La Eurodiputada, Beatriz Becerra indicó en El Español sobre la necesidad de una intervención humanitaria en Venezuela, «Si no actuamos, dentro de unos años nos preguntaremos en qué estábamos pensando».
Hace pocos días, la actriz Angelina Jolie estuvo en Perú para comprobar la situación en la que se encontraban los miles de refugiados venezolanos en el país. Jolie –embajadora del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)– expresó su preocupación por lo que vio. Por su papel institucional, ha recorrido campos de acogida por todo el mundo, desde Afganistán hasta Yemen, lugares devastados por los conflictos bélicos.
Es enormemente significativo que ACNUR envíe a su más influyente representante a conocer –y, lo que es más importante, a dar a conocer– la situación de las personas que huyen de Venezuela. Consciente de su capacidad para despertar conciencias, lamentó que hubiera llegado a suceder algo que era “predecible y evitable”. Se hizo eco de las terribles historias que le contaron los refugiados. Se notaba que estaba especialmente conmovida.
Lo dramático de la situación venezolana es, precisamente, que al contrario de otras crisis de refugiados no se deriva ni de un desastre natural ni de una guerra. Sin ignorar el peso que han podido tener la corrupción, la ideología y la incompetencia del régimen, las pruebas demuestran que la crisis humanitaria que sufre el país es una operación política. Sólo así pueden entenderse las medidas disparatadas y, en especial, la criminal renuncia de Nicolás Maduro a abrir un canal humanitario y solicitar ayuda internacional.
Literalmente, el dictador está sometiendo a su pueblo al hambre y a la enfermedad. ¿Su objetivo? Impedir que el descontento y el hartazgo impulsen una nueva movilización, esta vez definitiva, que lo expulse del poder junto a su camarilla. Una ciudadanía hambrienta apenas tiene energía más que para perseguir su propia supervivencia. Además, entre los dos millones y medio de venezolanos que han huido de su propio país está buena parte de la juventud que más y mejor podría organizarse contra el narco-régimen.
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Por lo tanto, no es una zona de guerra –aunque entiendo que Jolie utiliza la imagen para estimular la solidaridad de la opinión pública–. Es un régimen entregado a la persecución y al crimen. Los misteriosos designios de la opinión pública moderna han hecho que el flagrante asesinato del concejal opositor Fernando Albán en las dependencias del Sebin (policía política del chavismo) no haya provocado el terremoto que sí se ha producido con el descuartizamiento del periodista saudí Jamal Khashoggi. Pero los que seguimos el drama venezolano sabemos que no hay apenas diferencias (Albán también fue torturado, como todos los opositores que pasan por el Sebin). Y nos preocupa enormemente que la insuficiente reacción internacional incentive al régimen a continuar por la senda del asesinato político.
«El régimen debe liberar a los presos políticos, restablecer las instituciones legítimas y convocar elecciones».
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