No son más que tres letras: ADF, pero bastan para provocar el terror en el este de la República Democrática del Congo (RDC).
Las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF, según sus siglas en inglés) son finalmente solo uno de los cien grupos armados que actúan en esta región del país, inmersa en la violencia desde hace más de 20 años, pero son de lejos los más crueles y temidos. Desde fines de 2019 se les acusa de masacrar a un millar de civiles, además de llevar a cabo redadas, secuestros y abusos de todo tipo.
Mado es una superviviente de este infierno. A sus 30 años, esta frágil mujer de mirada esquiva (su nombre fue modificado por motivos de seguridad) vive actualmente en Beni con una familia que la acogió.
Esta ciudad de unos 200.000 habitantes en el norte de la provincia de Kivu del Norte, fronteriza con Uganda y Ruanda, está en el corazón del territorio donde operan las ADF.
Un diámetro de acción se extiende al este hacia las laderas nevadas de los montes Rwenzori y la frontera con Uganda, y al norte, hacia la provincia vecina de Ituri.
Mado se encontraba en una iglesia ‘kimbanguista’ (culto evangélico congoleño) el 14 de febrero en Ndalya, entre Kivu del Norte e Ituri, cuando irrumpieron hombres armados.
La mujer llevaba en brazos a su bebé de dos meses y uno de los atacantes disparó a la cabeza de la niña. Obligó a Mado a dejar el cuerpo en el piso y avanzar junto a los otros.
«Ahora ya no tienes a ese estorbo», contó la joven entre sollozos, recordando lo que le dijo el atacante.
Tras caminar en el denso bosque de Beni, obligada a cargar un bulto de más de 20 kilos en la cabeza, Mado se detuvo con el resto del grupo en un claro.
Era la hora de la oración de la tarde. Quienes dirigían el comando iban al frente, los otros asaltantes se agruparon a un lado, las mujeres y niños permanecieron más lejos. Rezaron a Alá arrodillados con el rostro contra la tierra.
Más tarde, a la hora de comer, se formaron cuatro grupos: los combatientes, las mujeres enteramente cubiertas que los acompañan, los jefes de grupo y los rehenes bien vigilados, relató Mado.
Ella fue liberada después de cuatro días.
– «Provincia» del Estado Islámico –
¿Quienes son los secuestradores de Mado? Las ADF están rodeadas de misterio.
En principio eran rebeldes musulmanes ugandeses que echaron raíces después de más de 25 años en el este de la RDC, desde donde dejaron de atacar a Uganda desde hace mucho tiempo.
Desde 2014, y especialmente después de 2017, lanzan incursiones de una violencia inaudita en la zona de Beni, con un saldo de 6.000 muertos, según el episcopado congoleño
Poco a poco surgió la duda sobre su papel en la nebulosa yihadista. Algo se aclaró después de abril de 2019, cuando algunos ataques de las ADF comenzaron a ser reivindicados por la organización Estado Islámico (EI) en sus redes sociales, en las que se refieren al grupo como su «Provincia de África Central».
El 10 de marzo, Estados Unidos puso las ADF en su lista de «organizaciones terroristas» afiliadas al EI.
En dos reivindicaciones escritas difundidas a fines de mayo, los combatientes rebeldes adoptaron la clásica retórica yihadista de decir que buscan atacar a los «cruzados».
Y así fue como la RDC, el país más grande del África Subsahariana, se encontró con un enemigo inédito en su interior.
El gigante congoleño se sumó a la larga lista de países golpeados por organizaciones que, del Sahel a Somalia y de Nigeria a Mozambique, han convertido a África en un centro del yihadismo internacional.
– «Cortar cabezas» –
Desde Beni, el trayecto de 45 km por un camino de tierra hacia Rwenzori toma dos horas bajo escolta militar de las Fuerzas Armadas congoleñas.
En esta zona, una de las más peligrosas del país, la amenaza es palpable. En las comunidades que se encuentran en el camino, decenas de civiles han sido masacrados en los últimos seis meses en ataques atribuidos a las ADF.
Muchas veces son decapitados con machetes y los cadáveres se abandonan con los brazos aún atados a la espalda.
