La Cámara Baja del Parlamento ruso dio luz verde a una modificación legal que castiga con hasta 15 años de presidio la divulgación de informaciones que las autoridades consideren “falsas”.
La Duma o Cámara Baja del Parlamento ruso aprobó este martes en tercera y definitiva lectura unas enmiendas a la ley sobre «noticias falsas» que castigará con duras sanciones lo que las autoridades consideren como información no veraz acerca de la labor de las instituciones rusas en el extranjero. La reforma es parte de una serie de medidas emprendidas para controlar la información sobre la invasión a Ucrania.
La ley contempla penas de hasta 3 años de prisión, o de hasta 5 si se trata de una actividad en grupo, de un «abuso de posición oficial», de una «creación artificial de pruebas» o de si el acto está «motivado por el odio o la hostilidad política, ideológica, racial, nacional o religiosa». La pena prevista puede ser aumentada hasta los 15 años de cárcel si las «informaciones falsas» han «comportado consecuencias graves».
La legislación además penará las «noticias falsas» sobre las instituciones rusas con multas de hasta 5 millones de rublos (45.000 euros). Se trata de una enmienda similar a la aprobada a principios de marzo sobre las acciones de las Fuerzas Armadas de Rusia en el marco de la campaña militar en Ucrania, que también prevé hasta 15 años de cárcel por la publicación de «informaciones falsas» sobre el ejército ruso.
Facebook e Instagram, «extremistas”
La ley entrará en vigor cuando el presidente Vladimir Putin la ratifique. Desde que empezó su ofensiva en Ucrania, el 24 de febrero, Rusia ha vetado a numerosos medios locales y extranjeros y a las redes sociales Facebook, Instagram y Twitter en el territorio. El grupo estadounidense Meta fue clasificado como «extremista». Al menos tres personas que habían publicado mensajes en internet contra el conflicto ya están siendo procesadas por ese motivo.
Estas modificaciones legales han provocado esporádicas muestras de descontento entre los profesionales rusos de la prensa. Zhanna Agalakova, por ejemplo, trabajaba como corresponsal en París de Channel One, la principal cadena rusa, y dimitió para no seguir formando parte del aparato propagandista del Kremlin: «Tengo mucho miedo, pero no tenía opción», dijo.
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