En las últimas 48 horas se ha producido un estallido de diplomacia por parte de Rusia en relación con la crisis de Oriente PrLas llamadas confirman dos cosas: el distanciamiento de Rusia de Israel, y que el Kremlin ve la guerra Israel-Hamas como una oportunidad para socavar y distraer a Occidente. Este esfuerzo será aplaudido por China: de hecho, Putin acaba de llegar a Beijing para asistir a la cumbre Belt and Road, organizada por Xi Jinping.
Por THE ECONOMIST
Por su parte, Joe Biden viaja a Israel para reunirse con Netanyahu y tratar de dar forma a la respuesta militar israelí, conseguir un flujo de ayuda a Gaza y disuadir a Irán y sus aliados. Las agendas de viajes de los rivales ilustran un mundo dividido en torno a Ucrania, Oriente Próximo y otros asuntos.
Netanyahu solía llamar a Vladimir Putin su “querido amigo”. Ha visitado Rusia una docena de veces en los últimos años. Por eso debe de haberle sorprendido que el presidente ruso tardara nueve días en descolgar el teléfono tras el atentado mortal de Hamas en el sur de Israel. Rusia apenas ha tenido palabras de censura para los militantes, a pesar de los informes de que, entre tantos otros, mataron a 16 de sus ciudadanos, y de que ocho más podrían estar desaparecidos.
Netanyahu había estado cortejando a Putin por el papel de Rusia en Siria, el vecino inmediato más inestable de Israel. Rusia ha estado apoyando al régimen de Bashar al-Assad, el dictador asesino de Siria, mediante bombardeos indiscriminados contra diversos grupos rebeldes. Netanyahu quería asegurarse de que Israel sería libre de perseguir sus propios intereses en Siria, incluidos ataques aéreos periódicos, sin impedimentos rusos. Algunos sostienen que Netanyahu, el político dominante en Israel durante las dos últimas décadas, también tiene afinidad con hombres fuertes como Putin. No se atrevió a criticar a Rusia por su invasión de Ucrania y, cuando lo hizo, se quedó callado. Tampoco suministró armas a Ucrania, a pesar de las peticiones ucranianas.
Existe una gran afinidad potencial entre Rusia e Israel: el 15% de los israelíes hablan ruso, debido a sus orígenes en la antigua Unión Soviética. Putin parece admirar a Israel como potencia regional musculosa que no teme hacer valer su peso, y acogió con satisfacción la aparente indiferencia de Netanyahu ante los fallos democráticos de Rusia.
Pero a pesar de todas las muestras de cordialidad, el apoyo ruso al nacionalismo palestino no ha variado desde la era soviética, cuando Rusia ayudó a entrenar a combatientes palestinos y armó a los países árabes que atacaron Israel en 1973. Rusia ha estado durante mucho tiempo más cerca de Siria que de Israel. Y la debilidad de Putin por Israel no le ha impedido mostrarse más cercano a Irán, el régimen más fervientemente antiisraelí de Oriente Próximo. El 16 de octubre, Vladimir Putin habló con Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, y con los dirigentes de Egipto, Irán, Siria y la Autoridad Palestina. Putin expresó sus condolencias por los israelíes asesinados, pero no denunció los atentados de Hamas. El autócrata ruso también pidió un alto el fuego y culpó de la crisis a Estados Unidos.
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