La ayuda sanitaria rusa a Italia y Estados Unidos se ha topado con las críticas de la oposición y las sospechas en Occidente de que el Kremlin busca, en realidad, mejorar su imagen y lograr el levantamiento de las sanciones.
Ignacio Ortega / EFE
«Esas críticas siempre están presentes, (…) pero sin cooperación internacional ni un solo país puede combatir en solitario y eficazmente el coronavirus», ha asegurado el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
ITALIA, PRIMER BENEFICIADO
Cuando la COVID-19 apenas había golpeado Rusia, el presidente ruso, Vladímir Putin, ofreció ayuda humanitaria -quince aviones, más de medio millar de ventiladores y un centenar de médicos- al país europeo con mayor número de casos, Italia, cuyo primer ministro, Giuseppe Conte, aceptó gustosamente el ofrecimiento.
«Desde Rusia con amor», decían los contenedores transportados por aviones militares rusos a un país que ha abogado insistentemente en los últimos años por el levantamiento de las sanciones y la normalización de las relaciones entre el Kremlin y la Unión Europea (UE).
Con todo, las críticas no tardaron en llegar. Algunos medios, como el diario «La Stampa», informaron de que la mayoría de la ayuda no era de utilidad para combatir la epidemia, mientras otros alertaban sobre la presencia de tantos militares rusos en territorio de la OTAN.
«La ayuda rusa a Italia tiene carácter humanitario y no tiene relación con la agenda política», replicó esta semana la portavoz rusa de Exteriores, María Zajárova.
PUTIN FLIRTEA CON TRUMP
Después le tocó el turno a Estados Unidos. Putin y su colega estadounidense, Donald Trump, mantuvieron este lunes una conversación telefónica en la que hablaron de la situación epidemiológica en sus respectivos países y también del desplome de los precios del petróleo.
Putin repitió la misma estrategia que con Conte. Le ofreció ayuda, en forma de 60 toneladas de respiradores, ventiladores y mascarillas, y Trump aceptó la propuesta, que calificó de «bonito gesto».
«No estoy preocupado por la propaganda rusa, ni siquiera un poco. Fue un bonito ofrecimiento. Yo podría haber dicho no, gracias, o (sólo) gracias. Era un avión grande con suministros médicos de muy buena calidad y dije que lo aceptaría. Esto podría salvar muchas vidas», señaló, en respuesta a las críticas demócratas.
La máquina de propaganda del Kremlin aprovechó para vender el gesto como ayuda humanitaria enviada a EE.UU., pese a que las relaciones se encuentran en su peor momento desde el fin de la Guerra Fría, y se anunció el envío en breve de un nuevo avión con destino a Nueva York, epicentro de la epidemia.
Con todo, después quedó claro que la asistencia rusa no era gratuita, aunque el propio Trump la llamó ayuda. Mientras la Cancillería rusa informó de que ambas partes se repartían los gastos, el Departamento de Estado reconoció que había comprado los equipos rusos, aunque a un precio por debajo del mercado.
Al fuego de la controversia contribuyó la información de que la ayuda había sido canalizada por un fondo de inversiones y una compañía objeto de sanciones desde 2015 debido a la injerencia rusa en Ucrania.
«Estados Unidos aceptó comprar a Rusia equipos de protección médica que necesitábamos mucho…Es hora de trabajar juntos para derrotar a un enemigo común que amenaza la vida de todos nosotros», sentenció el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo.
LEVANTAMIENTO DE SANCIONES
No importa lo que se esfuerce Rusia en presentar la asistencia como ayuda humanitaria, muchos lo ven como una estratagema geopolítica para reconciliarse con Occidente y arrancarle una retirada, aunque sea parcial, de las sanciones.
«Con estos aviones Rusia demuestra que está dispuesta a cooperar, le pide a Occidente que sea comprensivo y levante las sanciones, al menos en los sectores más importantes», comentó hoy a Efe Alexandr Petrov, historiador y experto en relaciones ruso-estadounidenses.
Petrov interpreta el envío a Estados Unidos como un «gesto de buena voluntad» que busca demostrar que es un «socio fiable» en momentos de dificultad, argumentos con los que el Kremlin espera ganarse a la opinión pública occidental.
«Hay que reconocer que Rusia también se está sacrificando, ya que ha enviado a EE.UU. mascarillas y equipos médicos que se necesitan en muchas regiones del país. Se vea como se vea, la ayuda rusa salva vidas humanas», explica.
Aunque no pone la mano en el fuego por un pronto levantamiento de las sanciones, cree que la política, que considera una iniciativa personal de Putin, es rentable.
«Putin aprovecha su relación con Trump. Lo mismo ocurrió con Roosevelt en la Segunda Guerra Mundial. Era enemigo de la Unión Soviética, pero envió alimentos y armas para que ganásemos la guerra y derrotásemos al fascismo. Ahora, tampoco sabemos cuánto durará la pandemia y la lucha contra ese enemigo invisible. En esta situación, habría que levantar las restricciones», considera.
EL CORONAVIRUS Y EL PETRÓLEO
Además, el experto vincula directamente el coronavirus con las limitaciones a las transacciones comerciales y la dramática caída de los precios del petróleo.
«Putin y Trump llegaron a un acuerdo sobre el coronavirus y el petróleo. Ambas cosas están íntimamente relacionadas. Ahora, vender petróleo no es rentable», precisa.
Y recuerda que, aunque el revés para Rusia y otros exportadores es mayor que para la economía estadounidense, esta también está expectante debido a su impacto en la extracción del gas de esquisto.
Si no se levantan las sanciones, especialmente a proyectos como el gasoducto Nord Stream 2, sumado a la caída del precio del crudo, Rusia tendrá muchas dificultades para desarrollarse, según Petrov.
Pero también hay expertos que ven la ayuda a Occidente como un mensaje para exclusivo consumo interno: Rusia sumó hoy otros 582 casos y ya cuenta con 4.731 positivos y 43 muertos, pero la situación epidemiológica en los países occidentales, donde los decesos se cuentan por miles, es mucho peor.
CRÍTICAS OPOSITORAS
La ayuda a Occidente, que incluye asistencia a Serbia, también ha despertado las críticas de la oposición al Kremlin, cuyo líder, Alexéi Navalni, denunció en su momento que las autoridades ocultaban las cifras reales de contagios.
«Rusia ha vendido a Estados Unidos mascarillas y equipos médicos cuando médicos y enfermeras a lo largo de nuestro país carecen de mascarillas y se infectan unos a otros. Es horrible. Putin está loco», escribió en la red social Twitter.
Mientras, la Alianza de Médicos, un sindicato de sanitarios muy crítico con las autoridades, arremetió contra el envío de ayuda a EE.UU., cuando lleva semanas recaudando dinero para comprar equipos de protección para el personal médico local.
«Es una completa burla», lamentó.
La líder de ese sindicato, Anastasía Vasílieva, cercana a Navalni, fue detenida cuando se desplazó a 400 kilómetros de Moscú para repartir un nuevo cargamento de equipos entre la plantilla de un hospital en la región de Nizhni Nóvgorod.
Vasílieva, que fue detenida por supuestamente violar la cuarentena, fue liberada poco después, incidente que fue denunciado por Amnistía Internacional, que criticó que las autoridades rusas teman más la crítica de su pueblo que al propio coronavirus.
La Alianza de Médicos no sólo acusa al Gobierno de minimizar el impacto de la epidemia, sino también de «mentir abiertamente» sobre el estado del sistema sanitario y la alarmante carencia de equipos.
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