Tras el fracaso de la propuesta de destitución del presidente Martín Vizcarra bajo la acusación de «incapacidad moral», Perú retoma el camino a una normalidad que, entre sus múltiples matices, revela tanto la debilidad política del mandatario como las fracturas en los partidos del país.
David Blanco Bonilla / EFE
Pocas horas después de que el pedido de «vacancia» (destitución) de Vizcarra fuera rechazado este viernes por amplia mayoría por el Congreso, la agitación entre la clase política parece haber perdido fuelle y el país mantiene las actividades habituales de una normalidad alterada por el impacto de la pandemia de la COVID-19.
Precisamente, la situación sanitaria, que también ha golpeado duramente la economía de Perú, fue el principal argumento del Gobierno y de los sectores moderados del Congreso para rechazar este viernes una eventual destitución de Vizcarra.
NUEVA NORMALIDAD
Una «nueva normalidad», similar a la impulsada por el Gobierno ante el impacto de la COVID-19, que tiene a Perú como el quinto país más afectado del mundo, con más de 756.000 casos y 31.000 fallecidos, también parece haberse instaurado en la política peruana, caracterizada por pasar de períodos de constante agitación y enfrentamientos a otros de invocación a la unidad y conciliación.
Este último fue, precisamente, el tono con que Vizcarra respondió a la decisión del Congreso de rechazar su destitución, ya que a pesar de las serias acusaciones y duros calificativos que recibió, llamó la unidad y a «actuar con sensatez y responsabilidad» a todos los actores políticos de su país.
El gobernante pidió seguir «trabajando todos unidos por lo que realmente importa a los peruanos», entre lo que mencionó a «la lucha contra la pandemia, la reactivación económica, el fortalecimiento de la democracia, el combate a la corrupción».
Vizcarra remarcó que todo esto permitirá «mejorar la calidad de vida de quienes más lo necesitan», en un país cuya economía puede caer un 12 % durante 2020 por el impacto de la cuarentena y las restricciones impuestas para combatir a la pandemia.
PRESIDENTE DEBILITADO
La grave crisis presentada en los últimos días ha ratificado la debilidad política de Vizcarra, quien no cuenta con una bancada parlamentaria ni un partido propio, lo que deja abierta la posibilidad de que se presenten situaciones similares durante los diez meses que aún le quedan de gestión.
Eso se desprende de las declaraciones de muchos de los congresistas opositores que votaron contra su destitución, pero que dejaron en claro que lo hacían para no profundizar la crisis sanitaria y económica del país, y estarán atentos a cualquier otro tema que pueda comprometer al mandatario.
El juicio político planteaba que Vizcarra dejara el cargo por sus aparentes intentos de ocultar su vinculación con la contratación irregular de un histriónico personaje, el cantante Richard «Swing» Cisneros, en el Ministerio de Cultura.
Al final de una semana de tensión y muchas acusaciones, el pedido quedó muy lejos de los 87 votos mínimos que establece la ley peruana para que un jefe de Estado sea removido del cargo, al recibir 78 en contra, 32 a favor y 15 abstenciones.
El rechazo a la propuesta, que habría llevado al presidente del Congreso, Manuel Merino, a ocupar la jefatura del Estado, no amainó las criticas de legisladores opositores como Daniel Urresti, un general retirado del Ejército que figura entre los candidatos con opciones para las presidenciales de abril próximo.
Urresti aseguró que, a pesar de que consideraba que Vizcarra había cometido delitos, no iba a apoyar su destitución porque, además, sabía que el Ejecutivo ya había negociado el apoyo de otros partidos a cambio de prebendas.
Esta afirmación fue rechazada por el primer ministro, Walter Martos, quien aseguró que el Gobierno siempre ha «trabajado transparentemente» y no ha tenido «ningún trato debajo de la mesa».
Aunque Martos reconoció que conversó con varios líderes políticos, sostuvo que lo hizo para apelar «al espíritu democrático» de los parlamentarios y consideró que estos apostaron «por la estabilidad y el pueblo».
PARTIDOS DIVIDIDOS
A la debilidad política de Vizcarra también se suman las fracturas e inestabilidades de los partidos políticos del país, que mostraron durante esta crisis sus discrepancias internas e incluso cambiaron su posición en pocas horas.
Una de las mas notorias fue la del Frente Popular Agrícola del Peru (Frepap), que el viernes anunció que votaría por la destitución de Vizcarra tras haber hecho llamamientos a la moderación y la conciliación durante toda la semana.
Más allá de este cambio de postura, que el Frepap basó en consideraciones morales y religiosas, también se confirmó el cambio de postura del partido Alianza Para el Progreso (UPP), cuyos legisladores acataron la disposición de su líder, César Acuña, de no apoyar la destitución, a pesar de que suscribieron la moción que permitió el debate de esa medida extrema.
Similar situación se dio en la bancada del partido fujimorista Fuerza Popular, que luego de un pronunciamiento de su líder, Keiko Fujimori, voto casi en bloque contra la destitución, aunque con la notoria disidencia de la legisladora Martha Chávez, quien al apoyar la censura abrió una eventual crisis interna.
Los analistas coinciden en que el interés de las próximas semanas, cuando Vizcarra seguirá siendo investigado tanto por una comisión del Congreso como por la Fiscalía, volverá a concentrarse en la lucha contra la COVID-19 y la recuperación económica del país, tal como pidió el ex primer ministro Pedro Cateriano.
Este político, que en agosto pasado protagonizó la anterior crisis política en el país al dejar el cargo solo 20 días después de asumirlo, tras no recibir el apoyo del Congreso, consideró que Vizcarra era víctima de una «conspiración política», pero dijo que Perú ahora requiere «unión en este cívico empeño nacional».
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