Los cubanos no son dueños ni de su propia sangre. La dictadura comunista comercializa con ella desde los inicios de la revolución. El negocio, que comenzó con la venta de las extracciones forzosas que se realizaban a los presos políticos antes de su fusilamiento en la década de los 60, llega hasta nuestros días.
Por Yésica Sánches / Libertad Digital
En la actualidad, se realizan campañas de donación masivas supuestamente voluntarias bajo la premisa de salvar vidas. Pero la realidad es que solo sirven para engordar las arcas del castrismo. Se destinan casi íntegramente a la exportación de plasma y productos derivados, lo que se traduce en grandes sumas de dinero para el régimen. La ONG Archivo Cuba calcula un montante de 794 millones de dólares de 1995 a 2019.
Lo peor es que esto no revierte en mejoras del sistema sanitario o las condiciones de vida del pueblo cubano. El sistema totalitario que gobierna el país desde 1959 les chupa la sangre pensando únicamente en el beneficio de la élite en el poder.
En la calle se sabe de sobra, pero Archivo Cuba se ha encargado de poner negro sobre blanco y documentar las prácticas vampíricas del comunismo, que lleva 63 años sometiendo a su gente… Las muertes, las torturas, las desapariciones y también los turbios negocios del castrismo.
Exportaciones de sangre y derivados de Cuba desde 1995. ARCHIVO CUBA.
El asunto de la exportación de sangre llegó a la directora de ejecutiva de Archivo Cuba casi por casualidad, en 2013. «Un periodista uruguayo radicado en Nueva York, me dice: Oye, salieron las estadísticas de comercio de Uruguay y dicen que la principal exportación de Cuba hacia Uruguay es de sangre». A María Werlau se le encendió la bombilla y se puso a investigar. La tarea no era fácil, según ha reconocido para LD, porque «ninguna estadística de Cuba es fiable». «Constantemente las estoy verificando y contra verificando con fuentes del mismo Gobierno cubano y no coinciden», asegura.
Werlau se ha basado en «las estadísticas de comercio internacional que reportan las Naciones Unidas y recoge un proyecto de MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y Harvard», llamado ‘Observatory of Economic Complexity’, que certifica que las exportaciones de sangre y productos derivados reportan a Cuba un promedio de 31,8 millones de dólares al año desde 1995. Pero la venta de material humano comenzó en los primeros años de la revolución cubana con un procedimiento terrorífico.
Extracciones antes de los fusilamientos
En 1966, varios medios de prensa estadounidenses ya informaban sobre sendas denuncias relacionadas con la extracción forzosa de sangre que se realizaba a los presos políticos en Cuba y que había sido registradas ante la Organización de Estados Americanos (OEA). De hecho, un informe de este organismo, fechado en el mes de agosto de ese año, recogía la confirmación parcial de este extremo, basándose fundamentalmente en los testimonios de varios cubanos que habían salido huyendo de la isla y fuentes diplomáticas.
En abril de 1967, la OEA emitió un nuevo informe desgarrador que detallaba algunas de las prácticas que se realizaban en la cárcel de Fortaleza de La Cabaña, en La Habana, donde -entre otras cosas- se extraía sangre a los presos cuando se dirigían a su ejecución «con fines ilícitos, masivos, para nutrir el Banco de Sangre, con el cual el régimen negocia escandalosamente».
El texto recoge que desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde del 27 de mayo de 1966, 166 presos políticos, militares y civiles, fueron fusilados después de sacarles a la fuerza «un promedio de 7 pintas» de sangre (alrededor de 3’5 litros, de los 5 que tiene un cuerpo humano de media) a cada uno de ellos, provocándoles anemia cerebral, estado de inconsciencia y parálisis mientras aún estaban vivos.
Las operaciones con Vietnam
Según la OEA, Cuba vendía la sangre a Vietnam a razón de 50 dólares la pinta, en los años 60. Una década en la que se calcula que había decenas de miles de presos políticos en la isla. Fidel Castro habría admitido esta práctica el 6 de febrero de 1961: «Los contrarrevolucionarios no deben creer que muriendo infames frente al paredón ya no le serán útiles a la Revolución Cubana. La sangre de estos traidores se extrae antes de la ejecución para salvar la vida de muchos milicianos dispuestos a morir por la patria». Cita que aparece en la página 36 del libro ‘Diario de una traición: Cuba, 1961’ de Leovigildo Ruiz.
