iels Högel, un enfermero de Alemania que habría matado cerca de 300 pacientes que estaban bajo su cuidado entre 2002 y 2005, solo para intentar reanimarlos posteriormente y así recibir elogios y comentarios positivos de sus colegas en el hospital donde trabajaba.
Un compañero de Niels notó que se había presentado un pico alto de muertes durante un día de trabajo junto a su compañero, fue ahí cuando el colega del entonces enfermero descubrió que algo no iba bien con el paciente que acababa de fallecer ya que tenía los niveles de potasio altos, lo que solo quería decir que se le había inyectado algo al paciente sin autorización.
El compañero de Niels le dijo a su supervisor, pero el caso no pasó a mayores, pues fue considerado un accidente ya que de acuerdo con el doctor Davis Kipper, analista de este caso, el asesino era tan bueno en situaciones de emergencia y presión, que los doctores se sentían afortunados de tenerlo en su equipo. Incluso, su labor era tan buena que se le nombró con el apodo de Rambo resucitador.
En 2005 Niels Högel fue descubierto por una de sus colegas mientras le inyectaba una sustancia extraña a uno de sus pacientes mientras estaba ayudándolo en las prácticas de reanimación reparó en que, al lado de la cama, en un cesto de residuos, había desechada la caja de un alcaloide antiarrítmico que no figuraba entre los fármacos recetados por el médico.
“Al revisar las muertes ocurridas en el hospital durante los últimos dos años, los policías descubrieron que el número de muertes en el hospital se había duplicado desde la llegada de Högel en 2005. También comprobaron que el 73 % de esas muertes habían ocurrido en su horario de trabajo y que la proporción de muertes por fallos cardíacos era mayor que las ocurridas por otras causas”, afirmó el diario El País.
El exenfermero fue a juicio, en el cual fue condenado a siete años y medio en prisión, la policía decidió exhumar los cuerpos de los 83 pacientes que había tenido a su cargo y que no habían sido cremados, la gran mayoría de estos contaban con el letal químico en su cuerpo.
“El acusado ha descrito con detalle la tensión que vivía ante lo que podía suceder cuando inyectaba a los pacientes los medicamentos, lo bien que se sentía cuando conseguía reanimarlos y lo deprimido que le dejaban los fallecimientos”, informa ‘El País’.
De acuerdo con expertos de ‘BBC’, este hombre puede sufrir el síndrome de Munchausen por poder, una enfermedad mental en la que el cuidador inventa síntomas falsos o provoca síntomas reales para que parezca que el implicado está enfermo.
La Fiscalía, por su parte, cree que este hombre lo hacía para presumir ante sus compañeros lo bueno que era resucitando pacientes. En 2015 se llevó a cabo un segundo juicio en su contra, en el cual fue condenado a cadena perpetua. No conforme con esa situación, el enfermero empezó a hablar en la cárcel acerca de los otros crímenes que cometía.
Razón por la cual fue investigado nuevamente y llevado a juicio por tercera vez, en 2019. En este se le imputó el asesinato de 106 personas más que estuvieron bajo su cuidado y se dio la imputación de otra cadena perpetua.
En sus últimas palabras ante los familiares de las víctimas, Högel, de 42 años, dijo estar arrepentido y avergonzado y señaló que durante el juicio llegó a entender el enorme sufrimiento causado por los hechos cometidos en ese periodo.
“Les pido disculpas a todos y a cada uno de ellos por todo lo que les he hecho a lo largo de los años”, dijo.
Högel explicó durante el juicio que empezó en octubre de 2018 que actuaba así por la satisfacción de los “comentarios positivos” que recibía si salvaba una vida. Según la fiscalía, sin embargo, el acusado actuaba por aburrimiento, mientras que los expertos en psiquiatría detectaron problemas de narcisismo en el acusado y de pánico a la muerte.
En el mes de marzo de 2022, la fiscalía acusó formalmente a los colegas del asesino, ya que dicen que “los acusados pasaron por alto todas las señales de advertencia de los asesinatos en sus lugares de trabajo”.
De acuerdo con el informe, ellos habrían considerado que “los actos de N. Högel eran realmente posibles, por lo menos desde finales de octubre de 2001”, pero que “sin embargo, se alega que no intervinieron y que consintieron la comisión de nuevos delitos en el pabellón 211”.
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