salud individual y colectiva.
La introducción reciente de nuevas pruebas diagnósticas como la prueba de detección de antígenos, más fiable ahora que al inicio de la pandemia, ha hecho que se amplíe el número de herramientas disponibles para la detección de infecciones por SARS-CoV-2. Con ello, aumenta la necesidad de disponer de guías que ayuden a decidir qué prueba se debe realizar en cada caso particular y cómo interpretar sus resultados.
Entornos diferentes necesitan pruebas diferentes
Son muchas las situaciones en las que es necesario aplicar pruebas diagnósticas pero, en líneas generales, podemos plantear los siguientes escenarios:
- El cribado masivo de la población asintomática.
- El cribado de la población de alto riesgo (por ejemplo, en residencias de la tercera edad y a personal sanitario).
- La investigación de los contactos estrechos que ha tenido una persona infectada.
- El diagnóstico clínico de una persona sintomática.
- El seguimiento de la severidad de la enfermedad una vez diagnosticada o de la duración de la infectividad del paciente.
- El estudio serológico poblacional de infecciones pasadas.
Hasta la fecha ninguna prueba diagnóstica cumple los requerimientos para ser aplicada con fiabilidad en todos y cada uno de estos escenarios. Esta situación ha generado mucha confusión en la interpretación de los resultados obtenidos por las distintas pruebas en cada uno de estos escenarios. No solo entre la población sino a veces entre los propios sanitarios.
Cada prueba, con sus limitaciones, puede tener utilidad en un entorno concreto y es necesario conocerlas para poder tomar las decisiones clínicas oportunas en función de sus resultados.
En la siguiente tabla se muestra un resumen de las situaciones clínicas donde se puede aplicar cada prueba y cuáles, dentro de las aplicaciones recomendadas, son aquellas situaciones donde hay más probabilidad de que se obtenga un falso positivo (un positivo en personas no infectadas) o un falso negativo (un negativo en personas que sí están infectadas). Todo esto asumiendo que no ha habido errores en la toma de muestras, su transporte y el procesado preanalítico.
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