Sus gestos siempre han impresionado, pero si uno quedará marcado en la historia es este.
A sus 83 años, bajo la lluvia, a 11 grados centígrados y ante una imponente y desértica Plaza de San Pedro, el Papa Francisco envió un mensaje a toda la humanidad ante la pandemia del coronavirus.
Por Daniel Díaz Vizzi / Rome Reports
ESTAMOS EN LA MISMA BARCA
FRANCISCO
Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios.
NOS ENCONTRAMOS ASUSTADOS Y PERDIDOS
Ninguna guerra logró lo que logró esta pandemia, que la Plaza de San Pedro se viera así: Dominada por un silencio implacable.
FRANCISCO
Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos.
SE CAYÓ EL MAQUILLAJE
Francisco habla al mundo, sin distinción de creencias. Dice que este tiempo difícil desenmascaró las vulnerabilidades y falsas seguridades de la sociedad.
FRANCISCO
Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar”. “Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.
NO NOS HEMOS DETENIDO
En medio de nuestra tormenta y frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos la necesidad de “que todos sean uno”.
FRANCISCO
“Hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. (…) No nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo”.
EL MOMENTO DE NUESTRO JUICIO
El rostro de Francisco expresa los sentimiento de toda la humanidad: Temor, tristeza y esperanza. En la soledad de la noche, bajo este escenario casi apocalíptico pide a Dios parar la tempestad.
FRANCISCO
«Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”.
Esta escena sin duda permanecerá grabada en la memoria de la humanidad. Un Papa que acepta que “nuestra fe es débil y tenemos miedo” pero se mantiene firme en medio de la tormenta.
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