Un hombre moreno mira, serio, una de las imágenes de la exposición ‘Bolivariano’, que el reportero gráfico de ABC y XL Semanal, Álvaro Ybarra Zavala, acaba de inaugurar en la madrileña Puerta del Sol. Es un recorrido de los últimos 15 años en Venezuela, en su camino desde el sueño del socialismo del siglo XXI al desencanto que ha llevado a siete millones de ciudadanos a huir del país. El hombre se vuelve de repente y empieza a hablar, imparable: «Yo lo viví, yo vi esto. Y aquello», se vuelve, señalando la imagen de un enorme supermercado con los lineales vacíos.
La cámara de Álvaro Ybarra Zavala ha seguido los acontecimientos en Venezuela desde 2009, y sus imágenes se muestran ahora en plena Puerta del Sol, la plaza más icónica de la ciudad y que atraviesan cada día decenas de miles de residentes y turistas. El autor y la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, recorrieron ayer la muestra y escucharon aclamaciones del público: «No te rindas, Isabel», «Vivan los venezolanos», «De aquí a Moncloa, un paso».
Las instantáneas retratan la crudeza de un país de camino a su hundimiento: una imagen recoge muñecos infantiles con las características de Hugo Chávez, los «chavecitos», que se vendieron el día de su funeral; otra, el intercambio de muebles por comida; del barrio de Catia, en Caracas, símbolo del apoyo inicial al movimiento bolivariano y en el que la crisis mordió de lleno, llevando la desilusión a sus abandonados habitantes.
Fotos de la huida desde la ciudad fronteriza de Cúcuta; el drama de los venezolanos muertos cuando escapaban y enterrados como NN (sin nombre) por falta de identidad legal. Un padre y sus dos niños, de no más de 8 años, cavando una fosa séptica en el terreno que han ocupado en el asentamiento ilegal de ‘La Pista’, donde sobreviven 7.000 familias a las que la ‘Gran Misión Vivienda Venezuela’ no les llegó, como a tantos otros.
«Chávez implantó una revolución, la bolivariana, que decía que era diferente a la cubana: no utilizaba armas, sino que quería basarse en los votos del pueblo», explica Ybarra Zavala, que no olvida sin embargo su anterior intento de golpe de estado fracasado. «Desde el principio, se vio su tendencia autócrata», recuerda. Por eso, se pasó de defender que «primero era el individuo y los derechos, a convertirse en una de las tiranías más oscuras».
Sus imágenes reflejan esa transición «de la ilusión al despertar de un sueño», evoca: «La revolución ha acabado secuestrando la libertad». El mensaje que quiere enviar es nítido: «Lo que en los años 80 eran golpes de estado, hoy se dan de otra manera, secuestrando la realidad y las instituciones». Tal vez sean más fotogénicos, reconoce, «pero también son más crueles».
Llevar sus fotografías a la vía pública, en plena Puerta del Sol, es toda una declaración de intenciones: «En la calle se genera debate, es un espacio abierto, un espacio democrático. Y Sol es un lugar muy simbólico para los españoles, es como ‘la Roja’, nos unimos todos. Creo que los españoles tenemos muy claras nuestras líneas rojas: decimos no a cualquiera tipo de tiranía».
Las imágenes siguen escupiendo realidad: las colas de civiles para conseguir gas en Barquismeto; las víctimas de violencia callejera aumentando por la proliferación de armas ilegales y la falta de presencia policial; el hacinamiento, la sarna y la tuberculosis en la estación policial de Chacao, en Caracas; el colapso total del sistema de salud.
Promesas vacías
«Chávez prometió con su nuevo socialismo del siglo XXI acabar con los problemas sociales. Pero décadas después, esas promesas resultaron vacías, las esperanzas se han desvanecido y el país es prisionero de una tiranía» , recordaba el reportero gráfico durante la presentación de su exposición.
Por eso, advirtió sobre el «peligro de los nuevos populismos extremos: la pérdida de nuestras libertades puede ocurrir desde dentro».
Exponer su trabajo en Madrid tiene «una fuerte carga simbólica y personal», reconoció, para recordar el carácter acogedor de la ciudad con tantas personas en los duros años del plomo de ETA, y ahora con los miles de venezolanos que llegan a esta ciudad «con un compromiso inquebrantable con la libertad». Fuera, el público mira las fotos, lee sus carteles y alguien comenta: «¡Que pena! Que no lleguemos a esto».
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