Lavarse las manos con frecuencia, toser en la parte interna del codo, guardar un metro y medio de distancia con otras personas… Entre las recomendaciones que las autoridades sanitarias repiten machaconamente para contener la epidemia de Covid-19 no figura una que, sin embargo, mucha gente sigue: llevar mascarilla. Quizás, la confusión llega porque no existe un consenso mundial sobre su uso. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la mayoría de países occidentales la desaconsejan para la mayoría de la población, pero los asiáticos aseguran que es imprescindible para protegerla.
Cuando el vicepresidente de la Cruz Roja de China, Yang Huichuan, llegó a Italia para asesorar al país en la lucha contra el coronavirus, se escandalizó: “El transporte público sigue funcionando, hay muchas personas en las calles y todavía hay cenas o fiestas en los hoteles. Además, en el área más golpeada por el virus, la gente no lleva mascarillas”. En muchos países asiáticos esta protección facial es casi una prenda más en invierno. Corea del Sur, ante los primeros casos detectados en sus fronteras, llamó a la población a recluirse en casa y llevar esta protección incluso dentro del hogar. Y estos mismos países son los que mejor han contenido la epidemia. ¿Por qué no toman ejemplo los occidentales?
Hay quien asegura que no se recomienda porque, simplemente, no hay para todos. Y es cierto: no hay para todos. Al inicio de la crisis se produjo un exceso de demanda y una tremenda escasez que todavía dura en algunos centros hospitalarios, donde su uso sí es imprescindible. El motivo de no recomendarla, sin embargo, es otro; al menos en teoría. Los consejos oficiales de la OMS son llevar mascarilla quirúrgica —la más simple— solamente si se presentan síntomas, ya que no están diseñadas para evitar aspirar el virus, sino para que las gotitas de saliva en las que viaja no lleguen a otras personas. Las que tienen filtro —N95 en argot americano y FFP2 o FFP3 en terminología europea— sí evitan que el virus entre al sistema respiratorio, pero su uso solo está recomendado para personas que tengan que cuidar de enfermos. Por eso son las que llevan generalmente los médicos.
Ante una demanda creciente en la opinión pública del uso generalizado de esta protección, la OMS volvió a recordar la semana pasada que el virus no se transmite por el aire, que salvo en situaciones hospitalarias es casi imposible respirarlo, así que con el lavado frecuente de manos, la etiqueta respiratoria (taparse con el codo para toser y otras precauciones) y la distancia de seguridad debería ser suficiente, según ese organismo y las autoridades europeas y estadounidenses.
Pero la teoría de los asiáticos es distinta. Sui Huang, investigador del Instituto para los Sistemas de Biología (ISB, en sus siglas en inglés, escribía recientemente: “La recomendación oficial en Estados Unidos (y otros países occidentales) de que el público no debe usar mascarillas fue motivada por la necesidad de guardarlas para los trabajadores sanitarios. No hay respaldo científico para la afirmación ‘no son efectivas’. Por el contrario, en vista del objetivo declarado de aplanar la curva, cualquier reducción adicional, aunque parcial, de la transmisión sería bienvenida, incluso la que ofrecen las mascarillas quirúrgicas simples o las máscaras que no generarían un problema adicional de suministro”.
En la misma línea, George Gao, jefe del Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades respondía la semana pasada en la revista Science cuáles eran, bajo su punto de vista, los principales errores que otros países están cometiendo a la hora de contener la pandemia: “El gran error en EE UU y Europa, en mi opinión, es que las personas no usan mascarillas. Este virus se transmite por gotitas y contacto cercano. Las gotas desempeñan un papel muy importante: tienes que usar mascarilla, porque cuando hablas, siempre salen gotas de tu boca. Muchas personas tienen infecciones asintomáticas o presintomáticas. Si usan máscaras faciales, puede evitar que las gotas que transportan el virus escapen e infecten a otros”.
Su teoría es que si todo el mundo la lleva, da igual que esté contagiado o no, el riesgo se reduce drásticamente porque el virus quedará confinado en la mascarilla. Pero también existe una réplica occidental a esta afirmación. “La mayoría de la gente no sabe usarla bien, las usa más veces de lo recomendado, se tocan la cara, lo que puede incluso incrementar el riesgo de contagio. Y si piensas que con una vas a ser invulnerable, puede ser incluso contraproducente”, explica a este periódico Antoni Trilla, epidemiólogo y uno de los expertos que asesoran al Gobierno en la crisis sanitaria.
Algunos estudios han mostrado una ligera protección de las mascarillas quirúrgicas cuando se trata de gripe. Para Deborah García Bello, química y divulgadora científica, aunque resulte paradójico, ambas partes llevan razón: “Donde los habitantes acostumbran a usar mascarillas cuando están enfermos, sí saben usarlas. En territorios como el mío, donde casi nadie se ha puesto una mascarilla en su vida, ponerse una entraña más riesgos que beneficios. Sí, te puedes contagiar por ponerla mal”. En su opinión, como los recursos son limitados, hay que priorizar los grupos clave. Al respecto de la evidencia científica, tuiteaba: “Sobre la efectividad del uso de mascarillas sabemos que la eficacia es limitada. En cambio sabemos que la eficacia de mantener la distancia de seguridad es alta. Priorizamos lo que sabemos que sí funciona”.
El analista de datos Scott Alexander ha publicado una revisión a los estudios que se han hecho sobre la eficacia de las mascarillas contra el SARS-CoV-2. Sus conclusiones son que pueden ser de alguna ayuda, aunque advierte: “Por favor, no compres mascarillas mientras sigan escaseando entre los sanitarios”. Y continúa: “Si la escasez termina y el uso de mascarilla no tiene coste, estoy de acuerdo con las pautas de China, Hong Kong y Japón: considere usarla en situaciones de alto riesgo, como el metro o los edificios llenos de gente. No lo hará invencible, y si corre el riesgo de confiarse, incluso un poco, podría hacer más daño que bien. Debe evitar situaciones de alto riesgo como el metro y los edificios llenos de gente tanto como sea posible. Pero si tiene que entrar, sí o sí, lo más probable es que una mascarilla le ayude”.
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