La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) afirmó el domingo 12 de julio de 20220, que la prolongación del mecanismo que permite la entrega de ayuda humanitaria en el noroeste de Siria es una buena noticia aunque lamentó que se haya restringido a un solo paso fronterizo.
EFE
El vicecoordinador de la OCHA para la crisis en Siria, Mark Cutts, afirmó en Twitter que la aprobación del Consejo de Seguridad de la autorización para continuar con la ayuda a través del paso de Bab al Hawa entre Turquía y Siria es «una buena noticia para la gente en Idlib», donde viven unos tres millones de personas en situación precaria.
Tras una semana de sucesivos vetos, el Consejo de Seguridad aprobó el sábado la continuidad por 12 meses de la autorización para usar el paso fronterizo de Bab al Hawa, pero no hizo lo mismo con el de Bab al Salam, el otro cruce por el que la ONU estaba autorizada a llevar ayuda humanitaria desde fuera de Siria.
Cutts lamentó la exclusión de Bab al Salam, por donde llegaba ayuda a unos 1,3 millones de Siria, y la de Al Yarubiyah, otro paso en el noreste del país que quedó suspendido en enero y que Estados Unidos trató de recuperar esta semana en las discusoines del Consejo de Seguridad.
En opinión de Cutts, el resultado es algo «muy decepcionante» y «presenta grandes retos para los civiles vulnerables».
Moscú y Pekín se opusieron a la continuidad de los dos cruces y de hecho la autorización expiró el viernes, pero finalmente ayer se llegó a un acuerdo y desde hoy se puede volver a cruzar por Bab al Hawa, un paso por el que en lo que va de año entraron unas 250.000 toneladas de ayuda humanitaria a Siria.
Cutts señaló que los inspectores de la ONU han supervisado la ayuda que llega a Siria a través de la frontera turca desde el comienzo de este mecanismo en 2014, así como su almacenamiento, distribución y destino.
«Es una de las operaciones humanitarias más vigilada del mundo», remachó el representante de la OCHA.
Esa ayuda llega a Siria sin pasar por las manos del Gobierno del presidente Bachar al Asad y se destina a los últimos territorios que escapan a su control en el país, donde se encuentran tanto grupos armados opositores e islamistas como población civil, en su mayoría desplazados.
Rusia, el gran aliado de Al Asad y actor en el conflicto, considera que continuar la entrega de asistencia desde el exterior supone minar la soberanía de Siria y su integridad territorial.
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