Estados Unidos anunció la semana pasada que pronto abrirá sus puertas a los viajeros extranjeros vacunados contra el coronavirus, flexibilizando las restricciones para amplias franjas de visitantes mundiales por primera vez desde que comenzó la pandemia. Pero las nuevas normas -que entrarán en vigor en noviembre- parecen excluir también a muchas personas que se consideran totalmente inmunizadas, incluidos millones que han recibido dos dosis de la vacuna rusa Sputnik V.
Por Adam Taylor | THE WASHINGTON POST
Cientos de miles de rusos podrían verse directamente afectados. A pesar de las frías relaciones diplomáticas y la limitada demanda de viajes internacionales, aproximadamente 300.000 rusos visitaron Estados Unidos en 2019, el último año del que se dispone de cifras, según la Asociación de Viajes de Estados Unidos.
En términos más generales, el plan de Estados Unidos es otro golpe para los fabricantes de Sputnik V, que Moscú ha proclamado con orgullo como la primera vacuna contra el coronavirus registrada para su uso. Aunque la vacuna estaba destinada a ser una poderosa herramienta de diplomacia pandémica, su limitada aceptación en el extranjero y la lentitud de su suministro la han dejado atrás no sólo a las vacunas occidentales, sino también a las de los fabricantes chinos.
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“Esto es un gran problema para los viajeros rusos y para las personas de otros países que han recibido la Sputnik V”, dijo Judyth Twigg, una profesora de la Universidad de Virginia Commonwealth que hace un seguimiento de la salud pública en Rusia, sobre las nuevas normas estadounidenses en un correo electrónico.
El Fondo Ruso de Inversión Directa, el fondo soberano que respaldó a Sputnik V, dijo en un comunicado que la vacuna “no sólo ha sido aprobada en 70 países en los que viven más de 4.000 millones de personas, es decir, más de la mitad de la población mundial, sino que su eficacia y seguridad han sido confirmadas tanto durante los ensayos clínicos como a lo largo de su uso en el mundo real en varios países”.
“Nos oponemos a los intentos de politizar la lucha mundial contra el COVID-19 y de discriminar las vacunas eficaces para obtener beneficios políticos o económicos a corto plazo”, continúa el comunicado.
El nuevo plan estadounidense exige que la mayoría de los no ciudadanos que deseen entrar en Estados Unidos sean vacunados con vacunas aprobadas para uso de emergencia por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos o por la Organización Mundial de la Salud. Esto incluye vacunas fabricadas por Pfizer y Moderna, así como vacunas desarrolladas por empresas chinas como Sinopharm y Sinovac.
Pero Sputnik V, una vacuna contra el adenovirus desarrollada por el Instituto de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, con sede en Moscú, aún no ha sido aprobada por la OMS. La agencia sanitaria mundial ha declarado esta semana que ha suspendido su proceso de revisión de la vacuna, alegando la preocupación por las prácticas de fabricación en las plantas de producción dentro de Rusia y por la posibilidad de que la vacuna pueda producirse de forma consistente con el nivel necesario.
En una conferencia celebrada en Vladivostok este mes, el director de la RDIF, Kirill Dmitriev, afirmó que “el reconocimiento mutuo de las vacunas es el tema de este año” y afirmó que “varias empresas de la ‘Gran Farma’ intentan intencionadamente, por rivalidad competitiva, restringir a Sputnik y absorber los mercados”, según la agencia de noticias rusa Tass.
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