Allá por 2014, hombres sin insignias militares aparecieron en Crimea y se la arrebataron Ucrania sin apenas disparar un tiro. Poco tiempo después, en el este de Ucrania, matones armados y fuerzas rusas tomaron enclaves en Donbas, donde se encuentran las regiones separatistas cuyo reconocimiento de Putin hace dos días llevó a que tropas rusas invadan a su vecino.
Estos eventos, y otras acciones “en las sombras” atribuidas a Rusia desde entonces, (desde ataques cibernéticos hasta asesinatos en el extranjero) han sido etiquetados como formas de “guerra híbrida”.
La popularización del término “guerra híbrida” se puede atribuir al teórico militar estadounidense Frank Hoffman, quien, en su famoso Conflicto en el siglo XXI, hizo un intento de conceptualizar la evolución del entorno del campo de batalla que trasciende la comúnmente división lineal aceptada entre tipos regulares e irregulares de guerra.
Hoffman argumentó que “el desenfoque de los modos de guerra, el desenfoque de quién lucha y qué tecnologías se llevan a cabo, produce una amplia gama de variedad y complejidad llamada guerra híbrida”.
Así, teorizó que ésta incorpora una gama de diferentes modos de guerra que incluyen capacidades convencionales, tácticas y formaciones irregulares, actos terroristas incluyendo la violencia y la coerción indiscriminadas, y el desorden criminal.
En su opinión, la guerra híbrida es esencialmente una forma de guerra asimétrica, en la que un combatiente busca evitar las fuerzas de un adversario más poderoso.
Durante la última década, “guerra híbrida” se ha convertido en un término novedoso pero controvertido en el léxico militar académico, político y profesional, destinado a sugerir algún tipo de mezcla entre diferentes medios y métodos militares y no militares de confrontación.
En su interpretación original, era un concepto táctico-operativo destinado a mejorar el desempeño de las unidades militares en el complejo entorno del campo de batalla del siglo XXI, según explica Ofer Fridman, profesor de estudios bélicos y director de operaciones en el Centro de Comunicación Estratégica del King’s College de Londres en su libro Russian ‘Hybrid Warfare’: Resurgence and Politicisation.
Pero esta teoría fue reconceptualizada, abarcando dimensiones adicionales que faltaban en el concepto original. El primer intento integral de reconceptualizar la guerra híbrida fue realizado por la OTAN en 2010 en su Bi-Strategic Command Capstone Concept, que establecía: “Las amenazas híbridas son aquellas que plantean los adversarios, con la capacidad de emplear simultáneamente medios convencionales y no convencionales de forma adaptativa en la búsqueda de sus objetivos… Las amenazas híbridas están compuestas y operan a través de múltiples sistemas/subsistemas (incluyendo económico/financiero, legal, política, social y militar/de seguridad) simultáneamente”.
A pesar del entusiasmo inicial y el debate productivo, debido a la ausencia disposición política entre los miembros de la OTAN para invertir recursos en el desarrollo de las capacidades necesarias para hacer frente a las amenazas híbridas, en 2012 la OTAN decidió detener su trabajo en este respecto. “Esta situación cambió radicalmente en 2014, tras el comienzo de la crisis de Ucrania”, dice el académico. “La reacción rusa en Crimea y el este de Ucrania sorprendió a la comunidad occidental y la OTAN”.
La reacción del Kremlin a la crisis de Ucrania creó un rompecabezas conceptual para los expertos en asuntos militares occidentales. “En otras palabras, la comunidad occidental se sorprendió no solo por lo que los rusos hicieron en Crimea y el este de Ucrania, sino también por cómo lo hicieron, ya que sus acciones no encajaban en ninguna de las cajas conceptuales occidentales sobre los conflictos contemporáneos”.
Para Mason Clark, analista de investigación en la cartera de Rusia y Ucrania en el Instituto para el Estudio de la Guerra, “Rusia se ve a sí misma librando una guerra híbrida en curso contra Estados Unidos y está moldeando sus herramientas militares y no militares de poder estatal para ganar esta guerra”.
Según el académico, “el ejército ruso define una guerra híbrida como un esfuerzo de nivel estratégico para dar forma a la gobernanza y la orientación geoestratégica de un estado objetivo en el que todas las acciones, incluido el uso de fuerzas militares convencionales en conflictos regionales, están subordinadas a una campaña de información”.
En septiempre de 2020, Clark escribió que “el ejército ruso está enfocando activamente su preparación para futuros conflictos en aumentar las capacidades que evalúa son necesarias para ganar guerras híbridas. El pensamiento estratégico ruso identifica las guerras híbridas como la línea principal del futuro desarrollo militar, en lugar de un fenómeno temporal. Así, argumenta que la guerra convencional es un tipo de conflicto heredado que es cada vez más improbable en el siglo XXI debido a los cambios tecnológicos y los equilibrios de poder estratégico. El Kremlin afirma además que Rusia debe dar forma a sus herramientas militares y de seguridad nacional para optimizar las guerras híbridas no solo porque son cada vez más comunes, sino también porque ahora son guerra convencional”.
“El marco de la guerra híbrida rusa incluye específicamente el uso de operaciones militares convencionales y carece de un límite entre las operaciones de representación ‘negables’ y la desinformación, por un lado, y el conflicto convencional, por el otro”, afirma.
El general Valery Gerasimov, jefe de las fuerzas armadas de Rusia escribió en un artículo de 2013: “En el siglo XXI hemos visto una tendencia a desdibujar las líneas entre los estados de guerra y los de paz. Las guerras ya no se declaran y, una vez comenzadas, proceden de acuerdo con un patrón desconocido”. Pero él estaba aplicando la idea a Occidente, al que culpó de fomentar la primavera árabe de 2011 y las “revoluciones de colores” en la periferia de Rusia.
Mark Galeotti, experto en Rusia, acuñó la idea de una “doctrina Gerasimov” pero luego cambió de idea. Los métodos de Rusia, argumenta citado por The Economist, implican una combinación de dos tipos de guerra “no lineal”. El primero implica la comprensión de “que las tecnologías modernas y las sociedades modernas significan que una guerra de disparos probablemente será precedida por una fase de desestabilización política y tal vez incluso casi, pero no del todo, reemplazada por ella”. La segunda forma es una contienda que no llega a la guerra real, en la que Rusia busca dividir, desmoralizar y distraer a Occidente para que no pueda detener el intento de Rusia de restablecer una esfera de interés.
Como dijo a ese medio Elisabeth Braw del American Enterprise Institute, “se ha puesto de moda usar la guerra híbrida para cualquier cosa que sea un poco misteriosa”. Pero para Braw, la intensificación de los combates a lo largo de la “línea de control” entre las fuerzas ucranianas y los separatistas es una “guerra híbrida”. La intimidación y la subversión del resto de Ucrania por parte de Rusia, incluida la amenaza de invasión que sacude la confianza y debilita la economía de Ucrania, aún cuenta como “agresión de zona gris”. Si, en cambio, Putin decide que sus amenazas no son suficientes y ordena que sus tanques entren en combate, se convierte en una “guerra híbrida”, o, simplemente, en una “guerra”.
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.