Los diputados del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) regresan a la Asamblea Nacional venezolana exactamente por las mismas razones que Nicolás Maduro envió a sus representantes a la mesa de negociación de Oslo/Barbados: obligados por las circunstancias. Acostumbrado al ejercicio arbitrario y sin contestación del poder absoluto sobre Venezuela, para el chavismo es difícil de tragar el verse obligado a sentarse en el Parlamento que preside Juan Guaidó.
Por Pedro Benítez / ALnavío
La enrevesada maniobra a varias bandas que viene ejecutando Nicolás Maduro, ha incluido la incorporación por primera vez desde 2017 de la bancada de diputados del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) a la Asamblea Nacional (AN) que preside Juan Guaidó.
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Si la misma es sólo un ejercicio de prestidigitación para aparentar ante los altos mandos de la Fuerza Armada Nacional (FAN) y sus aliados rusos, o para retardar lo más que pueda la aplicación de sanciones por parte de la Unión Europea a sus funcionarios civiles y militares, es algo que está por verse.
Hay que recordar que hasta hace pocos días se esperaba que las fuerzas policiales al servicio de Maduro cerraran definitivamente la Asamblea y emprendieran la arremetida final contra sus miembros y ahora los acontecimientos dan un giro inesperado. Este es un dato a tomar en cuenta.
Entre la incrédula opinión opositora venezolana que se expresa por las redes sociales predominaba la idea de que una gran trampa le estaba montando el chavismo a la AN. Algo debía traerse entre manos. No podía ser que los diputados oficialistas retornaran al Parlamento así no más, sin llevar una o varias cartas bajo la manga. Parte de la capacidad del chavismo para imponerse a lo largo de los años ha consistido en alimentar la esquizofrenia de cierta oposición convencida de que la dictadura es infalible, y que todo lo que hace está perfectamente calculado. “No dan puntada sin dedal” es una sentenciosa expresión muy común que cierra cualquier debate alternativo a ese convencimiento.
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Pero la montaña ha parido un ratón. El chavismo no es infalible, y ayer hubo una prueba de ello cuando 38 de sus representantes (de los 55 originalmente electos) fueron vapuleados por la oratoria de la bancada opositora que, disminuida por la persecución política, logró congregar a 95 de sus miembros (de 112 elegidos en 2015).
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