Inconfundible con sus excéntricos trajes multicolores y manos repletas de anillos y pulseras, Rosario Murillo, de 73 años, es la poderosa y omnipresente esposa del presidente Daniel Ortega, quien ahora oficializa su rango de «copresidenta» con una reforma constitucional.
AFP
El gobierno tendrá «un copresidente y una copresidenta» con un mandato de «seis años», no cinco como actualmente, según el texto aprobado por «unanimidad» este viernes por el Congreso, controlado por el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN, izquierda).
La reforma deja en el papel lo que era de hecho. Ortega la había llamado «copresidenta» públicamente por primera vez en un acto en 2021, y en 2023 expresó su intención de plasmarlo en la Constitución.
Desde que el exguerrillero, quien gobernó en la década de 1980 tras el triunfo de la revolución sandinista, volvió al poder en 2007, Murillo ha sido su única portavoz, y desde 2017 su vicepresidenta y primera sucesora.
Es el rostro visible y operativo del gobierno, de alta capacidad de trabajo. Acompaña a Ortega en toda aparición pública y en los corredores políticos se comenta que nadie mueve un dedo sin su autorización.
Informa del quehacer del gobierno, del clima o el santoral del día, elogia a Rusia y China o condena a Israel… todo con un lenguaje metafórico, hablando de paz y armonía, y mencionado a «Dios» y la «Virgen».
Tiene un gran colección de epítetos para referirse a sus adversarios, sobre todo tras las protestas de 2018 que dejaron unos 300 muertos y a miles en el exilio: «cucarachas con ojos de ratón», «zombis», «trapos sucios», «chingastes» (residuos), «esperpentos», «diabólicos»…
– Pariente de Sandino –
Murillo y Ortega se conocieron durante la lucha contra la dictadura somocista (1937-1979). Tras años de convivencia se casaron en 2005.
Nació el 22 de junio de 1951 en Managua. Su madre, Zoilamérica Zambrana Sandino, es sobrina del general Augusto César Sandino, el héroe revolucionario que da nombre al FSLN.
Su padre, Teódulo Murillo, fue un adinerado ganadero y algodonero que «adoraba» a su hija «por la inteligencia que mostraba» y el interés por los libros y la poesía, cuenta el escritor Fabián Medina en su libro «El Preso 198».
Cuando Murillo cumplió 11 años, su padre la envió a estudiar secretariado a Inglaterra y Suiza, donde aprendió inglés y algo de francés. En una ocasión, de vacaciones en Nicaragua, su mamá la forzó a casarse con Jorge Narváez, de quien -según Medina- quedó embarazada a los 15 años. Con él tuvo dos hijos, Zoilamérica y Rafael.
Divorciada de Narváez, se casó con el periodista Hanuar Hassan, con quien tuvo un niño cuya muerte, en un terremoto en 1972, la inspiró a escribir en 1973 sus primeros poemas.
En 1968 llegó a trabajar al diario La Prensa como secretaria del entonces director, Pedro Joaquín Chamorro, férreo crítico del somocismo.
Chamorro fue asesinado en 1978. Su esposa, Violeta Barrios, se convirtió en la primera mujer en gobernar Nicaragua (1990-1997) tras vencer a Ortega en las urnas.
– Madre y «persecutora» –
En 1969 Murillo se integró al FSLN y en los años 1970 ayudó a fundar un movimiento de artistas opuestos a Somoza.
En 1977 se exilió en Panamá, Venezuela y Costa Rica, donde conoció a Ortega, con quien regresó a Nicaragua en 1979 al triunfar la revolución, y encabezó organizaciones culturales.
En sus memorias, el fallecido poeta y sacerdote Ernesto Cardenal cuenta sobre la influencia que Murillo ejercía entonces sobre Ortega y cómo intentaba boicotear su trabajo cuando fue ministro de Cultura.
«Si ella no logra lo que quiere, no tiene escrúpulos, igual que Daniel Ortega», comentó en una ocasión a la AFP la escritora Gioconda Belli, quien fue amiga de Murillo en los años 1970 y ahora está exiliada en España.
Con Ortega tuvo siete hijos. Cuando en 1998 Zoilamérica acusó a su padre adoptivo de abuso sexual, Murillo le dio la espalda y declaró sentirse «avergonzada» de su hija.
«Hubiese entendido que guardara silencio, pero no que se volviera mi principal persecutora», dijo Zoilamérica en una entrevista con AFP en 2021 en Costa Rica, donde vive exiliada.
Murillo marcó su propio estilo. Le encantan los collares, anillos y aretes grandes, decora los actos oficiales con flores y mandó instalar en Managua un centenar de enormes árboles de la vida, de metal y de colores, un símbolo del poder.
Entre los nicaragüenses se habla de sus supuestas creencias esotéricas. Belli la describe como una mujer «supersticiosa».
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