En la obra se habla también de la venta de sangre a Vietnam, en varias ocasiones. El 2 de enero de 1966, durante la celebración del séptimo aniversario del triunfo de la revolución, el Comandante presumió públicamente de su contribución y hermanamiento con los vietnamitas a los que estaban «dispuestos a darle no ya nuestro azúcar, sino nuestra sangre, ¡que vale mucho más que el azúcar!«. Palabras que recogió la prensa oficial de la época y recientemente el periódico Granma, que incluye la cita en un artículo sobre el marxista-leninista vietnamita Ho Chi Minh publicado el 18 de mayo de 2021. Podemos escuchar parte de ellas al principio del siguiente video:
El chantaje de la sangre
La dictadura comunista no solo ha obligado a los presos políticos a dar su sangre a la revolución desde el ascenso de Fidel Castro al poder. También ha chantajeado con ello a los familiares de los encarcelados, que debían dar su plasma si querían tener derecho a visita. Un sistema perverso de donaciones bajo coacción que reportaban pingües beneficios al régimen.
Las malas artes han sido una constante a lo largo de estas seis décadas de dictadura. Cuenta María Werlau que «cuando llega la revolución al poder, Cuba ya tenía banco de sangre» pero la recolección era mínima. «Para octubre del 62, solamente había 8.000 donantes en la isla». Así que «Fidel aprovecha la crisis de los misiles para ordenarle a la población donar sangre masivamente».
«Ahí comienza el control de las campañas extensas que hay en Cuba por parte de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR)», explica. Con el tiempo, se ha producido una especie de institucionalización de las donaciones. El pueblo ha asumido que tiene que entregar su sangre si quiere acceder a ciertos servicios.
Según explica Werlau, «nadie puede, ningún paciente, entrar a una clínica o acceder a una cama para cualquier procedimiento quirúrgico mínimo sin entregar por lo menos una donación de sangre«. «Para las operaciones más serias, dos y tres donaciones de sangre», añade.
Por otra parte, dadas las condiciones de miseria en las que vive el pueblo cubano, lo que le ofrecen a cambio de donar (un sándwich y un refrigerio) a veces es un reclamo más que suficiente para que muchos hagan cola ante los autobuses del banco de sangre móvil.
No es para los cubanos
El pasado 14 de junio, con motivo del Día Mundial del Donante de Sangre, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel envió una felicitación a los donantes de sangre, a través de su cuenta de Twitter, «por su compromiso humano, altruismo y aporte». El periódico del régimen, Granma, sacó su correspondiente artículo para destacar la importancia de donar sangre con el objetivo de salvar vidas.
Sin embargo, la realidad es que la sangre, cuando la necesitan los cubanos, normalmente escasea. El régimen comunista realiza campañas de donación de sangre continuamente, en colegios, universidades, centros de trabajo, etc. «Pero en los hospitales no hay sangre», asevera Werlau, «si hay una necesidad de una transfusión, es un problema conseguirla».
Juristas de @CubaMinjus se suman al noble deber de salvar vidas. Donaciones de sangre en una mañana de compromisos. #CubaSalva #VamosPorMás. pic.twitter.com/UG5cWqJCGx
— SPACE ID (@EarlyRetiredCC) May 27, 2020
«Ahí está el primer abuso, se miente a la población«. El destino del plasma es otro: «Nutrir una industria». Ella asegura tener documentados al menos 11 productos farmacéuticos derivados de la sangre que se exportan desde el año 2000 y que -sin embargo- «los médicos no pueden recetar, porque son escasos».
El régimen comunista ha montado un entramado con el que nutre a las industrias biotecnológica y farmacéutica de Cuba para así fortalecer su imagen de «potencia médica, que está basada en una falacia» y al tiempo «captar nuevos recursos financieros». De hecho, esto le habría permitido desarrollar «un turismo de trasplantes» que inició Fidel Castro en los años 80 y merece capítulo aparte.
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