Pocos líderes se atreven a expresarlo en voz alta, pero los planes de relajación del confinamiento, cada vez más concretos y cercanos, hablan por sí solos: Europa cree que lo peor de la crisis sanitaria ha quedado atrás. El discurso ha cambiado conforme las cifras de muertes descendían de sus máximos de pesadilla.
Por EL PAÍS
En El Elíseo, la Moncloa o el romano Palacio Chigi, los expertos ya no conciben estrategias para endurecer la cuarentena. Estudian el paulatino final del cerrojazo partiendo de dos premisas: hacerlo gradualmente y con el dedo cerca del botón de pausa por si la gráfica cambia abruptamente de sentido.
En ese contexto, la Comisión Europea no se ha quedado esta vez observando desde la barrera los movimientos de los Estados miembros tras la descoordinada respuesta inicial a la emergencia. Bruselas se ha anticipado lanzando a las capitales una serie de recomendaciones a las que pusieron voz este miércoles el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y su homóloga de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen. En ellas, dan su visto bueno a la relajación del confinamiento en los países que cumplan tres condiciones: una caída significativa del contagio del coronavirus, un sistema de salud lejos del colapso, y una capacidad de vigilancia adecuada a través de tests. El beneplácito va acompañado de una advertencia para los que estén tentados de pisar el acelerador demasiado a fondo: “Si no damos estos pasos con mucho cuidado, podría reaparecer el virus y entonces habría que reinstaurar las medidas que acabamos de levantar”, ha señalado la dirigente.
La coordinación, palabra de moda en Bruselas, no significa pedalear al mismo ritmo en pelotón hacia el fin de las restricciones. “Los países europeos han sido golpeados de forma diferente en intensidad y calendario por la pandemia. No existe un único enfoque, tiene que ser a la medida de cada uno”, ha añadido.
En el camino hacia la reapertura, las capitales se observan de reojo. “Los perdedores imitan a los ganadores casi como un acto reflejo”, dice el historiador Wolfgang Schivelbusch en su libro La cultura de la derrota. China, pese a las dudas sobre la veracidad de sus datos, ha sido hasta ahora el gran modelo por haber sido capaz de encerrar a millones de habitantes y volver a sacarlos una vez contenida la amenaza. Pronto puede haber otros ejemplos. Europa se dirige a la línea de salida a varias velocidades, y en algunos casos las recomendaciones de la Comisión llegan tarde. Un primer grupo, encabezado por Austria, Dinamarca y República Checa avanza destacado. Viena ha permitido abrir al pequeño comercio y dará permiso a las grandes superficies desde el 1 de mayo. Copenhague ha hecho lo propio con escuelas y guarderías.
Bruselas quiere, ante todo, que los socios no se despeguen del teléfono, y comuniquen cada paso que dan. “No queremos que si un país reabre las tiendas los ciudadanos del otro lado de la frontera crucen para comprar en ellas. Los buenos vecinos están siempre en contacto”, puso como ejemplo Von der Leyen. La idea es que haya notificaciones inmediatas, aunque el fin de las fronteras internas parece aún lejano. “Todos los controles de frontera tendrán que desaparecer cuando hayamos vencido al virus, pero eso es una perspectiva a largo plazo. Evidentemente Schengen no tendrá fronteras”, afirma la presidenta de la Comisión ante la perspectiva de que algunos países sean reticentes a volver a autorizar el libre flujo de personas y mercancías.
Bruselas mira al mundo pospandemia sin renegar de sus dos proyectos estrella: el Green Deal contra el cambio climático y la transformación digital, que probablemente sufrirán retrasos en sus plazos. A ellos se une un nuevo cometido: convertir a Europa en autosuficiente en productos esenciales, una de las grandes lecciones de la crisis tras depender del lento, saturado y no siempre fiable mercado chino para proveerse de mascarillas, tests o respiradores. “Queremos animar a que se produzca más rápido en los países europeos para depender menos de otros estados para que Europa asuma su propio destino y seamos menos dependientes del exterior”, explicó Michel.
Los líderes de los Veintisiete abordarán la salida de la crisis en la cumbre telemática de la próxima semana, la cuarta en pocas semanas. Con el presupuesto para los próximos siete años todavía por aprobar, el objetivo de los Estados más favorables a aumentar el gasto es aprovechar el momentum para arañar unas cuentas más ambiciosas. “Tiene que ser la respuesta europea a la crisis del coronavirus y para conseguirlo debe ser totalmente distinto a un presupuesto europeo normal”, sostuvo Von der Leyen, partidaria de una ola inversora para paliar la crisis al estilo del Plan Marshall de la posguerra mundial.
Mientras trata de recuperar una cierta unidad de acción europea, Bruselas no pierde de vista el elemento clave para recuperar la normalidad: el desarrollo de una vacuna. La presidenta Von der Leyen anunció que el próximo 4 de mayo se celebrará una conferencia de donantes online para recaudar fondos que apoyen el hallazgo de un antídoto efectivo.
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