La pandemia de la covid-19 ha traído consigo en ciudades como Madrid la proliferación de las ‘cocinas fantasmas’, dedicadas exclusivamente a la comida a domicilio, un negocio reciente con límites difusos que provoca, además, quejas de vecinos por el ruido, los olores y el ajetreo de los repartidores.
Debido a las restricciones del servicio al público en bares y restaurantes, entre las medidas para evitar el contagio, la demanda de alimentos elaborados para llevar a casa de los clientes ha aumentado considerablemente.
En los bajos de un bloque de vecinos del barrio madrileño de Prosperidad se están construyendo 38 de esas ‘cocinas fantasmas’ y una chimenea industrial de siete pisos de altura.
El ruido, los olores, el ajetreo de los repartidores y la acumulación de residuos son los principales miedos de los vecinos de las calles Zabaleta, Cartagena, Canillas y Quintiliano, que ven cómo bajo sus casas emerge un negocio polémico que, en este caso, empezará a funcionar en marzo.
«UN DISPARATE»
«No sé cómo se puede autorizar esto. Es un disparate», dice José Luis, vecino de la calle Canillas, que desde la ventana de uno de los dormitorios de su casa casi puede tocar la chimenea que emerge del patio.
Asume que durante el verano no podrá abrir las ventanas de su casa por el ruido, los olores y la impregnación de los aceites que expulsará esta chimenea. Y lo que más «rabia» le da es que le van a quitar una cosa muy importante en su vida: la tranquilidad.
Según cuenta este vecino, la decisión de implantar estas ‘cocinas fantasma’ tuvo lugar el pasado 13 de marzo, hace un año, en plena primera ola de la pandemia, durante una junta de propietarios del inmueble, que lo aprobó por mayoría.
Entre los que votaron a favor está el dueño de los bajos, que tiene varias viviendas en el inmueble, pero una buena parte de los vecinos se opuso, como José Luis.
CONTROVERSIA
El presidente de la Asociación Vecinal Valle Inclán, Félix Arias, arquitecto especializado en urbanismo, calcula que este negocio, impulsado por la empresa Cooklane, entregará una media de 6.000 comidas diarias.
Critica que este tipo de proyectos (conocidos con otros nombres como ‘cocina oscura, cocina ciega, delivery-only o restaurante digital’) están enmarcados dentro de una legislación «obsoleta»: el Plan General de Ordenación Urbana, aprobado y en vigor desde 1997.
El grupo municipal de Más Madrid (izquierda) denuncia que es una actividad nueva que no encaja del todo en la normativa actual, pues queda a caballo entre «los servicios de restauración, aunque sin barras ni mesas, y la industria alimentaria».
Fuentes municipales de Urbanismo de Madrid explicaron a Efe que entregan la licencia de obra para construir ‘cocinas fantasmas’ porque los proyectos se ajustan a la legislación vigente de uso industrial, en la que se encuadra esta actividad actualmente.
Sin embargo, las mismas fuentes añaden que la autorización requiere un estudio de movilidad y afección al entorno y se exigirá la disposición de plazas de carga y descargas.
El Colegio de Administradores de Fincas de Madrid (CAFMadrid) advierte de que las ‘cocinas fantasmas’ no se pueden colocar en una vivienda normal porque tienen la consideración de instalación industrial, con unas potencias y características que no se asemejan a las domésticas.
«La adecuación de un local para este uso requiere la ejecución de obras para adaptarlo a la normativa vigente para esta actividad. La licencia no sería de restaurante, dado que no es un servicio al público con zona de comida, sino que todo el local se consideraría cocina por estar destinado al tratamiento y elaboración de alimentos, en este caso de grandes dimensiones», según esta entidad.
RUIDOS Y OLORES
El presidente de la Asociación Vecinal Cuatro Caminos-Tetuán, Antonio Granero, también en la capital de España, ha detectado de momento seis concentraciones de este tipo de cocinas, varias de ellas en bajos de edificios residenciales.
«El ajetreo de motos (de reparto) es constante y los olores se impregnan en todas las casas», dice sobre la calle Araucaria, donde se han instalado ocho ‘cocinas fantasma’ debajo de un bloque de pisos.
Aquí opera FoodCraft, un restaurante que solamente existe en las plataformas de pedidos, que comenzó a principios de septiembre y decidió acercarse a este tipo de negocio debido «a su bajo precio» en comparación con un restaurante tradicional.
«Hay que entender que es un nuevo tipo de negocio y, como todo lo nuevo, de primeras asusta y no se entiende bien, pero esto va a estar en nuestras vidas y tendrán que ser las administraciones las que regulen y establezcan cuáles son los límites de las cocinas fantasmas», considera FoodCraft.
«Las cocinas fantasmas no son un enemigo, son un complemento a la hostelería tradicional y hay que acostumbrase a ellas porque han llegado para quedarse», asegura Christian Lucco, de Madrid Ghost Kitchens.
EFE
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