Que hay infecciones y muertes por todo el mundo no se puede negar, pero que esta situación se está gestionando de forma perjudicial tampoco se puede negar. Cada país está abordando la crisis sanitaria con sus propias singularidades, pero algunas de las estrategias más extendidas, como fomentar el miedo para que los ciudadanos acepten el confinamiento por largos periodos de tiempo, están trayendo unas consecuencias psicológicas catastróficas, entre otras. Y es así porque tres de las cosas más importantes que un ser humano necesita están siendo sistemáticamente deterioradas: la salud, las relaciones sociales y la economía. Y eso es insostenible.
María Ibáñez y Jesús Jiménez, Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta | ActualidadRT
La salud se está viendo muy afectada no sólo por el virus, sino por las consecuencias de vivir en un constante estado de temor y estrés, debido al miedo a enfermar, pero también al miedo al futuro económico, a la pobreza, a la soledad, a la perdida de cercanía con los demás, a la falta de libertad… La situación de pánico que se está creando está llevando a que unos ciudadanos sospechen de otros, a que se acuse a los demás de irresponsables, a un deterioro alarmante del tejido social y las relaciones personales. No olvidemos que el sistema inmunológico, que es el que nos protege de patógenos como el virus, pierde efectividad cuando hay miedo.
Si a esto le sumamos el caos informativo que están padeciendo los ciudadanos, debido a que en muchos medios de comunicación se aporta una información simplista y alarmista encaminada a justificar la gravedad de las medidas tomadas, y por otro lado la información que llega a través de las redes sociales de profesionales sanitarios y periodistas que proporcionan otras explicaciones diferentes, más detalladas y argumentadas, ponen en duda que las medidas draconianas que se están tomando sean en realidad las más adecuadas…, entonces la incertidumbre, los niveles de angustia, miedo y estrés se disparan.
Hay una idea errónea muy extendida consistente en creer que para que las personas mantengan las medidas sanitarias para evitar contagios hay que infundirles miedo
Cuando asistimos a cadenas de televisión a exponer que hay que ofrecer información más detallada y objetiva de lo que está ocurriendo, porque se está haciendo de forma alarmista y que esto fomenta el miedo, nos suelen decir que «hay que informar», como si sólo los aspectos negativos y que fomentan el miedo fueran los importantes y necesarios.
Hay una idea errónea muy extendida consistente en creer que para que las personas mantengan las medidas sanitarias para evitar contagios hay que infundirles miedo. Un ejemplo son las declaraciones de Tedros Adhanom, presidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en las que asegura que «elegir a dónde desplazarse es ahora cuestión de vida o muerte». La falta de sensibilidad y cordura de estas declaraciones se basan en esa idea: hay que infundir miedo para lograr el objetivo o la gente no es responsable si no es a través del miedo.
La expresión «nueva normalidad», y las afirmaciones de que nada volverá a ser normal, son otro error nefasto desde el punto de vista psicológico. No solo ayudan a mantener el estado de estrés constante, el miedo al futuro y a sufrir, sino que animan a las personas a saltarse las medidas sanitarias que sí podrían ayudar a detener los contagios. Hubiera sido más acertado llamarlo «periodo excepcional» de carácter temporal o de tiempo indeterminado, lo que daría esperanza en el futuro y ánimos para resistir las incomodidades que supone mantener las distancias con los demás o cubrirse la cara con una mascarilla, barbijo o tapabocas.
La expresión «nueva normalidad», y las afirmaciones de que nada volverá a ser normal, son otro error nefasto desde el punto de vista psicológico
Desde el punto de vista psicológico, si no queremos que sea mucho peor el remedio que la enfermedad, hay que implementar medidas proporcionadas e informar adecuadamente a la población. El confinamiento no puede ser más que una medida excepcional, no una medida recurrente, y no se debe hablar de nueva normalidad ni de obligatoriedad de vacunarse, con una vacuna infratestada, y que no puede garantizar ser segura.
El estallido social es un riesgo real. Volvamos a la cordura. Tomemos precauciones, protejámonos del virus sin paralizar la vida, protejamos a los vulnerables y garanticemos la asistencia a los enfermos, potenciemos nuestros sistemas inmunológicos, enfrentemos el miedo a la perdida, al contagio, a la muerte incluso. Hay que aprender a resolver el temor para encontrar el camino que suponga los menores perjuicios y sufrimiento.
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