En un ataque que se parece a muchos otros (la AFP decidió no revelar el lugar y fecha para proteger la seguridad de los sobrevivientes), las ADF ataron a varios rehenes y a uno de ellos le cortaron la cabeza, según testigos.
Un testigo dijo que el jefe de los asaltantes dijo en swahili, la lengua más hablada en el este de África: «Si se cortan las cabezas de estos ‘kafirs’ (infieles) en nombre de Alá, él estará contento y nos recompensará». Los otros rehenes también fueron ejecutados.
Todos los testigos consultados por AFP cuentan historias igualmente escalofriantes, pero hay otros interlocutores permiten completar el retrato de esta banda.
En Beni, la AFP pudo entrevistar a dos personas que el ejército presentó como combatientes de las ADF.
Arafat y Moshud (nombres modificados) son congoleños que hablan en ‘lingala’, el idioma más común en el país. Fueron detenidos en diciembre y febrero, respectivamente, y ambos brindaron informaciones valiosas sobre el reclutamiento y la organización de las ADF.
En primer lugar, que ugandeses, ruandeses, tanzanos, kenianos, somalíes y, recientemente, mozambiqueños, forman parte de la cúpula de las ADF, dice Arafat, de 19 años.
– «Autoritario» jefe ugandés –
Arafat dice haber sido cocinero del jefe de las ADF, el temido ugandés Musa Baluku.
Lo describe como un «hombre autoritario y disciplinado» que se despierta a horas precisas y adora comer carne de cabra, «sobre todo las entrañas».
Dentro de las ADF las tareas son compartidas: «los somalíes enseñan a los adolescentes las técnicas de fabricación de bombas artesanales. Los tanzanos y ugandeses se ocupan de la formación militar y la enseñanza del Corán», explicó Moshud.
El joven musulmán de 23 años originario de Oicha, cerca de Beni, cuenta que fue reclutado en 2017 y que Musa Baluku lo hizo «comandante de una compañía de 85 hombres».
«Yo era responsable de transferir el dinero a los cómplices y colaboradores de las ADF a cargo del reclutamiento de nuevos miembros», precisó.
Y la ley es cruel en los campamentos provisionales o semipermanentes de las ADF en el bosque o la selva.
Un combatiente acusado de no haber transferido a su destino la totalidad de una suma fue condenado por un tribunal formado por jefes ugandeses y somalíes. «Le cortaron la mano izquierda», recordó Moshud.
Una pareja sorprendida retozando recibió cada uno «cien latigazos porque no estaban casados», dijo el joven. «En caso de adulterio, el hombre habría sido lapidado hasta morir», acotó Arafat.
El ritmo de las jornadas está marcado por las oraciones en la «Medina», nombre del campamento itinerante instalado en cualquier sitio donde se encuentre el jefe de las ADF, bautizado así en honor al segundo lugar santo del islam.
«Nos levantamos a las 05H00 de la mañana para orar en la mezquita. Después del rezo, los jefes reparten las tareas y las misiones: unos patrullan, otros preparan emboscadas», relata Moshud.
«A las 12H00 todo el mundo vuelve a la base para la oración. Oramos así a las 15H00, 18H00 y 19H00», indicó Arafat.
«Antes de salir en operación contra las fuerzas armadas congoleñas o contra civiles, hacemos primero la ‘dua’ (invocación a Alá) en árabe», según Moshud.
Las ADF reclutan también a congoleños nacidos en esta parte de Kivu del Norte, donde el islam es minoritario, como en el resto de la RDC. Los reclutamientos se hacen por la fuerza, con promesas de empleo o usando la propaganda, según expertos de la ONU.
El testimonio de los prisioneros es confirmado por los sobrevivientes de los ataques, que describen a sus verdugos como hombres que hablan diferentes lenguas: árabe, kiganda (hablada en el oeste de Uganda), lingala o swahili.
– Ejército desvalido –
En sus ataques, las ADF saquean todo lo que encuentran a su paso: puntos de venta de teléfonos móviles, depósitos de jabón, arroz, maíz o de medicamentos. Como los otros grupos armados, a ellos les interesan los recursos de esta parte de Kivu del Norte, como el bosque y el cacao, más que las minas.
