Corrupto. Tenebroso. Despiadado. Mercenario. Esos son algunos de los calificativos que uno encuentra cuando busca reportes o información sobre Yevgeny Prigozhin, el poderoso “chef de Vladimir Putin” que manejaba los trolls y mercenarios rusos e intentó llevar adelante un golpe de Estado contra el Kremlin, que puso en jaque el poder de su ex socio. Un hombre que pasó de vender hot dogs en puestos callejeros después de cumplir nueve años de prisión por robo, a convertirse en uno de los más influyentes y más temidos del régimen ruso.
Por Infobae
Este miércoles, a dos meses del alzamiento militar que encabezó contra el Ejército ruso, murió en un accidente aéreo cuando se trasladaba en un avión privado desde Moscú hacia San Petersburgo. A la espera de detalles oficiales, la noticia desató una serie de especulaciones y rumores sobre cómo se produjo el accidente. Diferentes reportes indican que la nave pudo haber sido derribada por la Fuerza Aérea rusa. Un canal de Telegram vinculado a Wagner, Gray Zone, informó que el avión fue derribado por las defensas aéreas en la región de Tver, al norte de Moscú.
Christo Grozev, investigador líder de Bellingcat, pronosticó días atrás que Prigozhin sería asesinado por Putin o, de lo contrario, provocaría un nuevo alzamiento. “Putin salió en televisión y llamó traidor a Prigozhin. Todo el mundo sabe lo que se hace con los ‘traidores’ y Putin no lo ha hecho. Quiere verlo muerto. En seis meses Prigozhin estará muerto o habrá un segundo golpe”.
Años atrás, la abogada opositora rusa Liubov Sobol declaró a The New York Times que al empresario de 61 años “no le dan miedo los trabajos sucios”. En efecto, Prigozhin era el fundador del grupo paramilitar Wagner, acusado de violaciones a los derechos humanos, crímenes de guerra y actos terroristas en diversos conflictos. Pero su despiadado accionar quedó aún más al descubierto con su participación en la invasión a Ucrania.
Nacido el 1 de junio de 1961 en San Petersburgo, Prigozhin estudió en un secundario deportivo y se destacaba en esquí de fondo, disciplina que practicaba con su padrastro, Samuil Zharkoy. Pero a pesar de su interés por el deporte, desde muy joven comenzaron sus problemas con la ley. En 1979 fue detenido por robo. Dos años más tarde, lo procesaron por reincidencia, sumado a cargos de asociación ilícita, fraude y reclutamiento de menores para someterlos al ejercicio de la prostitución. En época de la Unión Soviética conoció la rigurosidad de las penas, y fue condenado a 12 años de prisión. Finalmente cumplió nueve en una colonia penal y cuando salió, perdonado, el mundo había cambiado tras la caída de la URSS.
Ya en libertad, primero instaló varios puestos de venta de hot dogs con su padrastro. Luego, le ofreció su visión logística a un compañero de escuela, Boris Spektor, quien era propietario de una popular cadena de supermercados (Contraste). Éste aceptó y le cedió el 15% de la empresa. Pero Prigozhin tenía un sueño: tener un restaurante a la orilla de un río. Así es cómo en 1995 compartió este anhelo con Kirill Zilminov, director general de Contraste, a quien rápidamente le interesó la idea de armar algo propio. Además, los ingresos en la cadena de supermercados empezaban a caer. Apenas un año después, en 1996, abrieron “Antiguas Costumbres”, que se convirtió en uno de los primeros restaurantes de élite en San Petersburgo.
El rápido crecimiento del emprendimiento les permitió abrir otros restaurantes, y en 1997 compraron un barco, lo adaptaron y lo llevaron al río Nevá, donde inauguraron “Isla Nueva”. El establecimiento pasó a ser habitué de ricos, famosos, y gran parte de la élite rusa. En 2001 fue nada menos que Putin para agasajar al presidente francés Jacques Chirac. Prigozhin, uno de los dueños del restaurante, fue personalmente a llevarles los platos a los mandatarios. Desde entonces, comenzó una estrecha relación con Putin. Encantado con la comida y el servicio, el presidente ruso le encargó los banquetes del Kremlin en cada recibimiento de jefes de Estado, que le valieron el apodo de “chef de Putin”.
Esa vínculo le permitió entablar muchos contactos en el Kremlin, como con Viktor Zolotov, director de la Guardia Nacional de Rusia, o Roman Tsepov, empresario de seguridad y confidente del presidente.
Sus arcas, en tanto, también empezaron a crecer considerablemente. A tal punto que llegó a ubicarse entre los 100 más ricos del país. Se compró una mansión en San Petersburgo, una casa de veraneo en el Mar Negro, un yate de 35 metros y un avión privado. También fue capaz de darse un gusto: comprar un Lincoln Continental de la década de 1960, su automóvil favorito. En 2010 fundó una fábrica de alimentos precocidos envasados al vacío, única en el país. Sin embargo, periodistas críticos del Kremlin denunciaron que esa compañía funcionaba a modo de cártel. Como ocurría -y ocurre hoy en día- con los empresarios amigos de Putin, la empresa de Prigozhin ganaba todos los concursos a los que se presentaba y los contratos le reportaban miles de millones de rublos. Entre 2013 y 2018, según denunció la Fundación Anti Corrupción (FBK), que fundó el preso político Alexei Navalny, Prigozhin se benefició con contratos gubernamentales por unos 3.100 millones de dólares.
Desde 2010 suministra alimentos a la Agencia para el Manejo de Emergencias; desde 2011, a las escuelas de Moscú; desde 2012, a las fuerzas armadas. Desde 2014 se ocupa de los servicios de limpieza de los establecimientos militares; desde 2015 también de las viviendas y los servicios comunales asociados a ellos. Desde 2016 se encarga de toda reparación en las instalaciones dependientes del Ministerio de Defensa.
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