En 1940, después de que Francia fuera derrotada por la guerra relámpago nazi, el historiador Marc Bloch condenó a las élites de su país en el periodo de entreguerras por no haber sabido hacer frente a la amenaza que se cernía sobre él. Hoy, Emmanuel Macron cita a Bloch como advertencia de que las élites europeas están presas de la misma complacencia fatal.
Por The Economist
El presidente francés expuso su visión apocalíptica en una entrevista con The Economist en el Palacio del Elíseo. Llegó días después de su gran discurso sobre el futuro de Europa, un maratón de dos horas a escala castrista que abarcó desde la aniquilación nuclear hasta una alianza de bibliotecas europeas. Los críticos de Macron lo calificaron de una mezcla de electoralismo, el habitual interés propio francés y la vanidad intelectual de un presidente jupiterino que piensa en su legado.
Ojalá tuvieran razón. De hecho, el mensaje de Macron es tan convincente como alarmante. En nuestra entrevista, advirtió de que Europa se enfrenta a un peligro inminente, declarando que “las cosas pueden venirse abajo muy rápidamente”. También habló de la montaña de trabajo que queda por delante para hacer de Europa un lugar seguro. Pero se ve acosado por la impopularidad en su país y las malas relaciones con Alemania. Al igual que otros visionarios pesimistas, corre el riesgo de que su mensaje sea ignorado.
El motor de la advertencia de Macron es la invasión de Ucrania. La guerra ha cambiado a Rusia. Despreciando el derecho internacional, lanzando amenazas nucleares, invirtiendo fuertemente en armamento y tácticas híbridas, ha abrazado “la agresión en todos los ámbitos de conflicto conocidos”. Ahora Rusia no conoce límites, afirma. Moldavia, Lituania, Polonia, Rumanía o cualquier país vecino pueden ser sus objetivos. Si gana en Ucrania, la seguridad europea quedará en ruinas.
Europa debe despertar ante este nuevo peligro. Macron se niega a retractarse de su declaración de febrero de que Europa no debería descartar la posibilidad de enviar tropas a Ucrania. Esto provocó el horror y la furia de algunos de sus aliados, pero él insiste en que su cautela sólo animará a Rusia a seguir adelante: “Sin duda hemos sido demasiado vacilantes al definir los límites de nuestra acción ante alguien que ya no los tiene y que es el agresor”.
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