“Yo mataba, cortaba cabezas. Tuve mucho trabajo en el 2008, a veces varios trabajos por día”(sic).
Es el sórdido relato de un sicario, cuyo nombre no fue revelado, pero que por años formó parte de los pistoleros de Joaquín “El Chapo” Guzmán, líder de una facción del Cártel de Sinaloa y quien hoy se encuentra preso de por vida en una cárcel de máxima seguridad de los Estados Unidos.
De acuerdo con el testimonio de este sujeto, publicado por blogs especializados en el tema del narcotráfico, el asesinato “era tan simple que comenzaba sólo con una llamada a mi celular, pero tan despiadada que culminaba comúnmente en una decapitación” en las calles de Ciudad Juárez, Chihuahua.
Localizaba su armamento y a su equipo en su casa de seguridad, en donde le entregaban una imagen en forma de fotografía de su objetivo: algún jefe de la policía que no ha querido pagar, o algún político que obstaculizaba las aspiraciones criminales de otro.
El trabajo consistía en esperar la orden de atacar, a veces hasta por días. La víctima se convertía en objetivo y podría encontrarse en cualquier lugar: su casa, oficina, restaurante, saliendo de un centro comercial, o en el asiento trasero de una patrulla policiaca. Rara vez los asesinos trabajan para encontrar a su objetivo.
En aquel entonces, un sicario promedio podía ganar hasta 15 mil dólares por cada asesinato, pero ahora todo está devaluado, aseguró.
“Hoy en día cualquier hijo de vecino coge una pistola y ya es sicario. Operan sin ningún tipo de cuidado, asesinan a mujeres y niños”, comentó el criminal quien aseguró que él fue un profesional desde su primer “trabajito” a los 17 años.
Operó durante varios años en la frontera, en Baja California, Sinaloa y Sonora. Y previo a que la guerra del narcotráfico escalara, se trasladó a Juárez donde el capo Joaquín “El Chapo” Guzmán envió a sus hombres a pelear por las rutas de trasiego de droga a Estados Unidos.
Tras 20 años en el negocio, no pudo más y se retiró.
“He cambiado mi vida”, comentó al tiempo que sostenía una Biblia entre sus manos. Se dijo arrepentido, pero el pasado pesa en su conciencia.
“Muchas veces ves cómo quedan las personas, con sus cabezas desbaratadas a balazos. Quedan grabadas en la mente”, concluyó.
No es la primera vez que un sicario arrepentido revela las atrocidades que cometió en el pasado.
Galdino Mellado Cruz “El Mellado”, fue miembro fundador de “Los Zetas” y hoy se encuentra confinado en el penal de Chiconautla y a quien el gobierno dio por muerto en 2014. Habría entrado al penal bajo el nombre Juan Luis Vallejos de la Sancha, para mantener un bajo perfil.
Desde ahí le narró al periodista Ricardo Raphael algunos de los pasajes más horrendos que vivió al interior de la organización, como la ocasión en que el capo Osiel Cárdenas Guillén obligó a un hermano matar a otro por traición, en medio de una orgía de sangre.
Osiel Cárdenas Guillén, conocido como “El Patrón o “El Mata Amigos”, se ganó ese apodo tras asesinar a Salvador Gómez Herrera en 1998, amigo suyo y entonces jefe del Cártel del Golfo tras la captura de Juan García Ábrego en enero de 1996. Como jefe de la organización imprimió un sello de crueldad sin precedentes y “Los Zetas” los máximos exponentes.
“El Mellado” contó la ocasión en que Cárdenas Guillén descubrió a un “soplón” de entre las filas de “Los Zetas”. Se trataba de Ciro Justo Hernández, quien se había cambiado el nombre y no había informado que era hermano de Óscar Guerrero.
El integrante de Los Zetas recordó que Arturo Guzmán Decena, Jorge Eduardo Costilla “El Coss”, Alejandro Lucio Morales Betancourt, Heriberto Lazcano “El Lazca”, Jaime González Durán “El Hummer”, Mateo Díaz López, Jesús Enrique Rejón, Óscar Guerrero Silva, Omar Lorméndez Pitalúa, Ciro Justo Hernández y Galdino Mellado Cruz; se encontraban en una reunión. Todos formados y jurando lealtad.
Fue entonces que Osiel le pidió a Justo Hernández que saliera de la formación. Ciro había cambiado su identidad y había ocultado que era hermano de Óscar. “El Coss” acusó a Ciro de ser un soplón: aseguró que habló de más y por su culpa, la policía investigaba a la esposa de “El Patrón” y “la DEA sabe cosas que no deberían saberse”.
Osiel tronó: ¡Aquí el que la caga, la limpia! Esa es la regla y todos ustedes la van a limpiar, si es que realmente quieren seguir conmigo. Eso te incluye, Óscar. Es tu decisión: ¿te quedas con tu hermano o te vienes con nosotros?, gritó, en una narrativa que quedó plasmada en “Hijo de la guerra” de Raphael.
Fue entonces que se trasladaron a una casa de seguridad que estaba a 20 minutos de donde se encontraban. Al llegar, vieron que otro grupo de hombres ya le había propinado una buena golpiza a Ciro, al grado de tirarle algunos dientes. Pero lo peor estaba por venir.
Osiel le preguntó a Óscar si estaba con él o con su hermano. Cuando Óscar vio que ya no había vuelta atrás, decidió quedarse al lado de “El Patrón”.
“‘El Lazca’ se arrodilló junto a la silla donde estaba Ciro y con un martillo le masacró los dedos desnudos de los pies hasta que se convirtieron en pequeños fragmentos de carne reventada. Luego se aproximó ‘El Hummer’ y puso un tremendo patadón sobre el pecho del desgraciado. Ciro salió volando con todo y silla. Betancourt se hizo cargo de levantarlo para que los demás pudieran continuar”, relató Galdino.
Ciro suplicaba la ayuda de su hermano, pero Óscar no intervino. “Los gritos enardecieron el ánimo del grupo; varios comenzaron a disfrutar la tortura. ‘El Hummer’ sacó un cuchillo de sierra y cruzando el labio superior le arrancó un pedazo de la mejilla”.
Osiel ordenó: “Asegúrense de que sufra un chingo”.
Y así lo hicieron. 20 sujetos con la adrenalina a tope, comenzaron a desollarlo vivo. Después, «El Hummer” lo castró y Decena le amarró un petardo al miembro, para arrancarlo. Al final, Cárdenas Guillén le dio a Óscar un arma tipo Colt nueve milímetros que siempre cargaba y le ordenó que le diera el tiro de gracia.
Cuando todo acabó, “El Patrón” los reunió y abrazó a Óscar Guerrero con fuerza diciéndole que lamentaba su pérdida.
“Guerrero, hoy perdiste a un hermano, pero ganaste una familia, 20 hermanos y yo que desde ahora formamos parte de ti. Con esta traición nace una hermandad, y así durará. Piénsenlo como un ritual que nos une para siempre”, dijo Osiel Cárdenas Guillén.
Tras relatar el sangriento pasaje, el ex Zeta le aseguró a Rapahel: “No es fácil describir las emociones que genera involucrarte en una fiesta de esas; sientes miedo, pero no es un miedo desagradable porque está cargado de adrenalina. Quieres ver más, más sangre, más golpes, quieres oír más gritos y darle tú también, darle un chilazo al güey. No es excitación sexual, porque no soy puto, pero sí te excitas y no quieres que se detenga”.
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