«Las ADF han atacado y secuestrado agricultores, muchos de los cuales cultivan cacao, en todo el territorio de Beni, y han realizado acciones aisladas de colecta, robo y venta de cacao», indicó en junio el último informe del grupo de expertos de la ONU sobre la RDC.
La localidad de Mutwanga, 45 km al sureste de Beni, ha vivido los últimos meses al ritmo de los ataques. En los 9 km que la separan del poblado de Mwenda, en la profundidad del bosque verde que se extiende hasta los pies de los montes Rwenzori, las aldeas fueron abandonadas por sus habitantes.
«Mis hijos están en Beni. Yo paso la noche solo aquí para cuidar de mis campos», contó un agricultor,
En la localidad vecina de Mwenda, el ejército congoleño asegura tener «posiciones avanzadas» contra las ADF.
Pero solo se trata de cabañas sencillas de madera cubiertas con una lona que sirven de refugio a los militares. Los oficiales instalan los puestos de comando en los viejos edificios administrativos.
«Nuestra misión es defensiva, con posiciones fijas para proteger a la población. Cada vez que se da un caso, vamos a perseguir al enemigo», recita, casi de memoria, un responsable militar.
El presidente Félix Tshisekedi declaró estado de sitio el 6 de mayo con la intención de terminar de una vez por todas con las bandas sanguinarias que saquean el este del país, principalmente las ADF.
Ese cambio de estrategia ha implicado la toma de control de instituciones locales por parte del ejército.
Sin embargo, un oficial en el puesto de comando de Mutwanga lamenta que paralelamente no ha constatado mejoras en los uniformes, raciones o municiones. «Rezamos esperando que lleguen» los suministros, dijo sonriendo.
– «Juguetes» en el cielo –
Mientras tanto, las ADF perfeccionan sus métodos.
Varias fuentes citan el uso de drones de vigilancia. Mado recordó que en la hora de descanso, los combatientes «elevan al cielo» lo que ellos denominan «juguetes».
«Los incidentes registrados con el uso de aparatos explosivos improvisados se han multiplicado», señalaron expertos de la ONU.
En una una señal de este aumento en su poder, la ciudad de Beni fue golpeada por primera vez el fin de semana del 27 de junio por una serie de explosiones.
Dos mujeres resultaron heridas en una iglesia antes de una celebración importante, y un kamikaze se inmoló frente a un bar. Ambas acciones fueron reivindicadas por el EI.
Señalados cada vez más por los jefes militares, los dirigentes musulmanes se defienden.
«Nosotros los musulmanes de Beni somos masacrados igual que los cristianos», sostuvo el imán Hamza Mali Wasingenda, a cargo de la comunidad islámica de Beni desde el asesinato a tiros de su antecesor.
«Las autoridades deben parar de asociarnos gratuitamente a esas personas que matan sin preocuparse de la pertenencia religiosa de sus víctimas», agregó.
Nadie duda de la responsabilidad de las ADF en los ataques en el territorio de Beni, pero la frecuencia y la variedad de las acciones intrigan a muchos.
Buena parte de los habitantes acusan también a las milicias locales Mai-Mai y a soldados que cambian de bando. A mediados de mayo, dos oficiales fueron detenidos por la justicia militar acusados de ser cómplices de las ADF, según un portavoz del ejército.
Muchos se preguntan también si algunos comerciantes no recurren a asesinos para eliminar a sus rivales, imitando los métodos ultraviolentos de las ADF, que terminan convirtiéndose en los culpables perfectos.
En Mutwanga, algunos hombres observan las ruinas de una tienda saqueada e incendiada tras un ataque reciente.
«No entendemos nada de esta guerra», suspira Musa Kakule, un productor de cacao expulsado de sus tierras por la violencia.
«No sabemos si las ADF vienen a matar a esas personas con un blanco preciso o no. Lo único que sabemos es que Dios nos ha concedido la gracia de podernos reunir aquí, aún con vida», dijo.
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.